Dulce de leche: El placer de comer por disfrutar, nomás

En una serie de notas, presentaremos la historia del “dulce más argentino”, el dulce de leche. Así, conoceremos un poco más de la historia de esta delicia que es patrimonio cultural gastronómico de América Latina.

Escribe: Ing. Químico Osvaldo Miguel Moro (*)

El universo del dulce de leche se puede definir como una delicada y armoniosa mezcla de sensaciones, olores, colores, texturas, sonidos, pensamientos, recuerdos que se percibe a través de los sentidos.

Hay diferentes formas de consumir el dulce de leche.

• Para saciar el hambre como un acto fisiológico.

• Psicocultural: debe ser compatible con nuestras tradiciones, hábitos, preferencias, costumbres y al conjunto de reglas que le dan sentido e identidad.

• Psicoemocional: debe ser agradable a los sentidos, dar sensación de placer.

El dulce de leche provoca un efecto emocional en nuestros receptores y esas percepciones visuales, olfato-gustativas y mecánicas en nuestra cavidad bucal registran en nuestra memoria y en muchas oportunidades deseamos regresar, aun cuando no tenemos hambre.

La degustación

El dulce de leche no solo se ingesta para saciar el hambre sino para degustarlo.

En la degustación aparecen dos componentes:

El primer estímulo que recibimos es de atracción, estético visual. Las imágenes, ilustraciones y textos son disparadores para provocar al consumidor y este compara con sus patrones internos o toma una actitud de sorpresa.

Entonces, al observar el envase, se genera la primera comunicación entre el sujeto y el objeto. Superada esta instancia, se abre el envase y nos enfrentamos con una impresión estética del dulce, mediante la observación y nuevamente tenemos otra comunicación visual que percibimos una superficie lisa, vivaz, de color castaño y brillante que permite conectarnos con nuestras emociones.

El segundo estímulo es de percepción de las sensaciones y su codificación, se lleva una porción a la boca, tenemos como impacto inicial al gusto dulce que va creciendo en intensidad, mediante movimientos envolventes entre lengua y paladar se va fundiendo transformándose en un fluido menos viscoso, adhesivo que al movilizarse por la cavidad bucal transmite una sensación de delicada suavidad y simultáneamente emanan los odorantes que se suelen denominar caramelizado, pero en realidad aquí, el Dulce de leche entrega todo su misterio por lo difícil de definir.

Estos odorantes los tenemos muy arraigados en nuestra memoria sensorial porque evocan a estados de placer que hemos transcurrido en nuestra vida.

Existen vinculaciones emocionales entre el dulce de leche y quien lo ingesta, relacionadas con el placer tales como:

• disfrutar el momento

• recibir sensaciones placenteras

• evocación exquisita, delicado

• estado de nostalgia

• estados de ansiedad

• gratificación

Estos estados emocionales van más allá de una necesidad fisiológica de alimentarse y producen hambre hedónica, es cuando se desoyen las señales de saciedad y el individuo prolonga el estadio de placer.

Continuará.

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(*) Miembro del Consejo Mundial del Dulce de Leche (En formación)

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