Crónica de la Convertibilidad, el sistema de la inflación cero que parecía perfecto

Escribe: Julio César Nieto

Tras el fallecimiento de quien fuera dos veces presidente, Carlos Saúl Menem, el pasado 14 de febrero, la historia se adelantó en analizar dos aniversarios para este año. El primero, el lanzamiento del Plan de Convertibilidad (1991); y el segundo, su final tras la Crisis de 2001 tras el fatídico diciembre en Plaza de Mayo.

Durante la gestión de Carlos Menem (1989-99), el país logró algo inédito en toda su historia monetaria: lograr casi 8 años consecutivos de inflación en cero.

Los antecedentes

Argentina desde la creación de su moneda en 1881 sufrió dos crisis cambiarias hasta 1930. La primera en 1890 y la segunda en 1929/30. Ambas se llevaron puesto a dos presidentes: Juárez Celman (1890) e Hipólito Yrigoyen (1930).

La respuesta a la primera puso casi en jaque a la segunda: la Caja de Conversión. Esta institución financiera creada fue predecesora del Banco Central de la República Argentina (BCRA) creado en 1935, y tenía como función principal organizar las emisiones nacionales y la política monetaria del país. Durante ese lapso, la Argentina no conoció el fenómeno de la inflación.

Con la creación del Banco Central, y su posterior nacionalización en 1946 bajo la presidencia de Edelmiro Farrell, el país inició un proceso de decaimiento en su moneda que explotó casi medio siglo más tarde.

Entre 1989/90 el país entró en los récords Guinness de los picos de inflación más altos de la historia. La hiperinflación de aquel entonces llegó a un techo del 3079%, llevándose consigo una vez más a otro presidente: Raúl Alfonsín.

El año del caos

El 6 de febrero de 1989, el BCRA no vendió más dólares. El Plan Austral como el Plan Primavera implementado por el gobierno de Alfonsín llegaba a su fin.

Aquel 6 de febrero los contratos futuros (shorteados) estallaron por el aire. El mercado financiero fue el primero en avisar. Los operadores de bolsa salieron a cubrir posiciones para cubrir sus deudas y no fundirse.

Dicha situación, generó pánico y el martes 7 el peso (Austral) se desvalorizó en un 500%. La combinación de corrida bancaria, deflación de activos y emisión desenfrenada generó la hiperinflación de 1989.

La hiperinflación es un fenómeno psicológico más que económico. Si la inflación es la agonía del dinero, la “híper” es la muerte.

Esto hizo que Alfonsín no solo adelantara las elecciones de aquel año sino que, además, tras perder, y en medio de un violento caos social con muertos y saqueos, debió entregar el mando seis meses antes.

En Córdoba, como en todo el país, hubo saqueos durante la hiperinflación.

La bomba construida en 1946 explotó en 1989 y la historia no terminó allí.

Con Menem en el poder, en los años 1989 y 1990 le tocó enfrentar dos rebrotes que culminó con el polémico Plan Bonex (1989/90) ideado por Roque Fernández y ejecutado por el entonces ministro de economía Erman González, confiscando depósitos en plazo fijo a cambio de un bono.

Domingo Salvador

Tras el Plan Bonex y el primer caso de corrupción del gobierno de Menem, la híper que ya se había comido tres ministros de Economía, también se llevó puesto a todo el Gabinete. Solo Cavallo sobrevivió a la volteada.

Domingo Cavallo, el joven prodigio de San Francisco, quien, en su actividad política, se inició como subsecretario de Desarrollo de Córdoba (1969-1970), director y posteriormente vicepresidente del Banco Provincia de Córdoba (1971-1972), subsecretario del Ministerio del Interior (1981), presidente del Banco Central de la República Argentina (1982), Diputado Nacional (1987-1989) y Canciller (1989-1991); asumiría la cartera de Economía como la joven promesa del menemismo.

Graduado con honores en Harvard, conocía en persona a los mayores exponentes de la economía global.

Steve Hanke, prestigioso economista norteamericano del momento, había elaborado un modelo moderno sucesor del Patrón Oro clásico: la Convertibilidad.

La Convertibilidad, entendida como un sistema monetario que fija el valor de una moneda con el de otra más estable (dólar o euro), era el modelo a seguir. Países como Italia o España lo habían aplicado exitosamente, y contra las sugerencias del FMI, en 1991 se presentó, se debatió en el Congreso y se transformó en ley el 28 de marzo de 1991.

Menem y Cavallo, una sociedad que rindió frutos durante algunos años en los noventa.

Caja de conversión moderna

A diferencia de Plan Austral, la Convertibilidad no fue en un DNU, lo que su indexación le permitió un alto grado de seriedad.

Horacio Liendo, Roque Fernández y Juan Llach lo estudiaron al detalle y pusieron en marcha un régimen similar al propuesto por expresidente Carlos Pellegrini que duró más de tres décadas garantizando estabilidad monetaria y fiscal.

Durante la vigencia del Patrón Oro clásico, sistema que nació en el siglo XIX hasta los ‘30 del siglo XX, consistía en que la moneda era el oro, directa o indirectamente (bajo certificados representativos de ese oro). Esto lo llevaron adelante los bancos privados, la macroeconomía era muy vaga y no florecería hasta después del Crack del 29, donde el Estado se haría cargo de tales funciones a través de las cajas de conversión.

El dólar, que en aquel momento estaba en 14.000 Australes, llegó a un equilibrio de 10.000A, donde se determinó por ley el punto de partida para la conversión. La Convertibilidad sería de A10000 a 1, no de 1 a 1 como se popularizó posteriormente. Sucede que por una cuestión formal o de prolijidad se le quitaron cuatro ceros, y de allí el famoso $1/USD1. Pero, los pesos circulantes equivalían a la misma cantidad de dólares existentes en el BCRA.

En aquel entonces, las reservas que eran de 15.000 millones de dólares se convertían en relación a 15.000 millones de pesos. La regla era no emitir por encima de ese equilibrio, solo se incrementaba si entraban dólares. Eso fue la Convertibilidad y funcionó al igual que el Patrón Oro.

A finales de los 90, las provincias emitieron bonos que no pudieron pagar. La emitieron contra nada, ponían de excusa la coparticipación federal. Las provincias si emiten, deben aclarar que dicha deuda puede ser Defaulteada.

El furor

El modelo fue un éxito. Menem ganará las elecciones de 1991 y Cavallo pasará a ser el amuleto de la suerte frente a cualquier desequilibrio. De hecho, medió con dos corridas como la de 1992 y la famosa Crisis Tequila de 1994. La maniobra le permitió una vez más ganar elecciones provinciales y la reelección de 1995 en primera vuelta.

La Convertibilidad era la propaganda en todas las campañas. Cavallo pasó a ser la estrella y su presencia sumaba a cualquier candidato del momento. Su alta popularidad lo transformó no solo en un posible sucesor sino también en una amenaza, tanto para Menem como para Duhalde, que miraban 1999 con proximidad.

El «Uno a Uno» le permitió a Cavallo gozar de popularidad. Pero, no terminaría bien.

En 1996, la regla de oro en el modelo comenzó a sufrir fallas. La pelea Menem-Duhalde se avecinaba y las causas de corrupción eran opacadas por la estabilidad económica. Las diferencias en el manejo de la economía empezaron con sus internas y tras un escándalo (Caso Yabrán) terminó con la renuncia de Cavallo el 27 de julio de 1996.

El ocaso del modelo

Con Cavallo afuera, la pelea por la sucesión se centró entre la “Re-re” de Menem y las aspiraciones del entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde.

Las provincias, sobre todo la de Buenos Aires, comenzaron a endeudarse a través del sistema bancario.   

La caída

Las elecciones de 1999 pusieron fin al menemismo, pero no al modelo económico. El triunfo de Fernando De la Rúa sobre Eduardo Duhalde, por un lado, y Domingo Cavallo, por el otro, abrió un nuevo escenario.

La situación fiscal del gobierno de la ALIANZA era insostenible. Al poco tiempo se le sumó una crisis política con la renuncia del vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, la derrota en las elecciones legislativas de octubre de 2001 y el fracaso de dos ministros de Economía (José Luis Machinea y Ricardo Lopez Murphy) en pilotear la crisis que se venía.

Cavallo, quien tenía su propio partido (Acción por la República) era en aquel entonces el político con mayor imagen pública del país. Su arribo fue inminente.

La crisis de 2001 eyectó a otro presidente desde la Casa Rosada. Fue el fin de la Convertibilidad.

En marzo de 2001 asumió la cartera económica, pero el “Padre” del modelo no logró pilotear la flota que él mismo construyó. El contexto internacional con los atentados del 11-S en EEUU, sumado a la quita de apoyo del FMI y BM que miraron siempre con desconfianza la Convertibilidad, obligó al gobierno de la Alianza a realizar una seria de medidas ajustes y restricción en la extracción de depósitos bancarios (el famoso “Corralito”).

Eso, sumado al descontento por la situación social y aprovechando la debilidad del Gobierno, culminó en un estallido social que puso fin a un modelo que parecía quedarse para siempre.

La corrida bancaria, la recesión, el estancamiento y la deflación de activos financieros, acabaron con los dorados ‘90. Llevando meses más tarde, con Duhalde en el interinato, a aplicar la devaluación más brutal de la historia económica argentina.

La Convertibilidad no fue un sueño eterno. El modelo no falló por sí mismo, se lo comió la política.

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