«La Legua»: el recordado boliche que también fue escuela

Escribe: Julio A. Benítez – benitezjulioalberto@gmail.com

El diccionario de la lengua castellana dice que “Boliche” es una “Tienda donde se expenden y consumen comestibles y bebidas” y que una “Legua es la medida de longitud equivalente a 5.572,70 metros” siendo considerada, también, como “La distancia que puede recorrer, caminando, un hombre o un caballo, en una hora”.

En algunos lugares, de acuerdo a la conveniencia estatal y al tipo de terreno, escarpado, montañoso o llano, puede considerarse desde los 4.000 a los 7.000 metros.

En nuestra provincia, por ley del año 1864 se estableció su longitud en 5.202 m., mientras que otras provincias la determinaron en 5.196, pero siempre se ha calculado que, “una legua=5.000 metros”.

El Boliche

A esa distancia, medida desde la estación ferroviaria de Villa María, en sentido hacia Córdoba, frente al paso a nivel y del lado norte del trazado ferroviario, hacia 1900 el inmigrante italiano don J. Berta compró los terrenos que limitaban con el alambrado perimetral de las vías y construyó su casa y salones para venta de bebidas y comestibles, que sería luego el emblemático Boliche de la Legua, y donde la firma Domene Hnos., anexó una carnicería.

La empresa ESSO instaló un tanque con medidor manual para suministro de combustible, ya que, por el lado sur de las vías, era el camino de tierra desde y hacia Córdoba, antes de la existencia de la ruta nacional Nº 9, recién inaugurada en 1939.

Hacia 1930 don Manuel Rodríguez alquiló el negocio, al que concurrían los vecinos y tamberos de la zona para realizar sus compras, entre otras familias, los Mesana, Bertea, Perrachia, Gaveglio, Ortega, propietarios de fracciones de campo que no superaban las 100 a 120 hectáreas, quienes vendían su producción a la “Cooperativa Pionner”, cuyo presidente era don Aldo Gaveglio y el síndico don Manuel Ortega.

Vecinos reconocidos

Cruzando las vías, del lado sur del camino a Córdoba, tenía su campo don P. Salaberry y hacia el oeste estaba la Estancia Santa Teresa, de 400 hectáreas, propiedad del matrimonio compuesto por el doctor Enrique Martínez y su esposa, villamariense, doña María Teresa Fernández Voglino.

Como hecho anecdótico histórico, recordaremos que el doctor Martínez fue gobernador de nuestra provincia a partir de 1928, cargo que ocupó cuando le ganó en las elecciones al doctor Julio Argentino Roca (h).

Y esta anécdota se prolonga, dado que al fallecimiento del vicepresidente de la República y presidente del Senado de la Nación, don Francisco Beiró, el doctor Enrique Martínez fue nombrado provisionalmente en su reemplazo por el Congreso de la Nación, en sesión del 12 de octubre de 1928 y que, además, por enfermedad del prresidente don Hipólito Yrigoyen,  el doctor Martínez fue presidente provisional de la Nación por 48 horas y quien enfrentó a la “revolución” del 6 de setiembre de 1930 encabezada por el general José Félix Uriburu.

Cambios por la ruta

En el año 1932, con el proyecto de la construcción de la futura ruta 9, el gobierno expropió los terrenos que daban al alambrado del ferrocarril, por lo que todos los vecinos debieron achicar sus terrenos, alejando su límite hasta donde marcaba la expropiación, y donde don Berta construyó su nueva casa y el nuevo boliche.

Hacia 1940 alquiló ese espacio comercial a don Fernando Giménez que con su esposa atendían al público y los días feriados o domingos allí se disputaban partidos de fútbol, de bochas, de truco, carreras de sortija, cuadreras, en fin, un lugar tranquilo como pasatiempo para los obreros del campo y sus familias.

Don Giménez, quien alquilaba el boliche, con su esposa (sentada) y la maestra a un costado.

Los bailes eran amenizados por la orquesta de don Gagliardi con su piano, el que era transportado por el cochero don Bustos en su mateo (medio piano afuera, del lado de la banquina) quien era el baterista, y como cantante actuaba Soledad, acompañados por el dueño del boliche, don Giménez, con su acordeón.

La escuela

Como la escuela les quedaba lejos a los chicos de esa zona, un día llegó una señorita, que vivía con sus padres cerca de allí. Era la joven Clotilde Irene Müller, nacida en Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires, quien le dijo a don Fernando: “No soy maestra, pero es mi deseo que los niños aprendan lo que yo pueda enseñarles, le alquilo las dos habitaciones que están desocupadas, en una daré clases y en la otra viviré yo”. Desde 1939 comenzó con su tarea.

Llegó a tener quince alumnos por la mañana, hasta cuarto grado. Además, era costurera y atendía las confecciones que requerían los vecinos y por la tarde enseñaba ese oficio a un grupo de unas dieciséis niñas.

El autor de la nota con doña Clotilde, la maestra.

Seño Clotilde

El Regional entrevistó a doña Clotilde que vivía en el barrio Belgrano, se mantenía lúcida y con numerosas anécdotas para contarnos, como el día que llegó el director de la Escuela Oficial de Tío Pujio, para decirle que su escuelita no estaba habilitada, había que cerrarla y los alumnos debían concurrir a la escuela del boliche de don Puga, camino a San Francisco, ruta 158, o a las 4 esquinas calle Buenos Aires.

La señorita Clotilde le imploró casi de rodillas, que no hiciera eso, que a esos niños les quedaba lejos, muy lejos, y no podrían seguir estudiando. Entonces, revisó algunos cuadernos, conversó con los chicos y advirtió que verdaderamente esos niños estaban aprendiendo correctamente y le dijo: “Está todo muy bien, puede continuar con su actividad en este lugar”.

Todo un mérito para la maestra, que recibió esa noticia como el mejor regalo para sus niños, cuyos rostros y nombres aún recordaba… había dejado de dar clases en 1945.

Y en 1946, a los dieciséis años recién cumplidos, inició sus tareas de nueva maestra la señorita Mercedes Sgrecci, oriunda de Dalmacio Vélez, que vivía cerca del campo de aviación, hasta 1949, cuando la escuelita cesó su actividad.

Entonces, ya se daba clases hasta sexto grado y se regía por el programa oficial proporcionado por la dirección de la Escuela Florentino Ameghino, donde rendían en condición de libres.

Seño Mercedes

Tuvimos oportunidad de contactarnos con Mercedes, cuando había cumplido 78 años, que vivía en Córdoba y se mostró muy gustosa en colaborar, enviándonos fotos y, como doña Clotilde, se acordaba de los nombres de los estudiantes.

Fueron alumnos, en distintos años, entre otros: los hijos del tambero Adelqui de la ya nombrada Estancia Santa Teresa, continuando con “Titi” Salvador, José Dolfi, hermanas Miraglio, hermanas Giménez, hermanas Vila e Irma Acoroni, Luis Garatea, Luis Sgreccia, Hugo Foruria, Ítalo Mana, “Cacho” Mana, Olga   González, Olga Tais, Selva y Eva Arce, Hilda y Elba Ortega, Eloy González, Miguel Bertea y Carlos Ortega.

Hacia 1950, don Pedro Negro se hizo cargo y aproximadamente en 1970 las habitaciones que habían cobijado a niños deseosos de aprender, se destinaron a otras actividades, que fue cuando cambió la historia del ex Boliche La Legua.

Fuente: Investigación del autor. Colaboró Carlos “Gitano” Ortega Q.E.P.D.

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