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[Desde Adentro] Raúl Oliva: “El arte es sagrado, sería un sacrilegio dar el menor esfuerzo”
Raúl Oliva (66) respira danza desde los 14 años. Su pasión, su mundo, su trabajo, está rodeado de la danza clásica, la que abrazó contra todo pronóstico y hoy, a más de cuatro décadas de trayectoria, sigue esmerándose en dar lo mejor de sí a su academia, para ofrecer a la sociedad espectáculos de alto nivel. Su espacio artístico se encuentra en Santa Fe 1068, bajo el nombre Centro de Educación por el Arte – Raúl Oliva Estudio de Danza y su compañía, “Grupo en DanZa”.
Raúl tiene 3 hijos, Sebastián (42), Natalia (36) e Iván (25). Casado con Mari hace 44 años y con una amplia trayectoria en la ciudad. Fue el primer varón en abrir una escuela de danza clásica en la Villa María y en la región y, se desempeñó como director de Cultura municipal.
Entrevista: Carolina Durand
¿En qué momento de tu vida tuviste contacto por primera vez con la danza clásica?
Fue a los 14 años, en una Escuela de Teatro Municipal en la década del 70. Teníamos docentes de Córdoba y estábamos preparando el montaje para una obra. Había una escena de cuatro actores en la que había que hacer una expresión corporal danzada y como no teníamos idea de cómo hacerlo, el director del grupo nos llevó a tomar clases a la Escuela de Ballet Sesma de Pérez, en calle Mendoza. A partir de ese momento, nunca dejé.
¿Dónde estudiaste? En ese momento… ¿estudiabas, trabajabas?
Cursaba la secundaria en el Pío Ceballos y tomaba clases. Después trabajaba y viajaba a Buenos Aires a tomar clases con maestros particulares, como Olga Ferri, quien fue una bailarina argentina de relevancia internacional y fue durante décadas primera figura del ballet del Teatro Colón de Buenos Aires. Después, ingresé a tomar un curso especial para estudiantes del interior, en la Escuela Nacional de Danza.
Después de unos años, ingresé en el Teatro del Libertador a un Seminario de Danza de la Provincia. Eran 8 años de cursado, pero, por el nivel que tenía, ingresé en séptimo y octavo logrando el título de Maestro de danzas. Simultáneamente, tomaba clases particulares.
Me dediqué a la danza clásica y en el 86, estando en Buenos Aires, incursioné en la danza contemporánea y decidí formarme también en esa especialidad.
¿Tus primeros trabajos en paralelo?
Mi primer trabajo fue en un comercio de repuestos para autos, después en un bazar, joyería, relojería, en paralelo con la danza.
¿Quién era en ese momento tu referente y quién lo es actualmente?
En ese momento la figura que trascendía mundialmente, era un bailarín ruso, que había desertado en la Unión Soviética, Rudolf Nuréyev. Él trajo una renovación en la danza con su aparición en la escena dancística occidental del siglo XX. Gracias a él, el rol de los bailarines masculinos dejó de ser de acompañante y pasaron a tener un rol más protagónico.
Actualmente, ha cambiado tanto la concepción de la danza que ya no hay figuras de ese calibre. Hay muchos bailarines con una técnica acrobática impresionante, pero, siento que no hacen la diferencia potencialmente. Puedo mencionar a una bailarina rusa, Svetlana Zajárova que sale un poco del cliché y se distingue como intérprete y bailarina.
¿Cómo fue el acompañamiento de tu familia?
Tuvieron que aceptarlo porque no les quedó remedio. Mi familia estaba en desacuerdo, creo que fue porque había resistencia al teatro, la música, y la danza; era una época difícil el arte durante el gobierno de facto.
¿A qué edad te casaste? ¿Tu esposa sabía tu pasión por la danza y te acompañó desde un primer momento?
Tenía 22 años recién cumplidos. Pleno auge de mi carrera y, a los dos años llegó mi primer hijo, Sebastián. Mi esposa, cuando me conoció, sabía que estaba en proceso de formación y que los viajes para formarme y las ausencias, iban a ser parte de nuestra relación.
Por otro lado, mis hijos se han criado viéndome trabajar, dando clases, armando obras en casa, mamaron ese trabajo en primera persona y en algún punto, entendiendo que, se dieron cuenta que era lo que nos daba de comer.
¿Te perdiste momentos importantes personales y con tu familia por tu vocación a la profesión?
Sí. Viajaba constantemente. En vacaciones de julio, me iba a Buenos Aires a estudiar, o salíamos de gira con una Compañía de Córdoba de la cual era parte y me perdí muchas cosas importantes y momentos familiares.
La profesión es de un alto nivel de exigencia y no podés abandonar un espectáculo porque tenés el casamiento de un familiar, por ejemplo. Hay mucho trabajo por detrás de cada obra, ensayos, confección de trajes y uno no puede desligarse de las responsabilidades.
¿Dónde funcionó tu primer estudio y cómo se llamó tu primera compañía de baile?
Comencé en calle corrientes al 1200 al lado del entonces Cine Ópera. Había un edifico viejo que había sido sede de ENTEL. Al frente había un pequeño salón y la comisión del Club que se conformó en ese lugar, me dejó poner mi Escuela de Danza. Yo aportaba para mantener el espacio y de esa manera el club ofrecía a sus socios esa actividad.
Tenía 26 años. Al principio fue difícil tener alumnas porque no tenía un apellido reconocido, un abolengo familiar, ni era de una familia adinerada. Sumado a eso, fui el primer varón, profesor de danza en tener una Escuela de Danza Clásica. Las que había e incluso en la región eran con mujeres al frente. Lo que sí fue positivo en ese momento, es que varios varones se animaron a tomar clases, al tener un profesor hombre.
A los años, conformé un espectáculo de danza diferente con mi primera compañía que bauticé como “Ballet Vaslav Niyinski” como homenaje a un famoso bailarín de principio del siglo XX. En el 2000 cambié el nombre porque la compañía había tenido un parate, por cuestiones personales de trabajo y tiempo y, volví con una nueva compañía con el nombre actual, Compañía Grupo en DanZa.
¿En qué año fuiste director de Cultura y cómo te llegó esa propuesta?
Fue durante el gobierno de Migue Ángel Veglia a fines de los 80. Estuve dos periodos y medio. Yo trabajaba en el municipio en la Secretaría de Cultura, en el gobierno de Cabezas. Cuando termina su mandato, los funcionarios cambiaron y yo seguí en la Secretaría junto a otros compañeros, pero por seis meses no tuvimos director ni secretario.
La sociedad reclamaba tener a una persona al frente del área para generar espacios y políticas culturales y de esa manera me llegó el ofrecimiento. Me llamaron un viernes y me dieron dos días para pensarlo.
Después de pensarlo, consultar con mi familia y algunos allegados, acepté. La propuesta era difícil de aceptar porque sabía que iba a quitarme tiempo para mi Escuela de Danza, mi familia y todo lo que conlleva la función pública.
Era joven, tenía 30 años. Tenía experiencia en gestionar porque había trabajado con proyectos artísticos de manera independiente, aprendido mucho en la Secretaría, pero, no era quien tomaba las decisiones y ahora me tocaba estar al frente. No había militado nunca políticamente y eso me asustó un poco en su momento.
Por suerte, tuve un inmenso apoyo de parte de la comunidad y las instituciones, del conservatorio Felipe Boero, de la SADE, de las direcciones de escuelas, de artistas independientes, y gracias a su colaboración, llevamos adelante una gran gestión.
Ellos aportaron sus ideas, proyectos, propuestas y gestiones y, logramos desarrollar una agenda cultural con participación popular y espacios para todas las expresiones artísticas.
¿Considerás que la ciudad reconoce y valora la danza clásica?
Creo que el paso del tiempo borra muchas cosas, hay generaciones nuevas que no me conocen y le debe pasar a mucha gente de mi época. En cuanto a la institución municipal de los últimos años, no hay reconocimiento y muchos artistas sentimos que nos han ninguneado.
No encuentro otra explicación más que, por tener en su momento una ideología política distinta. En su momento comulgué con el radicalismo, pero nunca fui militante, en mi casa eran radicales y crecí con ellos. Nada más.
En el 2005 cambié mi visión, cuando por primera vez en mi vida, noté que podía progresar con mi trabajo. Las políticas públicas, sociales, económicas del país, de la mano del Kirchnerismo nos dieron la posibilidad a muchos trabajadores de mejorar nuestra calidad de vida con esfuerzo y trabajo.
¿Cómo es un domingo de Raúl sin danza?
Me levanto un poquito más tarde, no mucho. Desayuno, soy del café, nunca tomé mates. Miramos tele, vemos una peli, a veces, nos vamos a las sierras a descansar, pero, la danza siempre está.
Los domingos a la tarde, por lo general, armo la agenda de la semana para la Compañía, diagramo las galas, hacemos dos por año y llevan bastante tiempo, diseño la gráfica para promocionar lo que hacemos y manejo las redes.
¿Sos muy detallista?
Soy quisquilloso y detallista, mis alumnas lo saben más que bien (se ríe). Pero, todo lo que hago es en procura del mejor resultado. Siempre digo, “Si vas a hacer algo hacelo bien, sino no lo hagas”.
Mi formación en materia artística fue de una exigencia extrema, siempre dar lo mejor y al máximo. Con esos preceptos me formé. El arte es sagrado, sería un sacrilegio dar el menor esfuerzo.
¿Qué tipo de cine te gusta?
El cine italiano consumí mucho tiempo. Con un grupo de amigos, alquilábamos en los Video Club, películas de cine artístico, intelectual, otras veces veíamos ópera, ballets.
Mi casa, donde tuve mi segundo estudio, era una vieja casona, en la cual adelante estaba la escuela de danza y atrás teníamos nuestra casa. Era una parada de artistas, siempre había amigos pintores, músicos.
¿En tu casa cocinás vos o Mari?
Por lo general siempre cocinó mi esposa y yo, los domingos. Actualmente, lo hago yo por problemas de salud en la muñeca. Igualmente, nuestros hijos están grandes, así que al ser dos en la casa, nos acomodamos más fácil.
Tu hija Natalia estudió danza desde pequeña y llegó a ser docente de tu academia. ¿Te hubiese gustado que los tres se interesen por el baile?
En realidad, con mi esposa nunca le impusimos a ninguno de nuestros hijos nada. El más grande, Sebastián, intentó a los 8 años una clase, pero no le gustó y nunca más. Natalia, tenía 3 o 4 años, cuando puse mi Escuela de Danza en mi casa, en barrio centro sobre calle 9 de julio.
Ella veía a las chicas cambiarse, ponerse las polainas, las zapatillas de danza y empezó a imitar lo mismo. Un día quiso ser parte de una clase y a partir de ahí, siguió.
Se perfeccionó, estudió y dio clases en mi estudio actual, fue parte de la compañía. Era muy buena coreógrafa, tuvo ofrecimientos de docentes de Buenos Aires como bailarina pero no quiso, después de 29 años, su vida dio un giro y siguió otro camino.
¿Qué exige la profesión como bailarín y como maestro de danza?
En ambos casos, mucho compromiso y disciplina. Siempre les digo a mis alumnas: “La vida de un bailarín comienza con un ejercicio en la barra y termina en el mismo lugar. La repetición del movimiento es clave”. En esa línea de tiempo que uno transita a lo largo de su vida, vuelca todo el aprendizaje y el esfuerzo para lograr los objetivos.
Cuando abordás un proyecto de baile, hay que comprometerse en ensayos, tiempo, estudio. La función de artista va más allá del mero entretenimiento, el arte es una expresión artística multifacética.
Cuándo estás alterado, cansado o pasado de vuelta, ¿qué te calma?
Trato de respirar profundo. Si tengo el tiempo, me gusta escarbar en la tierra, cambiar las plantas de lugar, conectar con la madre naturaleza me despeja.
¿Qué es lo más difícil de la danza?
Las técnicas de baile se aprenden. Cualquiera puede aprender a bailar más allá de tener algunas condiciones necesarias.
Hay que considerar que la técnica, es una herramienta que vas a usar para expresarte artísticamente, lo difícil es transitar el espacio entre la técnica y la expresión artística.
Para que la danza cobre sentido, hay que ponerle emoción, sentimiento y expresión al personaje, eso se logra a través del conocimiento en la construcción a través de la cultura general aprendida en materia de cine, literatura, esculturas, literatura, música, sumado a la experiencia de vida.
Con todos esos elementos, el bailarín debe buscar en su interior los elementos necesarios para armar un personaje y expresarlo a través del movimiento y las sensaciones para que la danza cobre sentido.
Un objetivo pendiente en tu vida.
Haber podido tener una sala de teatro propia. Administrarla y ofrecer una programación de alto nivel y excelencia.
¿Qué le aporta la danza a tu vida?
Me aportó muchos momentos de felicidad y satisfacción plena. Conocí mucha gente, viví experiencias hermosas y aprendí a comunicarme, a través de la enseñanza. La danza es parte de mi vida prácticamente desde hace 52 años.
¿Qué actitudes te molestan de la gente?
Las actitudes discriminatorias me chocan, cuando sin motivo alguno, las personas discriminan a otras por el color de piel, su situación económica o sexual. Los artistas siempre hemos vivido en la diversidad.
Una persona que extrañes…
A mi mamá. Falleció hace algunos años. Extraño ir a su casa los domingos a comer tallarines o que me visite y pasar tiempo juntos.