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[Opinión] El “personalismo sobreideologizado” de Milei desmantela décadas de tradición diplomática argentina
La política exterior implementada por el gobierno libertario perjudica y aísla a la Argentina dejándola en una posición cada vez más precaria. Pero lo más grave y fundamental es que contradice los derechos fundamentales garantizados en la constitución nacional, las leyes nacionales y los tratados internacionales.
Escribe: Natalia Pettinari (Analista de Política Internacional)
Es imperativo hablar del camino que comenzó a transitar la política exterior argentina especialmente en el último tiempo.
Existen dos atributos predominantes de cómo la administración libertaria se está plantando ante el mundo: un excesivo personalismo del presidente Javier Milei y una agenda ideológica regresiva -y hasta medieval- que es promovida con entusiasmo.
Ambas características se manifiestan en las acciones de un gobierno que articula su liderazgo a través de lo que podría denominarse un “personalismo sobreideologizado”.
Un hecho sin precedentes en Argentina -al menos desde el retorno de la democracia- es el destrato, ninguneo e intimación del Poder Ejecutivo hacia el servicio diplomático de la nación.
Un desprecio que se profundizó luego de la expulsión de la canciller Diana Mondino debido al voto argentino en la ONU en contra del embargo de Estados Unidos a Cuba.
Este hecho fue, además, la excusa para dar luz verde a una auditoría del personal de Cancillería, con la premisa de “identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”.
En el entorno de Milei están convencidos de que los diplomáticos “juegan en contra de las ideas del Presidente”. Por eso en un comunicado oficial, el gobierno expresa que buscará detectar funcionarios que piensen distinto a “los valores de libertad, soberanía y derechos individuales que caracterizan a las democracias occidentales”.
Esta cacería de brujas quedará a cargo del flamante canciller Gerardo Werthein. Se estima que se puede llegar a despedir a la mitad de los integrantes del cuerpo diplomático. Hay rumores también de que se intentará reducir el número de embajadas.
Casos similares en otros países
En un sentido similar se ha comportado Jair Bolsonaro. Durante su mandato, el líder de extrema derecha se ha dedicado a pulverizar décadas de trabajo y tradición diplomática de la prestigiosa Itamaraty.
El entonces ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, afirmaba que el calentamiento global era una conspiración marxista y el nazismo es un movimiento de izquierda.
En tanto, el hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro, pasó a ocupar un lugar en cancillería donde era considerado como “el secretario de estado de facto”. Fueron el terror de los diplomáticos de carrera.
Los funcionarios del servicio exterior brasileño estuvieron mucho tiempo retraídos, temerosos de ser castigados por cuestionar la línea que llevaba adelante Bolsonaro.
Quien buscó -al igual que Milei- entablar relaciones fuertes con el entonces presidente Donald Trump, el primer ministro húngaro Viktor Orban, fustigó las relaciones con China, se arrimó al Israel de Benjamin Netanyahu amenazando con mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Y con su política de negación del cambio climático, rompió con décadas de trabajo diplomático, en una causa que Brasil históricamente buscó liderar.
El comportamiento libertario
Es de especial atención el comportamiento que el gobierno libertario ha adquirido en las votaciones en los organismos multilaterales. El rechazo a la “Agenda 2030” de Naciones Unidas es ridículo. La propuesta fue aprobada en 2015 por Naciones Unidas y firmada por los jefes de Estado de 193 países.
El presidente argentino considera que “aunque bienintencionada en sus metas, es un programa de gobierno supranacional de corte socialista”. Esta posición no sólo está ideologizada, sino que es absurda, disparatada y grotesca.
Perjudica y aísla a la Argentina dejándola en una posición cada vez más precaria. Pero lo más grave y fundamental es que contradice los derechos fundamentales garantizados en la constitución nacional, las leyes nacionales y los Tratados Internacionales firmados e incorporados en la carta magna reformada en 1994.
Es inconstitucional que el gobierno de Javier Milei haya votado en contra de resoluciones que abogan por los derechos de los pueblos originarios o que busquen prevenir las formas de violencia en mujeres y niñas.
La cuestión climática pasó a tener mayor relevancia esta semana, luego de la orden de retiro de la delegación argentina de la cumbre del clima COP29 en Baku, Azerbaiyán. Allí se buscaba debatir el financiamiento del Acuerdo de París para combatir el calentamiento global.
Milei expresó que “todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas y buscan recaudar fondos para financiar vagos socialistas”.
A esta ideologización constante con argumentos sin fundamento, se suman otras decenas votaciones similares que van en contra de los intereses nacionales.
A continuación, dos hechos muy recientes que ejemplifican cómo está accionando el gobierno libertario con su “personalismo sobreideologizado” que sistemáticamente viola consensos establecidos por el país hace décadas, y cómo esto afecta a la relación con otros países.
Por un lado, la Cumbre del G-20 en Río de Janeiro. La delegación argentina estuvo interfiriendo en la aprobación del comunicado final porque tiene divergencias troncales -que nunca había tenido hasta ahora- con el resto de los países.
Por ejemplo, el gobierno de Milei bloqueó la promoción de una agenda de género. Pero también rechazó aplicar mecanismos para combatir el cambio climático, la agenda de crecimiento sustentable y el impuesto a los “super ricos”. A Lula se le dificultó llegar a un consenso gracias al libertario rebelde.
Cambio climático y más
Y por otro, el domingo pasado visitó Emmanuel Macron la Casa Rosada, que tuvo varios motivos. El francés es un activo promotor del multilateralismo y su reunión con Milei estuvo relacionada con tratar de evitar el aislamiento de Argentina en cuestiones climáticas.
El mandatario cuestiona que Argentina se haya retirado de la reciente cumbre contra el cambio climático en Azerbaiyán y que también se aísle de los diferentes consensos multilaterales en materia social y de género que -por primera vez en su historia- está rompiendo de manera solitaria.
Es probable que ese aislamiento disminuya cuando Donald Trump asuma nuevamente la presidencia. Al menos en cuestiones climáticas. El norteamericano retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París -que busca frenar las emisiones de gases de efecto invernadero- durante su primer mandato y ha prometido hacerlo de nuevo en su segundo.
Una medida drástica que la administración de Javier Milei está considerando tomar. Es una preocupación que esto desencadene un efecto en cadena en otros países.
Sin dudas, la política exterior de la administración libertaria representa una ruptura drástica con la tradición diplomática argentina. La cual, desde la vuelta a la democracia -y más allá de los diferentes gobiernos- se supo caracterizar por el multilateralismo, el respeto por los derechos humanos y una relevancia en las relaciones con los países de la región.
El gobierno de Javier Milei podría convertirse en un caso paradigmático de cómo el personalismo y la ideologización extrema son capaces de deshacer décadas de avances fundamentales.
(*) La versión original se publicó en Rosario3.com