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[Argentinadas] Sobre peques e infancias: educando a los grandotes
Que «los chicos de hoy son más despiertos que los de antes», «hay que ver cómo manejan el celular«, «cómo usan las redes sociales y encuentran lo que quieren”; “los chicos de hoy elijen qué hacer y cuándo”. “A los dos años entienden todo, te dicen qué hacer, mandonean como adultos, exigen” …
Escribe: Raquel Baratelli
A ver, viejos, dejémonos de tanto biribiri, los peques de hoy, de ayer y de siempre fueron, son y serán muy despiertos, es que están creciendo y sus neuronas van a mil por hora. Como cachorros que son, tienen que entender lo que pasa a su alrededor, desarrollar sus capacidades y adquirir habilidades que les permitan crecer y vivir en este mundo. ¿Cómo lo hacen? principalmente imitando a quienes están a su alrededor.
Aprender a caminar, a hablar, a compartir, a lidiar con las emociones, a expresarse, por natural y lógico que parezca, no es moco de pavo. Y aunque vos no te acuerdes, todos pasamos por lo mismo. Dicho esto, los adultos debemos entender que educar es estimular y acompañar el desarrollo de los niños; que el desarrollo es dinámico y que la primera y mejor herramienta para estimularlo es el juego.

Jugar es experimentar, descubrir, inventar, crear, resolver y sobre todo aprender. “Adultizar” la infancia creyendo que a los dos o tres años, un peque ya tiene la autodeterminación suficiente para decidir sobre aspectos de su vida porque lo vemos más inteligente frente a las pantallas, es desligarse de la responsabilidad que nos toca como adultos.
Resultará cómodo darles un celular y permitir que se pierdan en las pantallas y los teclados, imitándote, así están quietos, comen lo que les des y no hacen ruido, tampoco desarrollan empatía ni interés por los demás, no adquieren autonomía, ni desarrollan el lenguaje correctamente; tampoco canalizan sus emociones ni resuelven situaciones a su manera.

Las redes y las pantallas, lejos de favorecer el crecimiento, impiden el desarrollo de las capacidades intelectuales, motrices y emocionales propias, obstaculizan la adquisición y el entrenamiento de habilidades sociales, dándoles un falso sentido de bienestar. O sea, viejo, cómo explicarte que los chicos merecen algo mejor que nuestra inacción, el sedentarismo físico y el estancamiento mental que promueven las pantallas.
