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[Argentinadas] Primavera al horno en tierras cordobesas
Llegó la primavera y el calor/ llegaron los incendios y el ventarrón…
Escribe: Raquel Baratelli
Qué necesidad, viejo. Llegar, tenía que llegar.
Sabemos que en esta zona del planeta, por una cuestión cíclica y estacional milenaria, cada septiembre vuelve esta temporada caracterizada por el brote de los nuevos retoños en las plantas, el florecimiento que inunda todo de colores vivos y el nacimiento de pajarillos que cantan por acá y revolotean por allá, el renacer del amor en todas sus expresiones y el regreso de las lluvias…
Pero que la señorita llegue sin una gota de agua, adueñada del viento de agosto y haciéndose pasar por el señor verano, recalentando a más no poder el ambiente… ¡habrase visto!
Cierto es que la primavera cordobesa ya no es la que era, discretamente alegre, serena, con la humedad justa y necesaria para que el ciclo de la vida se renueve dando paso a la temporada estival; tanto cambio climático la ha ido convirtiendo en una estación caprichosa, tórrida, seca y ventosa, padecimiento respiratorio no sólo de alérgicos al polen sino de todo ser normal que tenga nariz.
Resulta que ahora el advenimiento de la estación del amor se espera en guardia por los incendios que inevitablemente llegarán y en alerta por cambios bruscos de temperatura.
Pero este año se le está yendo la mano, ni media gota, temperaturas de locos que queman cualquier indicio de retoño antes de aparecer, que calcina a los pajarillos en pleno vuelo y avivan cualquier chispa convirtiéndola en una hoguera gigantesca.
Sin embargo, semejante descaro tiene alguna razón, no nos vamos a quedar conque es un capricho de la señorita que atraviesa una crisis de identidad, tampoco diremos que es una penitencia caída del cielo, ni una maldición diabólica por nuestro mal comportamiento.
No afirmaremos que este comportamiento se debe a que Córdoba sea el corazón del país o esté en el ojo de la tormenta, ni diremos que es consecuencia del desmonte y el desmanejo del uso de los recursos naturales.
Simplemente es el destino que nos toca. El cambio climático que para muchos no existe y del que no tenemos nada que ver nos estaría pasando una factura que le corresponde a otro.