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Milei, las contradicciones de un dirigente cada vez más mimetizado con los vicios de la “casta”
Escribe: Germán Giacchero
Maldita “casta”. O, ¿bendita «casta»?
“Casta” pasó a ser una palabra que comenzó a afirmarse en el vocabulario mediático criollo, tras la irrupción del economista Javier Milei en las movedizas arenas de la política argentina. Esas que todo se tragan. Todo.
Con términos ofensivos hacia sus integrantes y con explícito desprecio por lo que considera un sector privilegiado culpable de todos los males de la sociedad, Milei pasó de ser un bicho raro en el escenario a plantarse como un potencial peligro electoral para sacudir la grieta política que divide el país.
Pero, de reventar las encuestas y hacerle fruncir el entrecejo a Macri & Cía., este novato diputado nacional y precoz como nadie para candidatearse como presidente, pasó a vivir un proceso de desinfle en los números que muestran las consultoras.
Sobre todo, por algunas de sus resonantes declaraciones, al límite de lo ilegal algunas veces, fuera de todo sesgo de moralidad en otras ocasiones; discursos incendiarios que también suelen desencantar a más de un libertario que se ilusiona con la quimera de ver su trasero apoyado en el codiciado sillón de Rivadavia.

Pero, más que sus dardos incendiarios, lo que pareciera preocupar a sus seguidores del palo liberal (más que a los fans de ocasión seducidos por los fuegos de artificio de este economista con pretendida estética de rockstar y vocabulario literal de manuales de economía), son las actitudes contradictorias del “León” libertario, la oposición entre lo que pregona su boca de jarro y lo que termina haciendo en realidad.
Benditos vicios
Para alguien que centra su discurso de odio a la clase política, debe resultar extraño algunas ventajas que otorga el folklore de la casta que él mismo suele denostar. Sin embargo, no es así.
El propio Milei y otra diputada de su bloque utilizaron pasajes, otorgados habitualmente a los legisladores nacionales para viajar a sus provincias de origen, con la finalidad de trasladarse a otros puntos distantes del país. Ambos son diputados por la ciudad de Buenos Aires, no representan a Salta o Mendoza, por caso.
Y no solo eso: algunas fechas de pasajes coincidieron con actuaciones proselitistas. Milei utilizó los boletos de ida y vuelta para ir a Mendoza con actividades que nada tenían que ver con su performance como diputado por la ciudad más grande de Argentina. Es más, mantuvo reuniones con empresarios y dio una “clase” pública sobre cómo pulverizaría el Banco Central.
Extraño resulta que uno de los abanderados de la destrucción del estado se sirva de los recursos estatales para sus apetencias partidarias. ¿Esos no eran privilegios de la casta a los que había que fulminar?
“Si vos no usás esos pasajes, ese cargo se cae, y el dinero vuelve a la Cámara de Diputados, o sea a la casta”, intentó justificarse el flamante integrante de la “casta” a la que dice despreciar, pero que no puede dejar de rendirse a los privilegios que otorga la pertenencia a esa casta.
Hasta el sorteo de su sueldo forma parte del listado de los vicios de la política de siempre, aunque no sea una práctica recurrente entre nuestros dirigentes. “Peluca”, como lo apodan también sus seguidores, resbala en la viscosidad de la demagogia.

Ausente sin aviso
Otro flanco débil para quienes se esperanzan con el apostolado de “Milei Presidente” es su gira internacional por algunos países de nuestro continente, sobre todo con la visita a Colombia.
Es que Milei lo hizo justo cuando debería estar trabajando en un cargo para el que resultó electo. Su silla permaneció vacía, mientras la Cámara Baja votaba cierto alivio fiscal para monotributistas y autónomos, con la reducción de impuestos. Otro de los caballitos de batalla del viajero legislador libertario.
Es otra postal tradicional de la casta que también Milei abrazó: la ausencia en las bancas, los faltazos a las sesiones, la costumbre de dar mayor atención a los intereses personales o sectoriales que a los de la mayoría de los ciudadanos. Tal cual está haciendo de manera incoherente con su discurso de siempre el elegido de la derecha argentina (y de otras latitudes también).

El libertario viajó a Colombia para apoyar al candidato presidencial de la derecha en ese país, Rodolfo Hernández, que irá al balotaje el próximo domingo con Gustavo Preto, quien se impuso en la primera vuelta y se ubica en el otro polo ideológico.
Entre otros tips, aconsejó a los colombianos: “No dejen que los zurdos les roben la libertad”.
Minutos antes había acusado al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de haber intervenido a favor de la izquierda. “Es verdaderamente patético, lamentable y repugnante. ¿Quién es él para decir qué es votar bien y qué es votar mal?”, reclamó Milei.
En fin. Quizás, olvidó que acababa de cometer el mismo pecado que el integrante de la “casta” mexicana que se ubica en las antípodas de su ideología.
Pero, Milei dio la nota en algo más y desató sensaciones encontradas entre muchos de sus seguidores. Desde el referente libertario Carlos Maslatón hacia abajo le critican que haga una conferencia en vivo por Instagram con el coach Juan Diego Gómez, un hombre que estuvo ligado a Leonardo Cositorto, el líder de Generación ZOE, hoy imputado y preso por supuestas estafas y asociación ilícita, en una causa que se tramita en Villa María (Córdoba). Por caso, Gómez dictó charlas junto con Cositorto para miembros del grupo ZOE.

El eje del problema en cuestión se vincula con el funcionamiento de los esquemas Ponzi o estafas piramidales y el posible aval de Milei a estos mecanismos financieros. Vale recordar el “traspié” del diputado cuando visitó las oficinas de Coinx, otra empresa bajo la mira por hacer supuestamente “ganar dinero de forma rápida”, con sospechas de funcionar bajo un sistema piramidal.
“Están revolucionando la manera de inversión para ayudar a los argentinos a escapar de la inflación”, sostuvo en ese momento Milei. ¿Desconocimiento? ¿Interés? ¿Ingenuidad?
Los vicios de la política suelen ser difíciles de evitar una vez dentro del sistema. Pero, para alguien que llegó a ser parte de la “casta” tan injuriada con un discurso exagerado contra esa casta puede resultar peligroso beber en exceso la pócima que contiene todos los atajos, ventajas y tentaciones de pertenecer a clase tan privilegiada.
Quizás entienda que, para seguir siendo Milei, deba dejar de serlo un poco, con todo el riesgo que eso pudiera implicar para su carrera, un león convertido en un felino más domesticado. Sin tanta necesidad de que la propia “casta” haga su trabajo en este sentido.
Quizás, al estilo del cuento tradicional, más temprano que tarde, algunos se den cuenta de que este rey también está desnudo.
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