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[Historias en tiempo presente] Memorias de una heladera… vacía
Suele pasar inadvertida, porque nos acostumbramos a verla allí, pero no es sólo un electrodoméstico más. En tiempos cuando las góndolas de los súper o las luces de las vidrieras atraen a muchos y marginan a otros, la heladera marca su postulado en nuestras vidas. Convertida en ícono del consumo, desnudas carencias estomacales, compras compulsivas e innecesarias, o excesos de televisión y redes sociales.
Escribe: Germán Giacchero
I
Como una señora corpulenta, de abdomen generoso en estrías, la vieja “General Electric” aún daba señales de vida.
Por fuera no se notaba si estaba vacía o con exceso de equipaje. Su propietario sólo decía que su heladera tenía “sponsors”, pero no ponían guita para la supervivencia.
En verdad, esa gigante oxidada, que albergaba vestigios de su prolongada vida al servicio del cliente, parecía un auto de Turismo Carretera.
Su muro de metal estaba pegoteado por un cambalache de avisos publicitarios, calcomanías varias y eslóganes políticos.
Por dentro, ni asado… ni polenta.
II
Ignoraba su dueño que fue la “General Electric” una de las primeras empresas en producir refrigeradores en serie, allá por la década de 1930, como también desconocía que fue considerada una de las corporaciones más exitosa del mundo. Tanto, que se convirtió en un ícono del capitalismo yanqui.
III
El empapelado que cubría esa vieja heladera casi por completo era toda una forma de vida. Se vestía con Levi´s y Nike; Arcor, La Serenísima y Nestlé lo alimentaban; navegaba en internet gracias a Fibertel.
Con una American Express podía acceder más fácil a un Mercedes o, en todo caso, a un Ford; eso sí, sin olvidar cargar combustible en YPF o Shell, para viajar a “Córdoba, corazón de mi país”, tomándose una Coca Cola. Todo esto y mucho más, con sólo mirar ese electrodoméstico prestado.
IV
No lo sabía a ciencia cierta, pero lo intuía, porque él prefería las primeras marcas y las empresas de alto nivel. La mayoría de las que decoraban su heladera ocupan el podio entre las más admiradas y valoradas por los argentinos.
Y si bien hay algunos nombres de origen autóctono, la inmensa mayoría son de capitales extranjeros y forman parte de las transnacionales que dominan la economía mundial. Sí, como alguna vez General Electric.
Son las corporaciones con sede central en los países más ricos y poderosos del planeta, los mismos que se habían comprometido a reducir la pobreza del mundo a la mitad. Por lo visto, no han puesto aún suficiente empeño.
V
El debate ideológico parecía carecer de sentido en un lugar tan frío. Pero, la heladera que se consagraba como liberal en lo económico -el mercado todo lo tiene-, era pluralista en lo político, o por lo menos tolerante.
Si no, nadie se explica la convivencia armónica entre los viejos y recientes avisos de peronistas, radicales y libertarios. Las patillas del Menem de “Síganme, que no los voy a defraudar” junto con un sonriente De la Sota y un hosco López Murphy. Tampoco faltaba una de Milei con un peinado muy del estilo Andy Warhol.
¿Pluralismo político, oportunismo partidario o masoquismo ideológico?
VI
Las decisiones políticas que den el paso necesario para reducir la pobreza y acabar con la desnutrición infantil brillan por su ausencia desde hace años.
En nuestro país hay más de 20 millones de pobres que mantienen su heladera al mínimo de su capacidad -si es que la tienen-, porque no lograron generar ingresos para cubrir el valor de la canasta básica familiar.
Y eso no es todo: El 70% de los niños, niñas y adolescentes vive en hogares alcanzados por la pobreza, mientras que el 30% se encuentra en la indigencia.
Paradojas de un país de tierras fértiles, góndolas llenas y refrigeradores semivacíos; de un estado con superávit fiscal y déficit nutricional, economía en supuesto crecimiento según el relato oficial y bolsillos reventados por la inflación y el ajuste.
VII
A mediados de 1800, un médico norteamericano fue cuestionado por la sociedad por producir hielo durante cualquier época del año, y querer competir “con Dios”. Se trata del mismo elemento que abunda hoy, casi sin problemas, en todo artefacto refrigerante.
Quizás, sea lo único que ocupe mayor espacio en muchas heladeras de un país donde cinco de cada diez habitantes viven en la pobreza, y uno de cada cinco es indigente.
En fin, él en muy pocas ocasiones abría la puerta de esa nevera prestada, que había sido comprada durante el exitismo de la Convertibilidad. ¿Para qué?
¿Puede importarle a alguien una heladera semivacía, cubierta sólo de hielo, cuando todo lo ofrece por fuera?
Imposible.