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Alquilar el cuerpo para subsistir…
Escribe: Miguel Andreis
Villa María no expone los índices de pobreza que se observan en otras ciudades. Eso es lo que el cascarón de su arquitectura nos muestra. Sin embargo, es plenamente observable que no somos la excepción de lo que acontece en todo el país en cuanto a marginación. Las consecuencias no pasan desapercibidas, ni son gratuitas. Si bien nuestra urbe no tiene lo que se exponen como “villas miserias o de emergencias”, los espacios de la pobreza estructural se despliegan de otra manera. Y se ensancha año a año. Entre los parámetros comparativos puede citarse que en los últimos años casi se ha duplicado o triplicado el número de niños que se alimentan en comedores comunitarios. Ya sea por parte de escuelas públicas, instituciones religiosas y entes solidarios que hacen sus aportes. Esto queda como oculto. No referido. Se habla poco…
Rostro que no se visualiza
Otro aspecto que emerge como daño colateral, que desnuda la perversidad del contexto –no por el hecho en sí, sino por lo que implica en cada involucrado- es el crecimiento de mujeres pertenecientes a familias de constitución corriente, que, frente a la creciente desocupación, comenzaron a ejercer la prostitución.
Una cifra que se multiplica
Si bien no se conocen estadísticas oficiales –ni no oficiales- sobre la cantidad de aquellas que viven del alquiler de su cuerpo, trabajadoras sociales ligadas a la temática, si bien no quieren dar sus nombres, no ocultan en off, el notorio crecimiento de madres de familia que decidieron, y no solo por este contexto económico, sino que viene desde hace años, ser ellas las que afrontan el tener que llevar el alimento a las casas”
“Lo preocupante, explican las licenciadas, es que casi todas tienen hijos, que de día llevan una vida como cualquiera y por las noches se transforman y salen en la búsqueda del cliente que le permita el sustento básico”. Se las puede ver por distintos puntos de la ciudad y especialmente en aquellos donde el flujo de tránsito pesado es mayor. Los camioneros son “clientes concretos”, apuntan, claro que no los únicos y, la Ruta Pesada, aunque las casas de tolerancia están prohibidas, se las puede observar en las banquinas o veredas captando clientes…” “Nuestro trabajo siempre estuvo relacionado con chicas jóvenes, muy jóvenes, pero nunca como ahora nos encontramos con mujeres que, en casos, están cerca de los cincuenta o más. Esto no se vio nunca”.
Y agregan que en la charla con ellas lo primero que aflora es: “Mi marido se quedó sin trabajo y ya no hay ni changas para hacer. A la casa hay que mantenerla”. Acotan que no pocas reciben algún subsidio del estado, y que pertenecen a familias numerosas.
“Se da el caso de abuelas que tienen a su cargo nietos”. La pregunta es sí hay clientes para ellas, “la respuesta la genera la propia realidad, si hay ofertas es porque hay demandas”. Y remarcan “no es simple comprender la situación de estas mujeres, porque generalmente se las analiza desde una coyuntura diferente, menos comprometida y, seguramente, más cómoda”. No está ausente en el razonamiento “que en algunos casos más que en otros existe una predisposición a la ruptura de códigos establecidos sobre las costumbres y modos de vida”
Una competencia inesperada
Remarcan que “Se visitó viviendas donde se trataba de familias, humildes, perfectamente constituidas, y hoy la mujer, por imperio de las circunstancias, debió asumir un rol que consideraba como impropio”. Sobre la conducta que asume la familia, generalmente y en los primeros tiempos, es negar la actividad o que quede como un “acuerdo” entre la pareja. En una sola manzana, encontramos ejerciendo a tres mujeres que hasta dos años atrás tenían diferentes ocupaciones”.
Lo que antes se denominaba comúnmente casa de citas, hoy se encuentran con una “competencia” impensada hasta no hace demasiado tiempo. Los travestis que también se sumaron a la oferta. La ruptura de las redes sociales, la falta de una contención adecuada y las consecuencias de la exclusión no respetan ni pautas culturales y mucho menos sociales.
Ya la exposición en el comercio del sexo, ganó distintos puntos de la ciudad…
“Tratamos de no detenerlas porque sabemos lo que están pasando”
Y describen que “por ahí la policía miran para otro lado cuando son mayores. “Tratamos de no llevarlas detenidas. Sabemos por la que están pasando. A las menores se las lleva y deriva a quienes se suponen las pueden contener”.
La asistente social cerrando la charla cuestionó: “a veces se escucha decir el por qué no van a trabajar a casas de familia. La realidad que lo que gana una mujer sola no le alcanza para mantener sus hijos. No creo que a muchas de ellas, siendo madres de familia, les guste hacer lo que hacen”.
Más allá de las voluntades y las causas, la rigurosa realidad demuestra que no pocas apelan a esa forma de sustento como toda salida. El entretejido social revela un vacío cada vez mayor en su contención, lo que produce reacciones impensadas e impredecibles en sus consecuencias. Podrá debatirse sobre la cantidad, si es tan numeroso el núcleo de las que salen a prostituirse, como se dice o no, lo que no puede ya obviarse, es que estamos frente a nuevos paradigmas de sociedad. Se van destruyendo los códigos de convivencia, la insensibilidad nos va ganando y desde la política no se hace nada para cambiarla. Con la crítica sola no basta. Los resultados están a la vista… Las políticas sociales fracasan una tras la otra…
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