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[Leyendas Urbanas] El grito de la loba en Villa Nueva
Escribe: Prof. Luis Luján
Según la leyenda clásica del hombre lobo tuvo su origen en Europa, y se encuentra originariamente en la mitología griega. En tanto, en América, tiene su versión con un ser fantástico similar, al que llaman Lobizón, Juicho, o Luisón.
Este ser, escapado de la mitología guaraní, se halla ubicado en la encrucijada de los caminos de la vida y de la muerte, según reza su leyenda. Pero casi nunca se sabe con exactitud cuál es su misión.
Algunos sostienen que es una especie de animal que trae justicia a los afligidos, mientras que otros dicen que protege a la flora y a la fauna. También están aquellos que manifiestan que devoran a hombres y mujeres, y roba a los niños que andan vagando por las siestas.
Lo cierto es que todo eso forma parte del folclore americano, es uno de los tantos mitos que enriquecen a la literatura fantástica. Pero muchas veces, cuando suceden ciertos misterios, se pone en duda esa fina línea que divide la realidad de la ficción, como en el caso que sucedió en una ciudad ubicada en el centro de la provincia de Córdoba.
Villa Nueva, una de las localidades más antiguas de la región, en donde se hallaba la posta de carretas del Camino Real, en la Estancia de Ferreyra, está ubicada aproximadamente a 140 kilómetros de Córdoba, unidas, y separadas a la vez, por el río Ctalamochita, a la ciudad de Villa María.
En esta localidad, de más de 25.000 habitantes, no hace muchos años atrás, sucedió un hecho que aterrorizó a toda la población. Jamás nadie hubiese imaginado el secreto que guardaba una conocida familia de Villa Nueva.
En un barrio, muy popular por una fábrica de champiñones, vivía un matrimonio en una humilde vivienda de condiciones muy precarias. Ellos no tenían hijos. Como el hombre de la casa era sumamente reservado, jamás se supo el motivo por el cual no dejaron descendientes, aunque al tiempo de lo ocurrido todos supusieron el porqué de esa decisión, o de su imposibilidad de engendrar un cristiano en el vientre de la mujer.
Si bien el barrio no estaba muy habitado, muchos vecinos omitían pasar por la puerta de esa vivienda donde moraba ese extraño matrimonio. Muchas veces se comentó que la mujer de la casa estaba endemoniada por los sonidos que emitía de noche. Cada vez que caía el sol y había luna llena, proliferaban gritos aterradores que salían del dormitorio del matrimonio.
En más de una ocasión se reunieron los vecinos para manifestar su disconformidad con la conducta de la extraña mujer, la que nunca salía de su casa. Otros, en cambio, sostenían que esa persona estaba viviendo una situación de violencia familiar por parte de su marido, cosa que jamás nadie pudo dar fe de eso. Pero había ese otro grupo de vecinos que sostenían que la mujer padecía una terrible enfermedad que le provocaba esos gritos de dolor.
Algunos atestiguaron que vieron al hombre, en más de una oportunidad, con heridas en la piel y muchos rasguños. Cuando esto sucedía el marido evitaba salir de la casa.
Pero cierta noche se oyeron unos gritos tan perturbadores que convocó a sus vecinos a reclamar en la vereda de esa vivienda. Golpearon la puerta y nadie abrió. Cuando esos sonidos se volvieron sumamente intensos, decidieron llamar a la policía creyendo que estaban tratando de dar muerte a la mujer. Y como en la seccional policial no tenía un móvil para desplazarse al lugar, un Sargento montó su caballo y hacia allí se dirigió.
Cuando el hombre de la ley oyó esos gritos golpeó fuertemente la puerta de la vivienda, pero nadie respondió. Entonces, se vio obligado a solicitar la presencia de varios testigos, y entre todos derribaron la puerta de ingreso. Una vez adentro advirtieron que esos sonidos provenían desde el dormitorio, motivo por el cual se desplazaron hasta allí y hallaron la puerta cerrada.
Desde el otro lado el hombre de la casa le pedía por favor que se fuesen y los dejasen solos, aunque el uniformado hizo caso omiso. Con la fuerza de dos hombres, y la suya, intentaron abrir esa puerta, la que era sostenida desde el dormitorio por el dueño de la casa. Muy a pesar de toda resistencia, la puerta fue violentada e ingresó el policía con los vecinos.
Cuando el Sargento y los demás intrusos estuvieron junto a la cama del matrimonio se horrorizaron del espectáculo que allí presenciaron. Parecía una típica escena de una película de terror, aunque todo eso era muy real.
El esposo quedó tirado en el suelo llorando amargamente porque sabía que ya no podía seguir guardando el misterio que envolvía su hogar cada noche de luna llena.
La mujer estaba atada de manos y pies a los respaldares de la cama vieja. Lo curioso de todo eso fue que cada vecino que estuvo allí dio testimonio de que lo que vieron no era humano, sino más bien algo venido de los infiernos.
Rápidamente delante de ellos la mujer comenzó a transfigurarse. Su cuerpo se mutó en algo extraño. Se cubrió toda su piel de pelos oscuros, y de sus manos crecieron uñas muy largas, como si fuesen garras. Sus ojos se volvieron amarillos con sus pupilas rojizas, y de su boca crecieron colmillos, como de lobos, y aullaba como un animal salvaje.
En ese momento no quedó absolutamente nadie junto a la cama. Hasta el Sargento montó y castigó a su equino y desapareció del lugar sin dirección alguna. El único que permaneció en ese dormitorio fue su amado esposo, en un mar de lágrimas, ya nada había por hacer, el misterio se había develado.
Nadie pudo saber cuál fue el destino de ese matrimonio. Aseguraron que ésa fue la última noche que lo vieron. A partir de allí muchas hipótesis se alzaron al aire. Primeramente, se comentó que la mujer estaba poseída por un demonio y que con el tiempo lograron expulsárselo, gracias a la intervención de un sacerdote, y que la misma terminó sus días en un psiquiátrico.
Otros relacionan su desaparición con algunos hechos ocurrido en los montes, muy cerca de la ciudad de Villa Nueva, en donde comenzó a aparecer el ganado mutilado, aunque no pudieron afirmar que se trataba de esta mujer.
Se dijo muchas cosas, pero lo cierto es que, por las noches de luna llena, si alguien transita en alta horas por ese barrio de la champiñonera, podrá oír el aullido incesante de una loba.
Si usted la escucha, no intente buscarla, ella lo encontrará.