Puente Perón: el óxido y la herrumbre desnuda la desidia de los gobernantes

Escribe: Miguel Andreis

El 8 de octubre de 2013, Villa María y Villa Nueva eran testigos presenciales de una de las más importantes y funcionales obras con que se dotaba a las dos villas, la inauguración del nuevo puente “Juan Domingo Perón”.

Como intendente de Villa Nueva se encontraba Guillermo Cavagnero y, por Villa María, en su tercer mandato, Eduardo Accastello. Fue tomado como una fiesta y así debía ser. Era un emprendimiento imprescindible. Sustancial.

Una de las voces oficiales que se expresó dicho acto, fue la del vicepresidente de entonces Amado Boudou, en representación de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Durante más de diez años se gestionó tal obra.

Como un dato anecdótico o no tanto, la cartelería que bordeaba a la construcción exponiendo su costo, fue cambiada en sus valores en tres oportunidades, de 8 millones originales se terminó con una tercera que había elevado su edificación a los 28 millones de pesos.  Cuatro veces más.

Lo que decía Boudou:

“Porque todos sabemos que tenemos que prestar mucha atención, en la Argentina amamos y admiramos a los cordobeses, porque son argentinos con su industria, con su música, con su fútbol, con su universidad, pero no es el cordobesismo.  

Lo que hace grande a la provincia de Córdoba es formar parte de una República Argentina que tiene un proyecto nacional que defiende los puestos de trabajos todos los días y eso tiene un nombre: hoy el nombre es Cristina Fernández de Kirchner y eso es lo que estamos celebrando aquí”.

Para la apertura llegaron dirigentes de distinto orden en lo nacional y lo provincial. En realidad, tal emprendimiento no solo les daba a ambas partes del Ctalamochita un nuevo y dinámico paso, sino una estructura exponencial en lo estético. Especialmente de noche con luminarias superlativas en lo atractivo.

Corroído

Lo cierto es que parece que la dirigencia política de ambos municipios, ha lanzado al olvido a la formidable plataforma. Solo bastará recorrer el J. D. Perón para observar la desidia con la que se ha tratado a tan elemental obra.

Todo parece indicar que siete años después desdeñaron algo tan elemental como es su mantenimiento. Solo es necesario recorrerlo de a pie para observar que, en lugares específicos, como son las cabeceras, la herrumbre y el óxido ha comido chapas (de dos o tres milímetros), algunas de ellas con agujeros que las traspasa de lado a lado.

Profesionales en la materia, ingenieros, nos indicaban que se puede apreciar que los tensores demuestran una falta de sustentación. Como si hubiesen perdido la tirantez original. “sin mantenimiento o inadecuado”.

Además, quien nos alertó sobre el tema, agrega que, a los tableros, donde están los rodamientos que hacen a la sustentación del piso, y los tensores, les ingresa agua, lo que pone en serio riesgo que el deterioro del material que allí se encuentra pueda generar situaciones no poco complejas.

¿Quién debe mantenerlo?

Desconocemos si tales trabajos dependen de técnicos de la Provincia o de la Nación, no obstante, el custodiar este paso, en las condiciones que se exige en la materia, es responsabilidad de los intendentes de ambas orillas. Martín Gill, por nuestra ciudad – en huida libre- y Graglia por la vecina.

Datos oficiosos nos señalaban que se le habría quedado adeudando a la firma constructora un valor aproximado a los 7 millones de pesos. Este medio no lo pudo comprobar, a pesar que los datos provenían de exfuncionarios.

Claro que esto no exime de la responsabilidad de ambos mandatarios. Estamos hablando de una gestión de elevado costo, además de lo que implica el mismo por su operatividad.

Es de esperar que nos sigamos encontrando en muchísimos lugares de la citada carretera, enorme cantidad de óxido. Algunas partes absolutamente corroídas. Contexto que nos estaría condenando a no tan largo paso, a consideraciones más serias y enormemente más costosas.

El ver cómo se ha pasado a la ingratitud y al desdén, al viejo Dalmacio Vélez Sarsfield, inerte entre las aguas y los yuyos que lo tapan, duerme su sueño eterno, olvidado y condenado, por los mandantes de turno.

Es de esperar ante esta imagen que no se repita un triste y perverso axioma del ex presidente Carlos Menem, solo que, en otra vertiente, aquello de “tren que para, ramal que se cierra”.

Señores mandatarios, el puente es de su absoluta responsabilidad… Comiencen por pedir auxilio a quién corresponda.

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