La actividad se realizó en el Centro Vecinal del Barrio...
La empresa villamariense se quedó con el primer puesto en...
Se llevó a cabo una reunión de trabajo entre el...
Con una misa celebrada en la parroquia Nuestra Señora del...
En horas de la tarde de la fecha, Personal de...
Se puso en marcha la Copa Nacional Sub10 organizada por...
[Leyendas Urbanas] Los novios eternos de Villa Nueva
Escribe: Prof. Luis Luján
Villa Nueva es una ciudad que parece haberse quedado dormida en el tiempo. Soledad Ferreyra nos dice que si uno pasea por su plaza más céntrica y todo allí es igual al pasado que vino a perpetrarse en una continua postal de un tiempo que no desea despertar.
Quizás sea el río la musa de los sueños eternos que la mantiene así. En cambio, Villa María es su hermana menor que crece paulatinamente y corre detrás del progreso inminente.
Debe ser por eso que la gente de Villa Nueva es distinta, tal vez porque sus antepasados han sido siempre de aquí. Y es por eso que guarda en su viejo aguar de novias las reliquias que la enorgullece como ciudad.
Muchísimas anécdotas, mitos y leyendas inundan su folklore urbano de manera tal que su pasado glorioso revive aún en el consciente colectivo de la comunidad. Villa Nueva tiene identidad propia y, sus habitantes, son el tesoro más valioso que posee en donde conserva y revive toda su historia.

Quizás, entre las historias que más se ha hablado en esta ciudad, fue la de los primos que se suicidaron porque los obligaron a casarse entre ellos para conservar la herencia familiar. Así se tejió la leyenda urbana más popular de la región, sobre un hecho que paso hace más de un siglo y medio atrás.
Lo curioso de todo esto es que nadie puede afirmar si fue cierto o sólo una leyenda para dar respuestas a las dos tumbas que están de pie en el cementerio San José, de Villa Nueva, en el barrio Ctalamochita. Quizás lo que comente ahora ponga un poco de luz a la veracidad de esos hechos.
Hace unos quince años atrás, mi hermano caminaba juntos a unos amigos por el barrio en que vivimos, muy cerca del cementerio
Hace unos quince años atrás, mi hermano caminaba juntos a unos amigos por el barrio en que vivimos, muy cerca del cementerio. Se dirigían al kiosco a comprar algo cuando les sucedió lo inexplicable.
La tarde estaba llegando a su fin y la oscuridad caía lentamente sobre ese día de diciembre. Sobre los techos de la escuela vieron un reflejo, como una luminiscencia que le atrajo abiertamente la atención.
Los jóvenes, que eran cuatro, volvieron rápidamente la mirada hacia ese objetivo y pudieron ver la figura de dos seres extraños que se desplazaban a alta velocidad y desaparecieron delante de sus ojos.
Los amigos se miraron entre ellos sin comprender lo que había sucedido. No obstante, a eso, comentaron llenos de intriga sobre esa aparición. Pero al caminar unos cien metros más, otra vez se hizo presente esa extraña visión, sólo que esta vez pudieron contemplar con mayor nitidez la imagen de dos jóvenes, uno, varón, vestido con traje, levita negra, y sombrero, y la otra figura era de una joven mujer vestida de novia.
Minutos más tarde los vieron corriendo por los techos de unas viviendas y saltaban sobre el tejado de un galpón como si fuesen aves por el aire. Si bien los muchachos se asustaron, aun así, decidieron salir a su persecución.
Corrieron hacia donde supuestamente podrían divisar las figuras fantasmagóricas considerando la primera aparición, y la proyección de las otras, sin advertir que eso los estaba transportando directamente hacia el cementerio San José.
Cuando se hallaban a unos doscientos metros de la mencionada necrópolis villanovense, perdieron todo rastro de los novios. Entre ellos tenían que tomar una decisión importante, o regresaban a sus hogares a comentarles lo sucedido a sus familias, cosa que cabía la posibilidad de que no les creyesen, o continuar esa oscura aventura en búsqueda de lo desconocido.

Ya con los últimos rayos de sol, los cuatro amigos no pudieron tomar una determinación respecto a sus pasos a seguir. Se quedaron en silencio buscando una respuesta a los sucesos acaecidos.
Fue entonces que otra vez la luminiscencia de los novios hizo su aparición muy cerca de los muros posteriores del cementerio. Allí fue donde sintieron mayores temores. Observaron a la extraña pareja caminar de la mano, pero a una distancia de cien centímetros sobre el camino, pero en forma pausada, sin prisas, como incitando a los amigos a perseguirlos.
Así lo hicieron lo intrépidos curiosos. Corrieron hacia la pareja hasta estar a unos treinta metros, y allí contemplaron a los entes espirituales elevarse sobre el muro y desaparecer prácticamente sobre las tumbas de pie que yacen allí.
Quizás no muchos se enteraron de estos sucesos, pero mi hermano y sus amigos jamás olvidarán, mientras vivan, las experiencias más temibles, y tiernas a la vez, que tuvieron ese día.
Tal vez los primos que se hallan sepultados allí, según la leyenda, aún no descansan en paz, pero sí los sigue uniendo un sentimiento tan noble que aún después de ciento cincuenta años pasean por Villa Nueva tomados de la mano y viviendo lo que el destino les privó en su corta juventud.
También podés ver:

