Rebeca Giuliano, rescatista de animales: “Tenemos que apuntar a que la gente entienda el valor de la vida”

Rebeca es una defensora de los derechos de los animales. Junto con otros rescatistas denuncia maltrato animal en el Centro de Adopción Municipal (CAM) y entre los perros que estaban en el Hogar de Ancianos de Villa María.

Escribe: Iván Wielikosielek

Lo primero que dice Rebeca es que cuidar la vida animal es “una filosofía de vida”, no una profesión. “Considerando que todos somos naturaleza, hay que estar en armonía con todos los seres vivos. No sólo con los domésticos sino también con las plantas y hasta con los insectos”, me dice, mientras “Nur”, una de sus galgas rescatadas (“luz”, en hebreo), la mira como dándole la razón.

-O sea que empezaste de chiquita con los animales…

-Totalmente… De hecho, mis primeros recuerdos a la hora de jugar, son compartiendo mi tiempo con algún animal. En mi casa no había posibilidades económicas de otras cosas, pero compañía animal nunca nos faltó. Después vas creciendo y eso se va haciendo más fuerte. Mi compañero de vida, Mariano, está en la misma sintonía.

Pero no nos definimos como proteccionistas, justamente porque es un amor por la vida. Consideramos que todas esas clasificaciones y esos “ismos” separan a la gente en vez de unir.

-¿Y cómo se clasifican, entonces?

-Como seres libres y sin dogmas. Y seres que tampoco comen carne… (risas). Digamos que la alimentación puede ser un tema polémico también. Y eso tiene que ver con una coherencia de vida. Consideramos que el alimento es energía y la base de la vida, pero sin sufrimiento. Por eso no comemos animales.

-¿Cuándo empezaste a trabajar en rescates?

-No me acuerdo de la fecha exacta, pero cada vez que había un caso de animales perdidos o maltratados y de los cuales nos enterábamos por fotos, intentamos ayudar. Como no tengo redes sociales, me enteraba al ver estados de whatsapp. Y así fue cómo conocimos a muchas personas; por la búsqueda de algún animal tirado del cual nos informaban. Y entonces coincidíamos con otros que también querían ayudar.

-¿Proteccionistas?

-Si bien muchos eran proteccionistas declarados, no todos se definían así…. En Villa María hay mucha gente que ama la vida y los animales. Y con esa gente nos unimos para ejecutar acciones; ya sea organizar una rifa para pagar los gastos del veterinario, llevar alimento a algún perro callejero, dar un hogar provisorio a un perro rescatado o reclamar siendo sus voces…

“Lili”, madre de corazón atómico

-¿Hubo un caso puntual que te haya marcado?

-Sí, y ese fue el caso de “Lili”, el 2 de septiembre del año pasado. Me ocupé de que se conociera porque entendí que detrás del caso había una enseñanza muy profunda.

-¿Cuál es la historia?

-“Lili” era una perrita callejera que estaba preñada en barrio La Calera. Y un fin de semana, unos chicos con gomera le empezaron a tirar, llevándola adrede para el lado de la vía donde venía el tren. La máquina la choca, le amputa la pata delantera y le fractura la trasera. Una vecina ve todo y pide ayuda por las redes. Y así fue que nos enteramos… Yo colaboré con el traslado y desde que la vi a “Lili”, no pude dejar de ayudarla…

-¿Qué pasó con las crías?

-“Lili” tuvo sus seis cachorritos entre la operación y la amputación. Pero luego hizo una mastitis como producto del estrés y no los pudo amamantar. Así que, entre todos los que la ayudamos, alimentamos a los cachorros con mamaderas.

Ya le encontramos familia a cinco, y nos queda solo una perrita, “Pita”, de seis meses. “Lili” estuvo con sus crías sólo al dar a luz… Pero las lavó y las cuidó encerrada en el canil como si no tuviera una pata recién amputada, como si no sintiera ningún dolor; como si esos cachorros fueran la única cosa que importaba…

-¿Cómo siguió?

-Por esos días y cuando le sacamos las crías para alimentarlas, llegó a la guarde una cachorrita, a la que le pusimos “Pantera”. Y «Lili» la adoptó como si fuera hija suya también. Estaban siempre juntas, hasta que “Pantera” encontró un hogar…

-Hablabas de una enseñanza detrás de este caso…

-Sí, porque a “Lili” le pasaron muchas cosas debido a una acción humana; o si querés, por pura maldad humana. Me refiero a cosas que pudieron haberse evitado. Y eso es a lo que tenemos que apuntar, a que la gente entienda el valor de la vida y el amor hacia todos los seres vivos.

Hoy a “Lili” le estamos buscando hogar porque está en una guardería. Y esa es la otra paradoja. Ella, que tanto cuidó a sus crías y adoptó un animal que no era suyo, ahora está sin familia…

Mascotas “secuestradas” en el Hogar de Ancianos

-El sábado hubo una marcha autoconvocada a raíz de ciertos sucesos ocurridos en el Centro de Adopción Municipal (CAM)…

-Se debió a que, en noviembre del año pasado, en el Hogar de Ancianos Municipal “Roberto Velo de Ípola” pasó un hecho absolutamente irregular. Esto fue bajo la gestión del intendente anterior, Martín Gill.

-¿Qué fue, exactamente, lo que pasó?

-Que los abuelos tenían nueve perros a su cuidado desde hacía años, y eran sus animales de compañía. Pero ciertas personas que trabajaban ahí, se quejaban de esos animales. Y entonces terminaron siendo llevados por Seguridad Ciudadana al CAM, fuera de todo protocolo. Un abuelo salió a pedir ayuda a un vecino que se define como proteccionista. Y fue ese vecino quien viralizó la situación…

-¿Qué hicieron?

-Fuimos a pedir explicaciones al Hogar de Ancianos, y muchos coincidimos en la vereda. Ese fue el comienzo de un reclamo formal y presentación de notas en el Municipio, y luego en el Concejo Deliberante.

Nos presentamos en el palacio municipal, pero Martín Gill jamás nos recibió, ni dio explicaciones de la situación. Entonces nos enteramos que la perra doberman, a quienes los abuelos llamaban “Cata”, había desaparecido del CAM. Le pedimos explicaciones a Oscar Cabrignac, director en ese momento, pero el hermetismo fue absoluto.

-Y llegó la manifestación en la Municipalidad…

-Sí, pero además entregamos una nota con cientos de firmas de vecinos. Ese día nos cruzamos a Cabrignac y nos dijo que “Cata” había muerto… En cuanto a los otros animales, en el CAM se dio en adopción uno, mientras que a los otros los llevamos a guardería. Uno murió y los demás siguen encerrados.

-¿Qué pasó durante esta Intendencia?

-Este año, cuando asumió nuevamente Eduardo Accastello, nos llamó el secretario de gobierno, Marcos Bovo, junto con Valeria Suárez. Tuvimos reuniones con ellos, pero no pudieron darnos información sobre el presupuesto asignado a la problemática animal. Parecían desconocer los casos que le presentábamos, minimizando el accionar bajo la justificación de que “fue la gestión anterior”.

-¿Y qué les dijo el secretario de Gobierno?

-Bovo prometió devolver los perros al hogar, como así también construir caniles. Incluso nos dijo que se retomarían las castraciones interrumpidas por meses debido a la falta de insumos, ya que los precios habían aumentado. Nosotros le explicamos que eso no era una solución real, que los animales eran de los abuelos.

-¿Cuál era la «solución real»?

-Le dijimos que con esa vinculación había que hacer un trabajo serio y terapéutico, no sólo para los abuelos que habían perdido a sus animales, sino para los que ingresaran en el futuro, como así también para el resguardo animal.

Las empleadas del hogar decían que los animales les comían la comida a los abuelos y que un abuelo con úlceras tenía una garrapata en la herida. Eso nos alarmó sobremanera, ya que estaban hablando de una falta total de control en la institución.

Animales que curan

-Hablaste de un “trabajo serio” que debe hacerse en el Hogar de Ancianos…

-Sabemos y comprendemos que el Hogar de Ancianos es un centro de salud; pero está científicamente comprobado el beneficio terapéutico de los animales de compañía en adultos mayores.

Y más aún si éstos se encuentran institucionalizados. Pedimos que todo se dé en orden y con seriedad, con un trabajo terapéutico que capitalice esa vinculación, como se hace en decenas de lugares públicos y privados.

Al municipio le hace falta interiorizarse en asuntos psicoemocionales… Yo lo sé muy bien porque soy terapista.

-¿Qué proponés desde tu profesión?

-Para hacer un trabajo serio, hay que comprender ante todo, que los animales y los adultos mayores no son “cosas”… Los abuelos institucionalizados son seres en situación vulnerable que necesitan algo más que un techo bajo el cual vivir… Requieren afecto.

Y el municipio debe entender que los perros, en ese predio, son “animales de compañía”, por lo que deben vivir en buenas condiciones también, haciendo lo necesario para facilitar la vinculación entre ellos y los abuelos.

-¿Qué repercusión tuvieron ante estas sugerencias?

-Bovo se enojó cuando se lo planteamos. Le dijimos que, en un hogar de ancianos, nadie quiere animales encerrados en un canil. Yo hice prácticas profesionales en ese lugar y conozco las carencias de los abuelos, así como los beneficios que el vínculo con los animales les aportaría.

El lugar cuenta con un gran predio en el que podrían realizarse actividades que promuevan la salud; desde huerta y gimnasia hasta actividades con los animales.

-¿Con qué respuesta se volvieron del municipio?

-Bovo nos pidió que le presentáramos un proyecto; pero eso no es lo que corresponde. Los funcionarios son ellos. De hecho, en vez de hacer lo que se debe por normativa, el municipio sale a decirle a la sociedad que no está pasando lo que hemos visibilizado… Dicen que van a devolver los perros al hogar. ¿Cuándo? ¿En qué condiciones? Y eso nos preocupa aún más; porque estamos hablando de un municipio que no escucha, un municipio autoritario y egocéntrico…

-¿Cómo definirías lo sucedido en el Hogar de Ancianos?

-Fue un arrebato, un robo declarado de animales; porque esos seres tenían dueño. No es que pasaban por la vereda y se metieron al lugar de casualidad… Esos animales han convivido con los abuelos durante largo tiempo y han sido, inclusive, nombrados por ellos. Lamentablemente, no pudimos hacer que esos abuelos se acerquen a la comisaría y hagan la denuncia porque hay muchos que tienen miedo a represalias.

-¿Qué tipo de represalias?

-Ya ha pasado que, por hacer algún reclamo, han echado abuelos del hogar. A uno, inclusive, le negaron la comida. Y cuando nosotros estábamos en la vereda, a los abuelos que se acercaban a hablar con nosotros, los empleados los agarraban del brazo y se los llevaban adentro…

“Galgui”, o la mala praxis del CAM

-Otro de los reclamos del sábado pasado, fue la muerte de una perra en el CAM…

-Se trata de “Galgui”, que falleció por el incumplimiento de la función pública de quienes trabajan allí. Esta galga llegó en malas condiciones, pero pasó el tiempo y eso no se solucionó.

Cuando se conoció la situación terrible de la perrita, muchos intentaron ayudar; desde Maxi, un influencer que difundió la situación, hasta gente que se acercó a querer llevarla a una veterinaria privada.

-¿Y qué fue lo que pasó?

-Cuando se exigió que «Galgui» fuese entregada para tratarla, solo se obstaculizó el accionar, haciendo perder el valioso tiempo que el animal tenía. ¡Pasaron 24 horas hasta que se habilitó el traslado! Cuando se la llevó al veterinario, Galgui falleció enseguida. Y ahí fue que dijimos basta…

-¿Cómo funciona hoy el CAM?

-Es un lugar vacío de autoridades, porque, para empezar, el director tiene su oficina en el palacio municipal y no allá. La gente de la limpieza no te habla y los veterinarios no se destacan por su predisposición cordial para recibirte. De hecho, lo primero que preguntan es “¿qué venís a hacer acá?”.

-¿Y los recorridos?

-No se acompañan los recorridos ni te dan información cuando se la solicita… Es algo muy expulsivo… Y nosotros, como ciudadanos y contribuyentes, tenemos derecho a circular por ese lugar, que es público.

Además, necesitamos que alguien que recepte las dudas y cumpla la función de supervisar el correcto funcionamiento del lugar.

“All you need is love”

-¿Qué le piden al CAM, entonces?

-Algo muy simple: que cumpla con la ley y se enfoque en su razón de ser. Porque el CAM, como lo indica su sigla, es un “Centro de Adopción Municipal” reglamentado por ordenanza. Y debe funcionar como tal.

No estamos pidiendo nada raro, solo que se haga lo que corresponde… Ser un lugar de tránsito en donde los animales que llegan, sean cuidados, alimentados y se los ponga en condiciones para una próxima adopción.

-¿Qué cosas están faltando?

-Hace falta atención veterinaria pertinente, personal de cuidado idóneo, supervisión, seguimiento de cada animal, y una estructura edilicia que permita atender casos de virus y bacterias sin mezclar los animales. Y, por cierto, que el alimento sea de calidad. Además, que haya castraciones en un número que permita hacer frente a la problemática.

-Muchos aducen que hoy el CAM es un depósito…

-Exactamente. ¡Y El CAM no tiene que ser un depósito! ¡Tampoco una cárcel o un castigo! Sabemos de animales judicializados que están en un canil al fondo, en penitencia de por vida. Pedimos a los veterinarios que provean un cuidado integral del animal y que les den amor… No puede ser que se mueran ahí adentro…

-¿Hay desconocimiento de esta situación?

-El ciudadano promedio no conoce el CAM porque está alejado. Debería haber dispositivos intermedios, descentralización para la atención en los barrios, programas continuos de concientización y adopción. Si el municipio adhiriese a la red de políticas públicas como en otras localidades, no estaríamos con esta problemática hoy. Está comprobado el éxito cuando el trabajo es serio y no sólo un parche.

-Recién dijiste la palabra “amor”…

-Sí, porque nuestro reclamo está lleno de amor. No estamos pidiendo nada personal, sino que cuiden a los animales. El municipio tiene la obligación y los recursos para hacerlo. Nuestras manifestaciones siempre van a ser pacíficas. Sabemos que el reclamo tiene mucho poder y es muy legítimo. Los animales que se han muerto en el CAM, no van a volver a la vida. El municipio está haciendo acciones para minimizar nuestro reclamo, pero como no somos “seres de miedo”, no vamos a parar.

Llega el final de la nota y, tras informarme de la próxima convocatoria del sábado (el 27 de abril en Plaza Centenario de Villa María a las 20.30 horas) le pido a Rebeca una foto con “Nur”, que es parte de la casa y de su vida (las otras dos perras, “Bellota” y “Lexa”, duermen la siesta).

Le pregunté a Rebeca por la palabra “amor”, y me doy cuenta que esa pregunta no tiene respuesta. O que, en todo caso, la respuesta son los ojos de «Nur” mirándola a ella o a la cámara; acaso para decir, sin palabras, eso que los animales saben desde siempre y que los humanos hemos olvidado.

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