[Leyendas Urbanas] Fantasmas que perduran en la casa de calle Belgrano

Escribe: Prof. Luis Luján

Villa Nueva es una ciudad casi dos veces centenaria, y su camino histórico es muy exquisito. Muchos escritores han plasmado en sus hojas las huellas de su pasado auténtico y esos hechos nos llegan a nuestros días como ecos armoniosos de su historia.

Villa María es su hermana menor, y llegó junto al ferrocarril por 1867, y el progreso le hizo crecer, y sus calles se llenaron de hombres y mujeres de todas partes.

Y como en todas ciudades en el folklore y la cultura de los pueblos adquieren un espacio muy especial aquellas tradiciones literarias creadas para dar un efecto de realidad sobre hechos inciertos o poco creíbles, dando nacimiento a los relatos mitológicos y a las leyendas, que se fueron narrando oralmente.

Unos de esos relatos hacen referencias a un hecho muy curioso que sucedió en los años de la década de 1970, cuando Villa María estaba en continuo progreso, en su gran desarrollo urbanístico.

Pero, repentinamente, el ritmo de la ciudad se detuvo por un suceso acaecido a una familia nativa de esta localidad, y desde aquel día fatídico comenzó a dar cuerpo la leyenda cuyo elemento fantástico superó toda la realidad.

Se trata de un hermoso y joven matrimonio que decidió, después de muchos contratiempos, realizar sus más soñadas y esperadas vacaciones. Para ello ahorraron durante tres años para así cumplir la promesa hecha a sus hijos, la de conocer el mar antes de morir.

Y como su medio de locomoción era algo arcaico, decidieron cambiar el viejo vehículo por un auto más moderno y más confiable. Creyeron que con el más viejito jamás llegarían a destino. Entonces el primer paso fue invertir en el nuevo transporte que los llevaría seguros a donde quisiesen viajar.

Algunos caratularon el hecho como producto de la fatalidad. Otros, en cambio, dijeron que eso se pudo haber evitado, pero lo cierto es que la mano siniestra de la muerte los arrebató en el viaje más soñado.

El verano se iba acercando y entre todos los integrantes de la familia planificaban cada paso de cada día que iban a vivir. No se olvidaron de nada, lo pensaron todo para que nada ni nadie les arrebatase un segundo de vacaciones. Finalmente llegó el verano tan esperado por todos. Las ansias de viajar muy lejos les hacían soñar en demasía con la felicidad tan anhelada, pues, para ellos, ese viaje era como un camino al Paraíso, en sentido figurado.

Se dijo que tempranamente amaneció ese día. Cargaron todo al automóvil en la noche anterior. Casi ninguno durmió, pero en la madrugada parecían estar muy descansados. Algunos vecinos los despidieron antes de partir y vieron al vehículo doblar en la primera esquina rumbo a Mar del Plata, la ciudad de los sueños. Nadie se imaginó que ésa iba a ser la última vez que vieran en vida a esa familia.

Quizás nadie podía imaginar lo que sucedería. ¿Avatares del destino? Algunos caratularon el hecho como producto de la fatalidad. Otros, en cambio, dijeron que eso se pudo haber evitado, pero lo cierto es que la mano siniestra de la muerte los arrebató en el viaje más soñado.

Jamás llegaron a Mar del Plata, ni conocieron el mar. Las ansias los traicionaron y el vehículo impactó contra un obstáculo que puso fin a sus vacaciones y a sus cortas vidas.

Nadie se salvó del viaje al más allá, ni siquiera uno solo de sus pequeños hijos. Villa María se enlutó con ese hecho fatídico. Y lo que nadie imaginó es que sus vecinos de la calle Belgrano no olvidarían el suceso.

Jamás pudieron explicar cómo el vehículo totalmente destrozado, apareció repentinamente en el garaje de la casa si nadie, absolutamente nadie presenció el traslado hasta allí.

Jamás pudieron explicar cómo el vehículo totalmente destrozado, apareció repentinamente en el garaje de la casa si nadie, absolutamente nadie presenció el traslado hasta allí. Se dijo que jamás encontraron las llaves de la casa después del accidente.

Lo curioso de todo eso fue que días después de la tragedia, los vecinos comenzaron a oír ruidos extraños en el interior de la casa de la calle Belgrano. Algunos atestiguan que ven figuras de personas en su interior y que las mismas coinciden con los miembros de la familia que moraba allí.

Y entre esos sonidos extraños, se puede distinguir a la perfección al niño que poseía cierta discapacidad intelectual y motriz, identificado como el hijo menor del matrimonio. Varios testigos ocasionales aseguran oír el llanto del menor por las noches. También aseguran que la luminaria de la casa, en varias de sus habitaciones, suele encenderse de noche como si la casa estuviese habitada.

Otros vecinos, en cambio, dicen que de vez en cuando oyen el motor encendido del auto que está totalmente destruido en el garaje.

Cierto día, una familia intentó usurpar la vivienda, pero tuvieron que huir despavoridos de ella. Desde entonces está vacía. En realidad, está vacía de personas.

Aunque no todos creen en esas habladurías. Cierto día, varios años después del accidente, una familia intentó usurpar la vivienda, pero tuvieron que huir despavoridos de ella.

Se dijo que desde el primer día en que estuvieron dentro de la casa comenzaron a percibir todo tipos de sonidos muy intensos, como si entidades espirituales la habitaran. Se encendían o se apagaban las luces y también los artefactos eléctricos como por arte de magia. En menos de quince días tuvieron que abandonar la casa usurpada, y desde entonces está vacía.

En realidad, está vacía de personas. Algunos de los techos de sus habitaciones han colapsado. Aún permanecen todos los muebles. Se dice que el automóvil destruido continúa allí, y también los espíritus errantes de toda la familia.

Muchos curiosos suelen pasar por su vereda y se quedan algunos minutos ahí para dar fe de lo que se ha hablado por años, y así, de boca en boca, se fue creando una de las leyendas urbanas más fantásticas de la ciudad de Villa María.

Imágenes ilustrativas

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