[Argentinadas] Sueltitos de cuerpo: Llega el calor y… el padecimiento

Escribe: Raquel Baratelli

Llegan los calorcitos y las ganas de estar en forma, derivadas de una vista rápida de las carnes al descubierto en el espejo, se convierten en necesidad.

Y sí, viejo, el invierno es bondadoso con la estética personal, la ropa es más gruesita, hay que taparse para no enfriarse y así uno va por la vida confiado en la belleza natural que emana del espíritu.

Pero tarde o temprano, el atuendo va perdiendo grosor y la autoestima se desvanece ante esos indeseables rollitos, pozos, estrías y flanes que se dan paso por entre la ropa liviana.

Basta desarroparnos para advertir que “acá pasaron cosas”, la ropa del año pasado se ha encogido de estar guardada, y la que está a la venta viene cada vez más estrecha; ya no se respetan los talles, viejo, vas a comprarte algo y no sabés cómo ni por qué, pero el probador te convierte en elefante en un periquete, obligándote a ponerte un XL cuando toda la vida fuiste M.

Todo el sedentarismo del tiempo invernal nos carga la conciencia y decidimos empezar a movernos para quemar los rastros calóricos de guisos, chocolates y tortillas

Hombres y mujeres, jóvenes, viejos, gordos y flacos, sentimos ese primer golpe que nos obliga a tomar medidas urgentes, todo el sedentarismo del tiempo invernal nos carga la conciencia y decidimos empezar a movernos para quemar los rastros calóricos de guisos, chocolates y tortillas que fueron adheridos con esmero y dedicación a las caderas, glúteos y panza durante el año.

Llegan octubre y los gimnasios sufren los efectos de la sobrepoblación, entonces decidimos salir a correr por las calles llevando nuestra humanidad al límite de la agitación en dos cuadras, quedando al borde del infarto.

En noviembre nos damos cuenta de que ya no hay tiempo para adecuar la silueta, mejor optamos por no mirarnos tanto en el espejo y aceptar que la ropa se encoge año tras año.

Por fin, en diciembre entenderemos que hay que amigarse con las imperfecciones del cuerpo, imponer la moda Renacentista y aprender que lo esencial es invisible a los ojos.

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