[Historias] El bravo Juan Moreira y la cuadrera con un cacique

Escribe: Julio a. Benítez – benitezjulioalberto@gmail.com

Llegó Juan Moreira en un zaino agitado, huyendo de la partida policial, acompañado por Julián Andrade, un jugador de turbia fama.

Bajó de su caballo y como desde adentro de la melena, Juan Moreira dirigió la mirada al cacique Justo Coliqueo, que le estrechó la mano.

Luego desensilló y buscó guarida en el boliche El Argentino de don Electo Urquizo (1), fundador de Los Toldos, en el paraje conocido en ese entonces como Tapera de Díaz.

Don Urquizo, laborioso hijo de Josefa Urquiza, una sirvienta violada, apuntaba en sus memorias: “Yo soy varón, por eso soy Urquizo”.

Allí, en ese negocio, se alojó Moreira 15 días y se dedicó únicamente a cuidar a su parejero, cómo recuerda el pulpero: “No le noté ningún rasgo de hombre criminal, eso sí lo delataba como hombre de pelea pues estaba armado hasta los dientes. Tenía trabuco, revólver, facón a la cintura y otro llamado caronero y un puñal chiquito para churrasquear.

Nunca quiso dormir adentro, sólo al aire libre, junto a la estaca donde estaba atado su caballo zaino, pues decía “que él era su único amigo fiel”.

El cacique amigo

Justo Coliqueo era cacique de un pueblo de indios, de los considerados amigos. Al igual que su padre, Ignacio, había apostado a la diplomacia como alternativa de paz, y días después de que aquél muriera en una rodada, asumió el liderazgo de la comunidad.

El tiempo quiso que el cacique y el recién llegado Moreira trabaran amistad y como la mayoría de las cosas importantes del campo giraban en torno al caballo, pronto estuvieron comparando amistosamente, a sus montados.

Familia del cacique Coliqueo, con quien Moreira trabó amistad.

El caballo de Coliqueo era un famoso ruano, que, por tratarse del caballo del cacique, era el más fuerte de todas las manadas y había sido entrenado sin tregua, con paciencia y disciplina, a la usanza de los hijos de la tierra.

De manera que acordaron disputar una carrera para emparejar opiniones, razón para que se organizara una carrera, la cuadrera. Cinco mil pesos sería la excusa y como reguero de pólvora se corrió la voz en todo el pago y enseguida se supo que se realizaría el 15 de diciembre de 1872.

Dos días antes de esa fiesta criolla empezaron a llegar de todos los rincones, de Bragado, 9 de Julio, Junín y 25 de Mayo, gauchos matreros, cuatreros y jugadores, también hombres pacíficos, “engominados” para la ocasión.

La contienda

Era un hormiguero de gente y al pulpero le resultaba complicado defender la mercadería y atender a los ansiosos paisanos al mismo tiempo. Afuera se habían improvisado cuatro canchas de taba y tres mesas de monte a la baraja.

Los jugadores, cristianos e indios por igual, habían gastado su dinero y “para conseguir más en préstamo – según el pulpero Urquizo – depositaron sus prendas, que consistían en riendas, estribos, chapeados, pretales, rebenques, frenos, facones de plata, tiradores con botonadura de plata y oro, lazos, ponchos, cojinillos, sobrepuestos, boleadoras, fajas, ligas pampa, revólveres, trabucos, todo esto empeñado para jugar a la taba y a los naipes”.

Las carreras cuadreras, una tradición de las pampas argentinas.

El mismo Julián Andrade, que había llegado con Moreira, hacía de las suyas supervisando como “coimero” oficial de la casa y cobraba además las comidas a los jugadores, y en esos días llegó a juntar unos 30 mil pesos, que jamás le entregó al pulpero.

La carrera sería de dos leguas. La ginebra corría, carcajadas, aplausos, gritos y ruido de botellas rodeaban la cancha y el día estaba espléndido.

Los dos jinetes estaban listos, sus caballos nerviosos, pidiendo rienda a cabezazos.

Largaron y todas las miradas perseguían a las dos siluetas mientras desaparecían tras la polvareda.

El destino, inevitable y obediente, lo llevó primero a la meta. El caballo de Moreira ganó como por media cuadra de distancia.

La suerte

Habrá sido la suerte que quiso acompañarlo en la tapera de Díaz, que lo traicionó en la otra pulpería, La Estrella, también de Lobos, cuando lo mató el sargento Andrés Chirino, integrante de la partida policial que lo había localizado.

(1) Electo Urquizo, nacido en 1847, era tucumano, de origen humilde, que a fines de la década de 1860 emprendió viaje a Buenos Aires. Luego de instalarse en la zona, en la frontera bonaerense, abrió allí una pulpería, El Argentino, diferenciándose así de los demás pulperos, que eran españoles. Fue tal su éxito comercial, que tuvo la posibilidad de abrir varias sucursales en otros lugares y sobre esa base de su actividad, Urquizo se consolidó económicamente, a tal punto de ser el fundador del nuevo pueblo de Lobos.

Fuente: Portal revisionistas.com.ar      

        

Las fotografías de: Familia del cacique Justo Coliqueo, del año 1865, (gorra con franja blanca ancha) y de don Electo Urquizo, pertenecen al “Museo de Arte e Historia de la Ciudad de Lobos”, provincia de Buenos Aires.

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