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[Cuentos para terminar el verano] Catador de libros
Escribe: Germán Giacchero
-¿Profesión?
-Catador
-¿Catador de qué?
-Catador de libros
-¿De qué?
-De libros…
-Querrá decir lector…
-No, no, catador.
-Mire, no me tome por idiota. Yo sé de degustadores de vino, probadores de té, evaluadores de café, exploradores de los aromas y sabores de la yerba mate, conocedores de los gustos del aceite de oliva. Sibaritas de las mil y unas cosas y sabiondos de todos los colores, pero nunca había oído de un catador de libros…
-Bueno, yo lo soy… Le explico, mire. Para ser un buen lector, primero debe ser un gran catador. Los libros no han nacido solo para ser leídos. Un libro se atesora, se lo estruje, se presta con el riesgo siempre certero de que no regrese, se lo lee y se lo relee, se lo usa de mil maneras diferentes. Cualquiera lee un libro, pero no todos sienten pasión por leerlo.
-Igual, sigo sin entender.
-Solo se es un buen lector, cuando uno ha aprendido a oler sus páginas, a adentrarse en los aromas infinitos del papel manchado por la tinta. Al sentir sus esencias, se aprenden los secretos que esconden las palabras y las manos y ojos que han desnudado una a una sus páginas. Un libro no es solo un libro. Un libro es un compendio de momentos, de vidas, de aire y de luz. Por eso un libro no solo es por lo que dice, sino por todo lo que ha pasado.
-No tiene sentido…
-Claro que sí, escuche. Un libro arrojado a la inmensidad de una biblioteca bonita y lujosa no vuelve a ser un libro hasta que no pasa por un catador de libros. Hombres y mujeres que los resucitan al abrir sus tapas, revisar sus hojas con presurosa actitud adolescente o con la sabia lentitud de los años vividos.
Eternos buceadores de palabras impresas que, sin importar la edad, procedencia, el estado de conservación de sus páginas, el tema tratado, el género al que pertenece o la calidad de sus textos, si ha sido un best-seller o un tremendo fracaso editorial, hunden su nariz en ese caos de papel entintado blanco o amarillento, como si allí adentro habitara el más exquisito elixir universal, el más preciado de los saberes o el tesoro más deseado.

-O sea, ¿solo se trata de oler un libro?
-No, es más que eso. Aunque oler es una de las prácticas que más satisfacción brinda. Hay que poner el cuerpo y el alma, por decirlo de alguna manera. Al libro se lo huele, se lo toca, se lo ojea, se lo abraza, se lo siente y, de alguna manera, también se lo escucha. Eso hacemos nosotros. Yo soy eso, un catador de libros. Pero, cualquiera puede serlo. Si lo desea, puede comenzar ahora. No necesita ningún conocimiento previo. Tome este libro y no tenga miedo. No hay nada más entrañable que compartir un libro. Aunque en el trayecto corramos la suerte de no recuperarlo nunca más.
Pero, esa, esa es otra historia.
