Los ídolos también se mueren
Escribe: Cristina Pablos
El 25 de noviembre de 2020 murió un hombre y nació la leyenda, Diego Maradona (60), demasiado joven para morir.
Todo el mundo, en especial la Argentina entera y Nápoles, en Italia, lloraron su partida. Todos se olvidaron del Covid, se dejaron el barbijo en casa y salieron a las calles en demostración de amor y desconcierto. Nadie podía creer la muerte de Dios. También Maradona se creyó Dios.
Se sentía invencible, inmortal; siempre gambeteándole a la muerte, como hacía con la pelota y sus rivales. Referente mundial, aun en los lugares más lejanos, con sólo nombrarlo, se te abrían todas las puertas, caían las barreras del idioma y una sonrisa se nos dibujaba en el rostro.
El futbolista estrella era también el incorrecto, el transgresor, el controvertido, cruelmente sincero, caminando siempre por la cornisa. Así fue; arrollador, intenso, tanto dentro como fuera de la cancha. Todo lo vivía con una vehemencia admirable y temible. Padre amante de sus dos hijas y de los otros que tuvo, reconociéndolos a todos, incluidos los tres cubanos.
Maradona no tenía filtros; tenía que decir algo y lo decía, aun ante el mismísimo Papa, gustara a quien le gustara y doliera a quien le doliera. Fue su propio depredador, hablando de su salud. Toda la inteligencia que tuvo para el fútbol contrastaba con su generosidad y su ingenuidad que lo llevaron a rodearse de personas que lo usaron, por lo cual sufrió grandes decepciones.
De cuna humilde nunca olvidó sus orígenes como “Pelusa” en Villa Fiorito. Sus ídolos fueron sus padres, doña Tota y don Diego, especialmente su madre.
Diego Maradona fue la persona que más momentos de felicidad brindó al pueblo argentino, la misma que a él le costaba encontrar.
A pesar de la cantidad de hijos que tuvo, en el momento de su muerte estaba solo. Por supuesto que fue una muerte inesperada ¿o no? Creo que Maradona murió de tristeza.
No me gustó en absoluto el uso político que se hizo de su muerte. El velorio en la Casa Rosada- que, para mí, no correspondía- donde millones de personas, apretujadas, semidesnudas, sin barbijos la mayoría, pugnaban por darle su adiós.
Y pensé en todas las Solange, las Abigail, los Ortiz de San Luis, los varados de Formosa y tantos otros que no pudieron siquiera ver a sus muertos más queridos.
Lamentablemente, el velorio se desmadró y todo terminó en un fenomenal desorden: eso es la Argentina, como la vida de Diego.
Para completar el papelón que recorrió el mundo, el jefe de gabinete y la ministro Frederic echaron todas las culpas a la policía de la ciudad de Buenos Aires y hasta a su propia familia.
Cuando lo único que tendría que haber dicho el gobierno eran tan sólo dos palabras: ¡Perdón, Diego!
4 comentarios en “Los ídolos también se mueren”
Excelente!!! Cómo siempre.
Muy interesante la nota querida Cristina!!!!! Abrazo
Excelente Cristina. Felicitaciones!
Muy buena nota amiga querida… así es vivió rápidamente como si supiera que sus padres lo esperaban en la nube Maradona. Gracias Diego!!! Gracias Cristina!!!