[Argentinadas] Inteligencia cero, el ideal de las castas de ayer, hoy y siempre

Escribe: Raquel Baratelli

Que difícil pensar en un futuro mejor, sostener utopías. Imaginar una vida sin sobresaltos y creer que mañana todo va a estar bárbaro cuando se está en un callejón cada vez más estrecho y con salida incierta.

Cómo se complica la vida de todos cuando los detractores de lo posible se dedican a poner piedras en el camino, cuando los crédulos son avasallados por el engaño y los egoístas parecen tener el poder de decidir sobre la vida de los demás.

Como se fueron diluyendo los deseos de vivir dignamente en comunidad, compartiendo con el otro y trabajando por el bien común.

Cuán complicado es intentar mantener la calma y la esperanza en el presente que transcurrimos, cimiento de un futuro mejor, si sólo con asomarte a la calle la realidad te cachetea a cada paso.

No quiero hablar de los últimos acontecimientos lamentables, de esta realidad dislocada, por un lado, la calle, por el otro los recintos.

Acá la vida difícil, en la que muchos pasan hambre y sienten la indefensión en carne propia, las complicaciones de los laburantes que no llegan a fin de mes, la clase media empobrecida, las empresas, las industrias la producción en jaque…

Allá, adentro, protegidos por sueldos y fueros los de siempre, tejiendo redes de acuerdos de poder, ensimismados en su propia vanidad. 

En este ascensor argento, más bien descensor, que reemplazó hace rato a la escalera social, derrumbada peldaño a peldaño, año tras año, la clase baja llegó al segundo subsuelo, la clase media ya bajó al primero… caminamos del hijo de obrero doctor al hijo de doctor, indigente.

En fin, viejo, no quiero ser mala onda, sabés que lo mío va por buscar lo bueno, entender que las cosas siempre pueden mejorar y que las utopías están para recordárnoslo, pero sostener esa visión es tan difícil hoy, como hablar de sensatez.

En este panorama de egos políticos encontrados, con gente interesada sólo en el mercado, necios que creen que todo pasa por números y porcentajes que suben y bajan.

Ególatras empeñados en sobresalir como sea, que pretenden infundir miedo a lo viejo, instalar la idea de que cuestionar decisiones tomadas unilateralmente es perjudicial y que ordenar significa eliminar todo, aún aquello que funciona, cómo sostener la esperanza de un futuro sin escuelas y universidades al alcance de todos.

Cómo pensar en mejorar sin educación, es que acá no es un tema de zurdos y diestros, de universidades para entenados, de docentes agremiados, de gente vaga, ni de ñoquis o extranjeros avivados.

No pasa tampoco por arancelar o subsidiar el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Se trata de quien la tiene más grande, simplemente de demostrar que el león todo lo puede. 

Negar la necesidad de un sistema educativo integral, inclusivo y de calidad, desfinanciar a la ciencia y la tecnología para el desarrollo de un país es negarse a crecer.

Es negarle la libertad a “la gente de bien”, es oponerse a la meritocracia de la que hablaban los que hoy acuerdan con el gobierno en socavar la posibilidad de una educación para todos, es cancelar la posibilidad de justicia.

Y más allá de los templos del saber, más acá de las marchas multitudinarias, las tomas y paros que puedan definirse en el plan de lucha por la defensa de lo público, está la necedad, la soberbia de creer sabelotodo.

Todo muy lindo, que los números de la macro se vayan acomodando, pero junto al déficit cero se logrará la inteligencia cero, ni artificial ni natural, porque no se puede pensar sin educación.

Ah, pero tantas veces escuchamos que los tipos que gobiernan necesitan corderos sumisos y brutos, para llevarlos hacia donde quieran, no, y bueh, mal que nos pese, chicos, ese es el ideal de las castas de ayer, hoy y siempre, llámense populistas, zurdos, fachos, “conservas” o libertarios.

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