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[El Deschave] Qué es peor: ¿Votar sin convencimiento o no avalar a quienes se burlan de la sociedad?

Escribe: Miguel Andreis

Apenas en dos semanas y ya entraremos en una de las etapas más complejas y controversiales de la historia política y social argentina.  El balotaje.

Referirse a datos que arrojan las encuestadoras no sería demasiado serio y objetivo. Si es que hay algo serio en nuestro país. El resultado tiene más de dos vertientes. Más de dos candidatos, aunque de uno de ellos saldrá el futuro Presidente: Massa o Milei.

En el medio millones de connacionales que ingresaron en el túnel de las dudas existenciales. ¿Sufragar por quién y para qué? Uno y otro hicieron de la decepción una manera de fomentar la incredulidad. La falacia, el cinismo y la destrucción de la memoria fue una constante de ambos lados. 

La otra opción es no concurrir a los comicios, algo que suena a disparatado si tomamos en cuenta lo estoico que fue recuperar el derecho al voto. A elegir.

No obstante, ninguno seduce, ninguno es creíble, la sospecha de fraudes por parte del oficialismo nunca se dilucidó, aunque las exposiciones, con datos sobre la temática se expusieron por miles.

La Justicia no investigó los elementos puestos en valor. Llama la atención el silencio de los actores, léase candidatos y especialmente de la oposición. Actuando casi como cómplices. 

Hay que votar porque…

Lo extraño, o no debería serlo tanto, es observar de la manera que se quiere defenestrar al voto en blanco, nulo o la no concurrencia. ¿Alguien puede asegurar que en esta ocasión estaremos frente a sufragios limpios y transparentes?

No siempre un accionar honesto genera votos, pero sí, la apertura de conciencia sobre lo que debería ser una democracia real, que no es la que nos rige, donde la corrupción y la impunidad vuelan con la más absoluta libertad.

Esta degradación de la palabra, de los principios, de los valores del modo de vida, no nos va a ser gratis. Y se fue “construyendo” con el mismo discurso de acción que nos somete desde hace tiempo.

Esto no es una democracia, es una autocracia mal disfrazada, desquiciada y falaz, donde la farsa y la falsedad, por un lado, van de la mano de la esquizofrenia y la paranoia… Uno y otro.

Vale interrogarse, tiene la misma autoridad un gobierno que haya cosechado menos o igual cantidad de votos que aquellos que eligieron las otras opciones, como el blanco o el no sufragar. Seguramente no. En ese caso la ciudadanía no vería reflejada sus aspiraciones. Además, vale acaso recordar, tomando aquel gobierno de una minoría, el de Arturo Umberto Illía, uno de los mandatarios más honestos y probos que se sentaran en el Sillón de Rivadavia, a quién la dictadura de los sesenta en consonancia con un sindicalismo burócrata y corrupto, “columna vertebral del movimiento peronista” como se definían, rompieron el sistema constitucional, dejando al país vacío de poder.

Es verdad que esta fuerza ganó con un 23% de los votos. El Justicialismo estaba proscripto por la Dictadura, hoy, no se trata de proscripción, sino de una convicción que se multiplica entre la ciudadanía.

Prima la decepción.  Ni Milei ni Massa despiertan expectativas serias y creíbles. Y si no son admisibles, aceptables, por qué querer imponer en las urnas a candidatos que sabemos -o en todo caso presumimos- por lo visto en sus diferentes acciones hasta el momento, que son absolutamente inverosímiles e inaceptables. Los dos.  

Esto no es una democracia, es una autocracia mal disfrazada, desquiciada y falaz, donde la farsa y la falsedad, por un lado, van de la mano de la esquizofrenia y la paranoia… Uno y otro.

O estos candidatos, ahora que lo han intentado purificar, no son los mismos que elaboraron bajo los peores despropósitos, torpezas y disparates el manual de la desesperanza sobre el país al que nos quieren llevar.

Es verdad que el voto en blanco, el anulado, el no concurrir no es la esencia de un sistema democrático… Pero vale preguntarse: ¿Acaso no es peor avalar algo que de democrático no tiene absolutamente nada, solo una parodia, acreditando con un sufragio casi obligado elegir para saber quién nos condenará a un camino de enormes turbulencias e incierto transitar?

No se trata de predecir o pronosticar, es solo no olvidar la historia más reciente.

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