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[Opinión] Cuando la política se aleja del pueblo…
La Argentina vive una de las crisis más profundas de representatividad política, desde el retorno de la democracia. Los partidos, que alguna vez fueron espacios de debate, participación y construcción colectiva, hoy se han transformado en máquinas cerradas al servicio de sus propios dirigentes, divorciadas del sentir y las necesidades del pueblo trabajador.
Escribe: Abogado Carlos Cafure
Ninguno de los partidos que ocupa el escenario político actual defiende de verdad los intereses del pueblo argentino.
Detrás de los discursos patrióticos o las promesas vacías de campaña, se esconden los mismos objetivos: favorecer intereses económicos ajenos, mantener privilegios y conservar el poder a cualquier costo.
El resultado está a la vista: más desocupación, más trabajadores pobres, menos derechos laborales y jubilaciones de hambre.
Mientras las familias argentinas hacen malabares para llegar a fin de mes, los dirigentes políticos repiten fórmulas agotadas y discursos vacíos.
No hay renovación, no hay debate real.
Son las mismas caras de siempre, rotando de cargo en cargo, de partido en partido, como si la política fuera una empresa familiar.

En muchos casos, hace décadas que los mismos nombres dominan las listas, sin permitir la aparición de nuevas voces ni el surgimiento de verdaderas alternativas.
Las internas partidarias, cuando existen, son una simple formalidad.
No representan competencia de ideas ni participación democrática, sino pactos de poder entre los mismos sectores de siempre.
Los dirigentes parecen más preocupados por conservar su lugar que por transformar la realidad.

Han convertido la política en un espacio cerrado, donde el pueblo solo participa cada dos años para votar entre opciones casi idénticas.
El hartazgo social es evidente.
El pueblo argentino está cansado de promesas incumplidas, de la corrupción, del oportunismo y de la falta de compromiso real con los intereses nacionales.
Se percibe un clima de desconfianza generalizada, una sensación de que “nadie nos representa”.
Y esa percepción, lejos de ser un simple malestar pasajero, es el síntoma de un sistema que se ha vaciado de contenido.
Ha llegado el momento de una renovación profunda.
Es tiempo de nuevas personas, nuevas generaciones y nuevas ideas. De dirigentes que sientan el peso de la realidad, que entiendan el sufrimiento de la gente común y que se comprometan con una causa verdadera: la defensa de la Patria y la dignidad del pueblo argentino.
Sin esa renovación, la política seguirá siendo un reflejo del pasado, y no una herramienta para construir el futuro
