[Análisis] El shock de una guerra europea inesperada

Escribe: Dr. Marcelo Montes (*)

Iniciada la segunda semana de guerra entre Rusia y Ucrania, todavía no sabemos si durará apenas unos días más o se prolongará varias semanas.

La imprevista decisión del presidente ruso Vladimir Putin de atacar territorio ucraniano, un día después de la celebración del Día del Hombre, por el cual se homenajea a todos los que perdieron sus vidas en la II Guerra Mundial, no se agotó en reforzar las defensas milicianas rebeldes del sudeste, sino que se extendió con bombardeos nocturnos e ingreso de efectivos terrestres bien pertrechados, a lo largo de las fronteras norte, este y sur del país vecino.

La incertidumbre y el temor por lo que pueda llegar a pasar si el conflicto escala dominan Ucrania.

Aun reconociendo que la guerra tiene una causa endógena indiscutible, que luce lejana en el tiempo, dadas las torpes y prepotentes decisiones del gobierno de transición emergido en el Euromaidán de febrero-marzo de 2014, que favoreció primero, la secesión de Crimea y luego, la guerra civil en el sudeste, estos 8 años de incumplimiento de los Acuerdos de Minsk, agotaron la paciencia del líder ruso.

Tras una pandemia desgastante para ambos países otrora hermanos, hoy distanciados por esa rusofobia militante del nacionalismo extremos ucraniano presionando por conducir al país a la OTAN, algo inaceptable para el Kremlin, el choque de planetas no demoró en producirse.

Un táctico Putin halló otra ventana de oportunidad para resolver drásticamente el problema de arrastre, atacando sin más, al percibir que no habría respuesta militar alguna de la OTAN.

Ucrania se debatió entre las penurias económicas que agobiaron la gestión del ex cómico Zelensky y la promesa hecha pero incumplida a sus votantes de recuperar el sudeste secesionista.

Al hartazgo de Putin con la falta de respeto a sus “líneas rojas” en clave geopolítica, le siguió la presión del mandatario de Kiev de agitar el fantasma de la invasión del “Oso ruso”. Una vez más la profecía autocumplida. Tanto se fogoneó desde afuera hacia adentro tal posibilidad, que sorpresivamente, terminó plasmándose.

Ahora la historia permanece abierta. Las incursiones rusas del fin de semana estuvieron lejos de ser un paseo. La resistencia ucraniana fue tal vez, mayor de la esperada, pero resulta claro que Rusia no mostró aún todo su poderío militar y mucho menos el aéreo.

Se incorporará Bielorrusia, China no apoyará al Kremlin, pero tampoco se sumará a sus sanciones que dañarán más la economía, agravada con la caída del rublo. Sin embargo, los rusos están habituados a sacrificios ingentes como otros aislamientos de envergadura y saben que tales hostigamientos lejos de amilanarlos, los fortalecen.

Mientras tanto, en Washington y Bruselas, esperarán en vano, el efecto positivo de sus sanciones para detener a Putin. Censurarán medios rusos, tratarán de generar nuevos castigos, pero no podrán frenar la ofensiva sobre Kiev.

En tanto, más allá, en Beijing, habrá un líder sonriente, frotándose las manos. Tal vez, de manera inconsciente, el gran responsable de la pandemia de Covid-19, recoja los frutos de esta fenomenal pulseada geoestratégica, sin arriesgar nada. 

(*) Dr. en Relaciones Internacionales (UNR), profesor concursado de la UNVM e integrante del CARI.

(www.marcelomontes.com)

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