Rosas blancas, a 23 años de la tragedia de la Dromos

Por cuestiones laborales, viajé casi ocho años diariamente de Villa María a Bell Ville. El mundillo de los colectivos, la terminal local y la bellvillense eran parte de mi vida, allá por la década del 90. Era una jovencita que recién despertaba a la pasión de los medios de comunicación, especialmente la radio. Jamás olvidaré esa mañana del 5 de junio, cuando nos sacudió la tragedia de la Dromos…

Escribe: Gabriela Beck

A las 5:40 ya tomaba el micro que me llevaba de Villa María hacia Bell Ville allá por el año 1997. El horario que me quedaba conveniente para iniciar puntualmente a las 7:00 el programa radial de la FM 95.7, que comandaban Federico Haldemann y Pilar Villasuso, mis jefes de entonces.

Aún recuerdo esa mañana fría y con una cerrada neblina fantasmal. En la radio nos enteramos del terrible accidente. Las sirenas no paraban de sonar, el rumor de la gran tragedia ganó la escena; el accidente ocurrido en el kilómetro de la ruta 9, a la altura del Km 513, no tan distante al acceso de Morrison, se había cobrado la vida de todos quienes iban en el vehículo. Fue la primera gran tragedia que me tocó cubrir en radio. Para más, muchas de las 17 personas que perdieron la vida, eran parte de ese mundo mío entre viajes y colectivos. La angustia cubrió a toda la región, especialmente entre Villa María y Bell Ville. Por la gran cifra de muertos, la noticia ganaría también la escena provincial y nacional. Pasadas prudentes horas, cerca del mediodía, cuando fue brindado el comunicado de manera oficial por la policía, saqué valentía para leer al micrófono el listado de las víctimas fatales.

Fallecieron Agustín Paván, Antonio Tonón, Ana Rosa Pereyra, María Belén Armano, Amelia Quiñones de Luna, María Maccari, Catalina Miserandino, Susana Villaroel, Hilda Peiretti de Bertoldo, Gisell Riera, Mirta Ballamán de Valenti, Angélica Bonetto de González, Alicia Bustos de Ortega, Jesús López, Delia Suárez de Ambrogio y Julio Raúl Oliva, chofer de la combi.

Cuando se apagó la luz roja del estudio lloré de manera angustiosa, creo que a gritos. Muchos nombres me resultaban familiares. Con «Don Julio», el conductor, viajé muchísimas veces, cordial, respetuosa. En algún momento tenía el abono de la Dromos para viajar, por lo tanto, conocía muy bien el servicio de esas combis. Otros viajaban a diario a trabajar desde Ballesteros, Morrison con destino a Bell Ville. Pero el nombre que más me impactó fue el María Belén Armano. Por entonces, ella sólo tenía unos 27 años, vivía en Morrison y viajaba todos los días a su trabajo en Bell Ville. Compartí charlas interminables con «Belu» mientras esperábamos los micros o combis. La primera que subía le guardaba el asiento del lado a la otra. Eran charlas muchas veces breves, pero que igual nos unieron en un lazo afectivo, el de la amistad. Aún la imagino con su figura diminuta, su carita de buena piba, con un montón de anhelos por cumplir. Me dolí por sus padres; ella hablaba mucho de ellos y quería lo mejor para ambos.

Hoy, en el día que se cumple el aniversario número 23 de ese tremendo accidente, no pude sacármela de la mente. Encenderé una vela para ella. Mis amigos me dicen que, por ejemplo, en Morrison cada año en las redes hay una movida especial, pretendiendo recordarlos, evocarlos a cada uno de ellos. Una forma de tenerlos vivos aunque más no sea en la memoria.

Esta mañana, un hombre colocó rosas blancas en el monumento que les hicieron en Morrison. Eran rosas blancas…para no olvidar cuántos sueños quedaron truncos con la tragedia de la Dromos.

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