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[Lujo, ostentación y engaño] Las coincidencias entre el Estafador de Tinder y algunas financieras
Escribe: Julio César Nieto
Se le atribuye al filósofo griego Platón la cita «Aparentar tiene más letras que ser». La célebre frase aparece en dos de sus diálogos, analizando en uno el conocimiento (La República), y en otro el amor (Fedro).
Casualmente, y al margen de las obras mencionadas, la frase encaja perfectamente con dos fenómenos que vienen haciendo eco tanto en medios como en redes sociales.
La opinión pública se vio conmovida desatando una serie de discusiones frente a una popular serie en Netflix: “El Estafador de Tinder”.
La historia del embaucador que se hacía llamar Simon Leviev tiene mucho que ver en esencia con una modalidad de operación financiera que suele terminar ocasionando dolores de cabeza a muchos de quienes creyeron en el sistema.
Sin ánimos de hacer un espóiler, la idea es presentar un parangón entre dos tipos de estafas muy similares.
Por un lado, un esquema piramidal con empresas ofreciendo retornos monetarios por encima de sus posibilidades tal como está sucediendo con un reconocido coach; y por el otro, un «ilusionista» traído a la fama gracias a una serie emitida en la plataforma Netflix, que engañaba y estafaba a mujeres a través de una app de citas casi bajo la misma modalidad que un auténtico esquema Ponzi.
Los casos, semejanzas y sus precauciones
Los casos mencionados y que vienen siendo tendencia y objeto de discusión presentan un hilo conductor: ser o presentarse como algo que no son.
En el caso de las empresas ofreciendo retornos económicos por la incorporación de nuevos miembros a sus filas, (y que, desde EL REGIONAL, venimos publicando desde notas o entrevistas) presentan una idea de generación de dinero casi sin esfuerzo o trabajo deduciendo la obtención del mismo solo y exclusivamente a través del coaching financiero; reduciendo otras áreas de conocimiento o condiciones casi imprescindibles.
El modus operandi es siempre el mismo y consiste en mostrar los resultados finales: personas con indumentaria de alta costura, posando en autos de lujo o de viajes en lugares paradisíacos, comiendo en lujosos restaurantes y hasta haciendo trading en un jacuzzi.
Nada más alejado a como verdaderamente vive o trabaja un empresario o agente de bolsa, que por lo general no tiene automóviles, ya que en su educación lo ve como un gasto y no una inversión.
Pero valga de redundancia, el popular caso del «Estafador de Tinder» (tal como se titula la película documentada) no escapa demasiado de la forma con la que se manejan las empresas dedicada a los esquemas Ponzi. Casi, que operan bajo la misma modalidad.
Realidad y ficción
En la película, se ve a un sujeto presentándose bajo el estereotipo de un hombre perfecto: empresario exitoso, millonario, elegante, ostentoso, y misterioso.
El filme relata en primera persona las peripecias que soportaron tres de sus innumerables víctimas. A modo de encanto inicial, Simon se presentaba cómo el Príncipe Azul de un cuento de hadas.
Ese caballero seguro, de sólida posición económica y generando expectativas futuras a cada una de sus potenciales víctimas. Nadie ni nada pone o sospecha sus verdaderas intenciones.
El plan, funcionaba u operaba casi idénticamente a una estafa piramidal. Una vez dado el paso inicial de «enamorar» o ganar la confianza de su víctima, las utilizaba bajo falsos y provisorios problemas financieros logrando que estas le facilitaran dinero a fin de poder sostener una vida llena de lujos y placeres para poder así engañar a otra víctima.
El Esquema que se apareja con el ideado por el estafador italiano Carlo Ponzi durante los años veinte del siglo pasado, utilizado hasta en la actualidad en el sector financiero, fue el utilizado por Simon Leviev para engañar y estafar casi hasta dejar en bancarrota a sus enamoradas.
Las precauciones
La solución ideal sería que las finanzas sean una ciencia en la educación formal de todos nosotros iniciando desde el preescolar hasta la facultad.
Lamentablemente, la idea de impartir Educación Financiera en las escuelas sigue siendo una asignatura pendiente a pesar de que en nuestro país hay una ley aprobada y lista para aplicar.
Pero quizás la mejor forma de prevenir ambas estafas, lleva a tener presente algunas consideraciones.
En primer lugar, se debe considerar, que la mayoría de los multimillonarios no son ostentosos. Y no pasa por una cuestión de presumir, sino que obedece más a una cuestión de seguridad, sea para no ser ellos víctimas de alguna estafa, robo o secuestro, así como modo de recaudo o prevención frente a las autoridades fiscales siempre al acecho en afán de recaudar y cazar evasores.
Por otra parte, la mayoría (y recalco esta palabra porque hay excepciones) no suelen buscar sus parejas en app de citas, a menos que sea algo ocasional, pero casi nunca con el fin de concretar matrimonio.
Ahora, por el lado de las posibles o futuras víctimas, detectar o descubrir a esta clase de sujetos no resulta algo difícil o imposible. Al igual que cuando indagamos o investigamos a una empresa sospechosa de fraude (mediante AFIP, UIF, BCRA, CNV o Cámaras Empresariales), se procede de la misma forma, y no cayendo en el engaño de sus fotos o publicaciones en redes sociales.
Los amigos en común, sus antecedentes penales o financieros, así como detectar si su historia es verifica o ficticia puede tranquilamente comprobarse en internet.
Si bien se acostumbra más a indagar a empresas que a personas, la mejor forma de disipar una duda es cotejando la veracidad de algo que se nos presenta como inusual o sospechoso.
A la vista, vemos lo que nuestros ojos ven, pero no solo se ve con los ojos, sino también con la inteligencia.
Y en estos casos, la desconfianza nunca es la excepción, sino la regla.