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[Argentinadas] El que tenga un amor que lo cuide… ¿Y la salud y la platita?
Escribe: Raquel Baratelli
Cánticos populares que uno tiene internalizados y reflotan en la mente en momentos de malaria, hay varios, pero en los tiempos que corren, éste, que habla de valorar el amor, no tomar frío y no ser derrochón, casi que lo tenemos a flor de piel.
A ver, chicos, por ahora dejemos al amor a resguardo, cada quien sabrá si lo tiene, si lo quiere tener o no; con la platita habrá que hacer lo que se pueda con lo que a cada cual le toque, porque parece que ya no hay y lo del temita cuidado de la salud viene un poco complicado.
En este mundo moderno, de cambios climáticos, bichos nuevos, necesidades y urgencias, mantenerse sano y a flote es una hazaña.
Hoy más que nunca, aquel que tenga salud, que la cuide y ni se le ocurra agarrarse algo. Hay que echar mano de cuanto método de prevención exista.
Quien tenga una urgencia médica está frito, parece que a partir de ciertas horas hay faltante de ambulancias, la guardia de cualquier nosocomio si no está saturada por “dengosos” o engripados, no tiene médico; las enfermerías no tienen insumos y la internación carece de cama.
Los especialistas no dan abasto, te dan turnos para cuando se te hayan ido los síntomas o hayas partido. Así las cosas, en el país de la salud pública modelo, los hospitales públicos agonizan, con sus edificios venidos a menos, escasísimos de médicos e insumos.
La gente que requiere ser atendida se la pasa peregrinando de dispensario en hospital, muchas veces sin diagnósticos certeros por averías en la aparatología necesaria, las especialidades médicas, laboratorios y servicios de rayos están al límite, los médicos y enfermeras no dan más y los ánimos de unos y otros andan por el piso.
Con este panorama y sin miras de pronto mejoramiento, lo aconsejable es cuidar la salud propia y la de los miembros de la flia. a toda costa, para lo cual habrá que reflotar viejos hábitos ancestrales que tras el auge de la farmacología moderna y la costumbre de la automedicación fueron quedando en el olvido.
Lo primero es la prevención, llegado el primer frío te calzás la camiseta y no te la sacás hasta primavera, el chaleco de lana para los peques, la mañanita para abuelas y el tarrito con agua con hojas de eucaliptus sobre la estufa son claves.
Pero nada mejor que prevenir lo que sea mediante la práctica de masticar un diente de ajo cada mañana cosa que no se te acerque nada ni nadie o la dudosa costumbre de finalizar la ducha diaria con un chorro de agua fría para estimular al cuore, si no te agarrás una neumonía es bárbara.
Ante la aparición de síntomas, a la espera de lograr consultar al médico correspondiente y con los cuidados del caso, según amerite tendremos que acudir a las viejas recetas de tés de yuyos autóctonos como la peperina, el burro, manzanilla o barba de piedra y ponernos a tono con los jarabes y arropes de algarroba o chañar para curar la tos (tomar la precaución de consumir abundante arroz cosa de evitar posibles problemitas estomacales asociados a la ingesta de dichos líquidos).
También, evaluar la eficacia de las gotas oftálmicas de la flor de la Santa Lucía, maleza bastante resistente que crece sin invitación en cualquier plaza, baldío, maceta o jardín urbanos; cultivar los diversos tipos de Aloe Vera y aprovechar sus propiedades antiinflamatorias, antiage y cicatrizantes (verificando posibles alergias o sensibilidad cutánea previamente a su uso).
Volver a la sopa de pollo ante una virosis, al vasito de leche tibia para el insomnio, tener siempre un jengibre a mano y un ramito de ruda te pueden sacar del paso.
En fin, en estas épocas de vacas flacas, en los que el Vaporub está por las nubes, las prepagas más allá del firmamento y el sistema público de salud está en crisis, no queda otra, viejo, “El que tenga un amor/ que lo cuide, que lo cuide/la salud y la platita/ que no las tire, que no las tire…”.