Como cada 12 de mayo, se conmemora el Día Mundial por la Fibromialgia, una compleja condición de dolor crónico que afecta hasta un 6% de la población mundial, impactando profundamente la calidad de vida.
Escribe: Verónica Falvo
Se trata de una condición que causa dolor generalizado acompañado de fatiga crónica, trastornos del sueño, alteración de la concentración (también conocida como “fibroniebla”).
También son frecuentes síntomas como la sensación de pesadez en las extremidades inferiores; rigidez generalizada (sobre todo al levantarse por las mañanas); insomnio frecuente; sensación de inflamación y hormigueos mal delimitados en manos y pies, en general son síntomas muy inespecíficos que por sí mismos no configuran un diagnóstico, pero que sumados nos hacen sospechar que hay una alteración en la percepción e interpretación del dolor.
Estos síntomas pueden estar asociados a otros problemas de salud: cefaleas, mareos, bruxismo, síntomas gastrointestinales, como síndrome de colon irritable, dispepsia, náuseas, costocondritis, asma, dolor en tendones, músculos, articulaciones, piel hipersensible al tacto o rose.Sensación de tener hematomas y/o la piel lastimada.
A puro dolor
Mi nombre es Verónica, hace 7 años padezco esta enfermedad. Comenzó como un dolor en la rodilla y en pocas horas me dolía desde el cráneo hasta los dedos de los pies. Tenía 35 años en ese momento y dos niños pequeños.
Me asusté mucho, no sabía qué pasaba. Solo sentía cada vez más y más dolor, al punto de pensar que iba a morir. Las costuras de la ropa, las sábanas, me causaban dolor, mucho dolor. Para salir de mi cama, me arrastraba por el piso hasta llegar a agarrarme de una pared, así llegar despacio y con mucho esfuerzo a caminar.

Por las mañanas me costaba mucho mover las piernas y los brazos. Se me caía todo de las manos, no tenía fuerza. Arrastraba las piernas, me costaba vestirme, no podía usar calzado, no toleraba el dolor.
Me molestaban los ruidos (hiperacusia), las luces (fotofobia), a la tarde ya no tenía energía. Yo siempre fui una persona muy, muy enérgica. Ya no podía cargar una mochila en los hombros, colar los fideos (me costaba levantar las ollas), ponerme medias, no podía agacharme… y muchas cosas cotidianas eran un esfuerzo enorme: todo, la vida completa.
Podía trabajar, pero mi volumen de trabajo disminuyó considerablemente, soy diseñadora gráfica free lance, ya que sentarme me hacía doler las piernas, la cadera, las rodillas. La silla me hacía doler los codos, a las manos no las podía usar con facilidad. Y así tenía que seguir con mi vida, trabajando, criando a mis hijos. ¡Fue muy duro, muy!
Idas y vueltas
Estuve un año consultando a médicos de diferentes espacialidades, 18 profesionales, me diagnosticaron otra enfermedad, me llenaron de remedios. ¡Gracias a Dios, fiel a mi intuición de mujer casi no los tomé!
Hasta que entre idas a la guardia de la clínica en plena madrugada manejando el auto como podía y visitas a médicos, la dra. Babini, reumatóloga, me diagnosticó fibromialgia. Comencé a investigar de qué se trataba y leía a otras mujeres que describían lo mismo que yo vivía.
Tiré los remedios a la basura y me contacté con Luisa Poppe, coach en alimentación. A los pocos días de cambiar mi dieta por completo, recuperé la temperatura corporal, muchas veces lloraba de frío. Un frío que no se pasaba con nada. De a poco fui pudiendo moverme con mayor facilidad, respetando una dieta estricta para desinflamar el intestino, entre otras cosas.
Subir montañas
Comencé a intentar caminar más metros… Leía que había mujeres (9 de cada 10 personas con fibromialgia somos mujeres), que estaban en silla de ruedas o postradas en una cama. Yo me dije a mí misma “yo voy a subir montañas”.
Recuerdo una tarde cuando logré caminar más de 50 metros seguidos, estaba feliz. Así comencé. Me caía… pero seguía. ¡Y logré ir a las montañas, a las sierras grandes, cargando una mochila! ¡¡¡¡Todo un logro!!!!
No paré nunca de salir a caminar, el ejercicio es fundamental, así como la alimentación saludable. Confieso que muchas veces deseé morirme, el dolor crónico en todo el cuerpo, que te duele como la muela… pero todo el cuerpo, es terrible.

Salía a caminar con sol, lluvia, viento, frío, calor… nunca paré, ni un solo día. Cuando tenía crisis más fuertes, caminaba más lento y menos metros, pero no dejaba de hacerlo.
Un día me dijeron “¿flaca vos corrés?” y me dije… ¿y por qué no corro? ¡Aunque sea 100 metros! Ese mismo día (¿creés en las señales? Yo sí), una amiga me dijo: “Te recomiendo una película, ¡se llama 100 metros!”.
Me emocioné mucho: es la historia de un hombre con Esclerosis múltiple que quería correr al menos 100 metros y así empecé de a poco. Imparable como siempre, con mucho dolor, corría llorando, pero no importaba, cada vez me sentía mejor y con más vida. Iba recuperando mi energía.
¡Empecé a entrenar en un grupo, eso me animó a competir en carreras de 10 km! ¡¡¡Y subí 4 veces al podio!!! ¡Mi podio real era de estar viva, de poder moverme! De salir adelante.
Disfrutar de las pequeñas cosas
Hoy, 7 años después de ese día que tuve mucho, mucho miedo de morirme y abandonar a mis hijos, mucho miedo por no entender qué me pasaba, miedo porque no me salían las palabras, no podía mover con facilidad los músculos que usamos para hablar, hoy hago vida normal, sigo alimentándome de manera consciente, hice muchos cambios en mi vida, ¡muchos!
Alejé a las personas que restaban y sigo solo al lado de la gente que suma. Sigo entrenando, subiendo montañas, corriendo kilómetros feliz y agradecida de que mi cuerpo responda.
Trabajo muchas horas sentada en mi PC (crío sola a dos adolescentes), diseño con alegría, porque cuando perdés algo como la salud, tu forma de vida, tu trabajo, tu alegría… valorás muchísimo poder hacerlo y agradecés a la vida.
Hoy recuperé todo, y mucho más crecida, más fuerte, vivo la vida disfrutando las pequeñas cosas, lo simple que es lo que llena el alma.
Aún hoy tengo crisis de dolor, pero cada vez duran menos y son más espaciadas. Solo las detonan las tormentas (duele cuando hay tormenta), y cuando algún hecho recuerda lo que me hizo terminar con esta enfermedad, la situación que causó tanto estrés que mi cuerpo colapsó.
Las mujeres estamos sobre exigidas al máximo en esta sociedad patriarcal, por eso somos más mujeres las que padecemos fibromialgia.
Animo a las demás mujeres que padecen esta enfermedad a que salgan adelante, que no bajen los brazos.
¿CAMINAMOS 100 METROS?