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“Cientificidio”: Eliminar la generación de conocimiento como política de gobierno
Argentina está muy por detrás en inversión en ciencia y tecnología comparado con la región y el mundo. La ejecución del plan “motosierra” que lleva adelante el gobierno de Javier Milei va en contra del camino que buscan recorrer aquellos países que trabajan por su desarrollo generando riqueza y promoviendo el bienestar de sus ciudadanos.
Escribe: Lic. Natalia Pettinari (Analista de Política Internacional)
Existe consenso en la comunidad global que aquel país que desee lograr a futuro un crecimiento económico sostenible e independiente, debe destinar recursos a la ciencia.
Es decir, desde el Estado se deben generar políticas que hagan florecer una comunidad de científicos que contribuyan, mediante la vinculación público-privada, a generar innovación y desarrollo tecnológico con el único fin de crear el mayor bienestar posible para la totalidad de sus ciudadanos.
Pero el gobierno de Javier Milei va en el sentido contrario. ¿A qué se debe?
Cada vez que asume un gobierno liberal en Argentina menoscaba la ciencia, la desfinancia, genera otra fuga más de cerebros y pone en tela de juicio una verdad consolidada. Algo que muchos llaman “cientificidio”.
El piso de inversión que recomiendan los organismos internacionales para países que quieren desarrollarse a partir de la ciencia y la tecnología es del uno por ciento del PBI con una inversión repartida entre el sector público y privado. Argentina nunca ha logrado siquiera acercarse a ese piso y se encuentra cada vez más lejos de hacerlo.
El sistema argentino de ciencia y tecnología fue creado en 1958 por el gobierno de facto de Pedro Aramburu, con el antecedente del Conityc, impulsado por Juan Domingo Perón.
Si bien está compuesto por una decena de áreas -Cnea, Inta, Inti, Conae, Segemar, Inidep, Ina, Citefa, Anlisel- el protagonista central es el Conicet.
Este organismo tiene 28.000 empleados, entre investigadores (11.800), becarios de doctorado y postdoctorado (11.800), técnicos (2.900) y personal administrativo (1.900). Alrededor de 10.000 tienen contratos temporales que se renovaban año a año.
En 2021, conscientes de la importancia de la ciencia, el Senado argentino aprobó por unanimidad la ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Su objetivo consiste en lograr un incremento progresivo y sostenido del presupuesto nacional. Partiendo ese año de 0.28 por ciento del PBI. Este porcentaje se irá incrementando año tras año hasta llegar al uno por ciento en 2032. Para el 2024 está previsto un 0.39 por ciento. Sería el entonces el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación la autoridad de aplicación de esta ley.
A contramano
Pero este Ministerio ya no existe. Quedó degradado por la administración de Javier Milei al estatus de secretaría dependiente de la jefatura de Gabinete. Y consecuente con esta política se viene produciendo, desde inicios de 2024, un desfinanciamiento catastrófico de quita de recursos a través de recortes de becas y fondos para proyectos, reducción del presupuesto en las universidades nacionales, despidos arbitrarios, cesantías, etc.
En marzo de este año, muy preocupados por estas políticas y la eliminación del Ministerio, 68 referentes mundiales en Medicina, Química, Física y Economía firmaron una carta dirigida a Javier Milei en la que señalan el destacado papel que ocupa el sistema científico argentino a nivel global y condenan el desfinanciamiento al que está siendo sometido.
Y expresan que “el sistema argentino de ciencia y tecnología se acerca a un peligroso precipicio y nos desalientan las consecuencias que esta situación podría tener tanto para el pueblo argentino como para el mundo”.
El desmantelamiento que la administración libertaria está produciendo en ciencia y tecnología -que éste asegura que es reestructuración- es el peor que ha sufrido el país en su historia.
Junto con la denigración de la profesión científica donde, ya no son mandados a lavar los platos como lo hizo Domingo Cavallo en los 90, sino que son señalados por el propio presidente como responsables de la crisis económica y calificados como “parásitos del Estado”. Lo que alienta, como viene ocurriendo a lo largo de los años en Argentina, a acrecentar la fuga de cerebros.
Es inédito que un gobierno busque adrede frenar la generación de conocimiento. Un verdadero cientificidio. La ejecución del plan “motosierra” que lleva adelante el gobierno de Javier Milei va en contra del camino que buscan recorrer aquellos países que trabajan por su desarrollo generando riqueza y promoviendo el bienestar de sus ciudadanos.
Durante la campaña el Presidente prometió cerrar o privatizar el Conicet y cuestionó su avance “¿Qué productividad tienen, qué han generado? La productividad es bastante cuestionable”.
El mandatario, seguramente, desconoce el prestigio internacional del Conicet. Anualmente SCImago Research Group publica el ranking que refleja la actividad científica en el mundo. En 2024, el organismo argentino fue distinguido por sexto año consecutivo en el primer lugar como institución gubernamental de ciencia de Latinoamérica, seguido por México, Chile y Brasil. Aunque tenga menor presupuesto que ellos. Lo cual es un mérito.
Asimismo, se ubica en el puesto 20 entre 1.870 instituciones gubernamentales dedicadas a la investigación de todo el mundo.
Para atrás
Según datos del Banco Mundial, Argentina está muy por detrás en inversión al desarrollo científico comparado con la región y el mundo. Quien más invierte en ciencia y tecnología en América Latina es Brasil con el 1.15 por ciento de su PBI, luego se encuentran Uruguay (0.42), Chile (0.33) y México (0.27).
En tanto, en los países desarrollados -o que buscan desarrollo- estos montos se triplican. Israel encabeza el ranking con una inversión del 5.56 por ciento de su PBI, seguido por Corea del Sur (4,93). Otros son Bélgica (3.43), Estados Unidos (3.46), Japón (3.30), Alemania (3.14) y China (2.43).
Cuando un país tiene un bajo nivel de desarrollo en ciencia y tecnología, su economía suele estar supeditada a la de otros países que generan productos con alto valor agregado. Esto genera una dependencia de la que es muy difícil salir. Y se relega a su población a ser parte de un modelo de desarrollo primario donde se es productor de materias primas o extractor de recursos naturales.
Si bien es un proceso con miras a largo plazo, el desarrollo científico -con el capital humano e intelectual que Argentina tiene- es un arma con una potencia ilimitada para elevar los índices de crecimiento, generar el bienestar y la riqueza que sus ciudadanos merecen.
Además, posicionará favorablemente al país en un contexto global convulso. El impedimento más grande para lograrlo es que hay gobiernos que no quieren.
(*) La versión original de este texto fue publicado por Rosario3.com