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Marx siempre está: Como “Dios” y el Papa, también es argentino, aunque no comunista (ni kirchnerista)
Comparten el mismo apellido (que no es del agrado del presidente Javier Milei), pero esa es sólo la única coincidencia. Aunque usted no lo crea, hay un Marx que no es comunista. Y es argentino. Y tampoco es kirchnerista, aunque asesoró al gobierno de Alberto y Cristina. El otro fue un ácido y genial humorista. Y del Marx más conocido, ya sabemos casi todo.
Escribe: Germán Giacchero
Adivinanza:
¿Quién dijo?: «La deuda, a veces, da risa”
- Karl Marx
- Groucho Marx
- Daniel Marx
(La respuesta, al final de la nota)
«Cítenme diciendo que me han citado mal», desprendía a escupitajos mientras mordisqueaba su infinito cigarro y se arreglaba su falso bigote.
Groucho Marx, el más popular de sus hermanos, dejó para la posteridad un sinnúmero de frases célebres. Claro que ninguna del tenor que manifiesta la del encabezado. “La deuda, a veces, da risa”.
Aunque la figura de Groucho y de los hermanos Marx no trascendió para la mayoría de los argentinos ni fueron tan populares cómicos como Chaplin, sus películas anárquicas de los años 30 son muy recordadas, en especial los shows de Groucho plagados de disparates, insultos, bromas ácidas e irreverencias varias.
«Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo», bromeaba.
Karl Marx, como ícono del comunismo, sumó legiones de detractores como partidarios de su doctrina. Las influyentes ideas del economista, filósofo y revolucionario alemán, alimentaron y generaron las más variadas interpretaciones. Durante gran parte del siglo 20, una versión de su ideología, partió en dos al planeta.
En comunión con la psicosis financiera y económica instalada en Argentina, casi desde siempre, la frase que abre el «Manifiesto del Partido Comunista», del Marx más famoso, admite un parafraseo arbitrario: «Un fantasma recorre Argentina: el fantasma de la inflación». No importa cuando leas esta nota.
El único argentino de la lista es quien fuera el segundón de Cavallo en el Ministerio de Economía, durante el gobierno de Fernando De la Rúa, Daniel Marx.
El economista, que compartía la profesión con el viejo alemán pero que detestaba sus ideas, tuvo a su cargo durante algunos años la negociación y el financiamiento de la deuda pública argentina (¿externa o eterna?).
Plan Brady, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Machinea, Banco Central, Cavallo, FMI, deuda externa, negociación y financiamiento son algunos de los lugares comunes recurrentes en su currículum.
Claro que también sumó el nombre de Sergio Massa, cuando actuaba como súper ministro de Economía de Alberto y Cristina Fernández. El excandidato a presidente lo designó como asesor en dos asuntos clave: seguimiento de la deuda pública y desarrollo del mercado de capitales.
Con Javier Milei sentado en el sillón de Rivadavia, el Marx criollo es socio de la consultora Quantum Finanzas y fue elegido como presidente de la principal distribuidora de electricidad del país, Edenor.
Se trata de la misma empresa que reportó ganancias en el primer trimestre de este año, en el marco del aumento de tarifas que habilitó el gobierno
Política y algo más
«La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.» sostenía Groucho.
Para Karl Marx, tanto la política como la estructura social aparecen subordinadas a la producción económica.
Junto con el postulado de la lucha de clases, el concepto de una omnipresente estructura económica determinando al resto de sociedad, constituye un aspecto central en su interpretación de la historia.
En su «Manifiesto del Partido Comunista», Marx, hacia mediados del siglo XIX, explicaba: «(La burguesía) ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades (…) por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal».
¿Quién dijo que el tiempo cura todo?
Daniel Marx formó parte del gobierno de Raúl Alfonsín como director del Banco Central y también integró la gestión de Cavallo durante la presidencia de Fernando De la Rúa. Fue protagonista de ensayos como el blindaje, megacanje y el tristemente célebre “corralito” que aceleró la explosión de finales de 2001.
Tras un largo ostracismo de las primeras planas, el negociador de la deuda con aceitados contactos con banqueros y funcionarios internacionales, retornó para trabajar desde “las sombras” en el gobierno de Alberto Fernández, con el cual su socia principal, Cristina Fernández, sostenía varias diferencias irreconciliables.
Aunque se haya ubicado entonces detrás de escena, su apellido olía mal en las filas que respondían a la vicepresidenta y al kirchnerismo más ortodoxo. También entre los sectores políticos, sociales y gremiales que rechazaban el tufillo neoliberal que desprendía su sola mención. Paradojas de la política que en Argentina nunca faltan.
Incluso, cuando la sola mención del apellido Marx le revuelve el estómago a nuestro libertario presidente, sin dudas, el “marxista” argentino formaría parte del listado de personas de su agrado.
Las comparaciones, se sabe, son odiosas. Pero la arbitrariedad que rodea al texto encuentra su sentido en el placer lúdico de la comparación.
Más allá del apellido como única similitud, las diferencias entre los Marx son abismales.
Por supuesto, el de la adivinanza era Daniel. Que siempre vuelve.
O, que nunca se va.