Elvis Presley, a 45 años de su muerte: El gemelo tímido

El 16 de agosto de 1977 lo encontró la muerte. La leyenda del rock & roll, sobre el cual se tejieron decenas de leyendas, pasaba a la inmortalidad. En este relato se recupera una historia de la estrella cuando era un niño. Está incluido en el libro aún sin publicar “La infancia de los líderes”, del escritor Luis Luján.

Escribe: Prof. Luis Luján

Vernon, cuatro años menor que su mujer, Gladys, había levantado su casa de dos habitaciones con sus propias manos. Era muy joven para formar un hogar, pero las circunstancias lo obligaron, pues, su esposa estaba embaraza de gemelos y pronto a dar a luz.

El muchacho no era muy amante del compromiso laboral. La mayoría de las veces no se presentaba a su trabajo o llegaba sumamente tarde a él, producto por el cual quedaba desempleado. Y así iba de empleo en empleo, sin éxito ni ambición de progreso.

El 8 de enero de 1935 llegaron al mundo los gemelos, pero el pequeño Jesse Garon, el primero de ambos, nació sin vida treinta y cinco minutos antes que su hermanito, también del mismo sexo.

Si bien este triste episodio golpeó fuertemente la vida de los jóvenes mancebos, por otro lado, fue un alivio en su economía familiar. Tal vez ha sido por ese motivo por el cual ellos se aferraron abiertamente a la iglesia cristiana conocida como la Asamblea de Dios, del movimiento protestante.

Debido a la extrema pobreza que Vernon llevó a su familia por sus escasos hábitos laborales, en muchas ocasiones el matrimonio se vio forzado a depender económicamente de la ayuda procedente de vecinos y del gobierno.

Elvis venció su timidez y se convirtió en una estrella mundial eterna.

En muchas eventualidades, era Gladys quien decidía por el destino de su familia ya que su marido era nada confiable. Tres años después del nacimiento de su hijo, Vernon adulteró un cheque escrito por el dueño del terreno en donde tenía plantada su vivienda, y este hecho delictivo lo llevó a purgar una condena de ocho meses en prisión, por lo que Gladys y su hijo debieron mudarse a vivir con unos parientes.

Como la mujer estaba entregada a la religión y concurría diariamente a su iglesia, el pequeño gemelo comenzó a hallar su primera inspiración musical en la casa de Dios. Tal vez fue un llamado divino lo que lo llevó a amar ese arte.

El pequeño contaba con seis años de edad cuando ingresó, en el mes de septiembre, al primer grado en la escuela East Tupelo Consolidated, en donde sus maestros los consideraban un alumno promedio, ya que no se destacaba en ninguna disciplina.

Ella advirtió que su aprendiz poseía ciertas habilidades en el timbre de su voz, y esto la motivó a invitar al niño a una competencia de canto

Cierto día su maestra quedó anonadada al escuchar el canto del pequeño en los rezos matutinos con la interpretación de la canción de estilo country, del cantante Red Foley, “Old Shep”.

Ella advirtió que su aprendiz poseía ciertas habilidades en el timbre de su voz, y esto la motivó a invitar al niño a una competencia de canto. Tras haber hablado con la mamá Gladys, ambos aceptaron la propuesta. El concurso se llevó a cabo y el niño gemelo cantó para todo el auditorio con gran aceptación.

El purrete tenía una hermosa voz, pero era sumamente tímido y su personalidad le impedía presentarse ante un público multitudinario

El purrete tenía una hermosa voz, pero era sumamente tímido y su personalidad le impedía presentarse ante un público multitudinario. Aun así, el niño logró el segundo puesto en el certamen, y eso lo marcó para siempre, pues, a muy corta edad ya deslumbraba con su canto.

De ese concurso pasó a competir en muchos otros más. El 3 de octubre de 1945, cuando el gemelo tenía ya diez años, compitió en el Fair and Dairy Show, llevado a cabo en Mississippi-Alabama, y fue esta su primera presentación en público.

Un clásico de clásicos, el «Rock de la cárcel».

El niño hizo su presentación vestido como cowboy, y debido a su pequeña estatura se vio forzado a pararse en una silla para alcanzar el micrófono, e interpretó la canción “Old Shep”.

Los participantes fueron muchísimos, de todas partes del país, y el niño gemelo logró el quinto puesto y un enorme reconocimiento. Cuando cumplió sus once años, el pibe pidió de regalo una bicicleta o un rifle, para jugar con sus amiguitos, pero recibió a cambio su primera guitarra.

“Era consciente que le costaba mucho cantar con un público presente porque su timidez lo cohibía en demasía y presentía que jamás lograría subir a un escenario”

Si bien él no tenía experiencia con ese instrumento musical, aprendió de sus tíos y del nuevo pastor de la iglesia familiar. Allí él ponía en práctica su hermosa voz cada domingo, aunque era consciente que le costaba mucho cantar con un público presente porque su timidez lo cohibía en demasía y presentía que jamás lograría subir a un escenario.

Cuando debió cursar sexto grado, su madre lo cambió de escuela, y lo envió a Milam. Debido a la condición social del niño, pues vivía en un barrio afroamericano, era considerado un muchachito marginal.

Al año siguiente el gemelo comenzó a llevar su guitarra al colegio, casi a diario, y se dedicaba a tocarla y a cantar durante los almuerzos. Si bien esto era agradable a los oídos de sus amiguitos, el resto de los estudiantes del instituto solían burlarse del niño cantor, considerándolo un “niño roñoso” que tocaba música hillbilly, la madre de la música country y bluegrass.

Pero el gemelo no se dio por vencido. Algunos amiguitos lo llamaban “loco por la música”

Pero el gemelo no se dio por vencido. Algunos amiguitos lo llamaban “loco por la música”. Comenzó a ser un gran seguidor del espectáculo de Mississippi Slim, en la estación radiofónica de Tupelo Welo.

Cuando tenía doce años, Slim le programó dos presentaciones radiales. En la primera, el niño quedó impávido, sobrecogido por el pánico escénico. No le salieron las palabras, quedó paralizado. Esa primera experiencia fue tétrica para el niño. Quizás debía comprender que jamás podría con su personalidad, era muy tímido para enfrentar a un público muy exigente.

Tal vez debía colgar para siempre su guitarra o sólo cantar en su iglesia. Pero el gemelo sintió que debía afrontar sus miedos, vencer sus desconfianzas.

A la semana siguiente aceptó nuevamente la invitación y se presentó al programa radial, venció sus temores, cantó como un rey, un verdadero rey de la música y el canto.

(El resto, el resto es historia.)

Ilustración: Sabina Bompani.

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