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[Historias] La leyenda del perro (que extraña a su amo y provoca accidentes)
Escribe: Prof. Luis Luján
Nadia Párraga y Carlos Ariel González nos comentan que el verano en Villa Nueva es muy caluroso, si bien no es una zona tropical pero la sensación térmica promedio de ese verano de 1990 rondaba en un promedio de 43º a la siesta.
No caminaba un alma a las tres de la tarde por la ciudad. Todos estaban en sus casas durmiendo la siesta, o en la pileta de algún club o, directamente, en la costanera de ese río que atraviesa y une las dos ciudades hermanas.
En una de esas tantas siestas se presentó lluviosa y muy gris. Fue ése el motivo por el que cuatro amigos adolescentes decidieron cambiar el día de pileta por una estupenda tarde caza.
Fue así que montaron sus bicicletas, cargaron sus armas y, acompañados por una jauría, salieron por la ruta rumbo hacia un monte que estaba en medio de las localidades de su Villa Nueva y Sanabria, en un campo situado a tan sólo cinco kilómetros de allí.
Uno de ellos recuerda con agrado aquel día porque estrenó su rifle que había recibido de regalo de cumpleaños. Dejaron sus vehículos a pedales junto al terraplén de las vías muertas del ferrocarril y se adentraron al monte a vivir su aventura de cazadores furtivos.
Tal vez la aventura consistía en ingresar ilegalmente a una propiedad privada sin la debida autorización, considerando que, a esas edades doradas, todo lo que se pudiese transgredir era una hermosa sensación de libertad.
Ya no les bastaban las cañas de pescar mojarras para alegrar momentos de aburrimiento como cinco años antes, en su infancia. Ahora las armas tenían ese otro sentimiento que les hacía sentir cierta seguridad y hombría.
Pero ese falso sentimiento de hombre bien macho tuvo que esperar otras oportunidades. Ya se habían internado varios metros adentro del monte cuando de repente oyeron un extraño sonido que se desplazaba a una gran velocidad, muy cerca de ellos.
Inmediatamente ordenaron a sus perros a cazar a cualquier animal que hubiese provocado aquello, y éstos salieron tras lo desconocido. Pero cuando los canes se dirigieron hacia esa dirección, otra vez el sonido hizo su presencia, pero en la dirección opuesta al que partieron los sabuesos.
Rápidamente los cuatro echaron sus escopetas a la cara y apuntaron sobre los arbustos y yuyales desde donde provino esa monotonía. Se miraron unos a otros sin que nadie tomase una decisión. Mantuvieron apuntando hacia la nada por varios minutos, pero no se atrevieron a avanzar.
La mayor sorpresa provino cuando los perros regresaron a toda velocidad ladrando despavoridos, y huyeron del lugar abandonando a sus respetivos amos. Esto provocó en ellos un temor generalizado. Pudieron observar que los canes habían dejado un rastro de sangre como si estuviesen heridos por causa de alguna pelea con otro animal.
Volvieron a escuchar nuevamente ese sonido, pero esta vez les fue factible observar una sombra que se desplazaba a gran velocidad, y eso fue suficiente motivo para que los adolescentes abandonaran a toda prisa el monte, y juraron no regresar jamás.
Los años pasaron y los cuatro amigos afianzaron ese vínculo y solían ir a cazar en cada oportunidad que se les presentase. Cuando uno de ellos cumplió treinta años, recordando las andanzas de sus vidas, trajeron a sus memorias aquel hecho sucedido en aquel verano de 1990, y decidieron regresar a aquel monte a develar el misterio de esa sombra que tanto pánico había causado en sus adolescencias.
Esperaron el fin de semana siguiente y partieron hacia ese lugar de misterio. Como ya eran hombres responsables, se presentaron en la casa del cuidador del campo a solicitarle el debido permiso para cazar en ese monte, pero el sereno les dijo que estaba totalmente prohibido realizar cualquier actividad allí.
Entonces los amigos le comentaron aquel suceso que había acontecido quince años atrás recordando los tristes momentos vividos en ese monte.
Fue allí en donde el cuidador le anotició que hacía muchos años, el dueño del campo había encontrado a un cazador ilegal en ese monte y, ante la negativa del otro hombre de abandonar su territorio, éste le disparó con su escopeta dándole muerte, y también intentó matar al perro que estaba con él, pero el animal huyó perdiéndose en el monte.
El relato del hombre fue que el perro jamás abandonó el monte en busca de su dueño. Se dice que can creció de manera descomunal y que, desde ese entonces, se desplaza de un lugar a otro y sólo pueden ver su sombra.
Lo cierto es que, según las estadísticas registradas arrojan como resultado que, la mayoría de los accidentes automovilísticos en ese tramo de la ruta que una a la ciudad de Villa Nueva con la localidad de Sanabria, son producidos por el perro que, aún buscando a su dueño, cruza la ruta provocando accidentes, siempre en esa misma dirección en donde habían matado a su amo.