[El Deschave] Cuando la violencia individual puede multiplicarse por millones…

(Planes sociales: ¿Qué hacer?)

Escribe: Miguel Andreis

Todo parecería que el futuro del pueblo argentino, sin fechas de vencimiento, pasa por dos apellidos: Massa- Milei. La pregunta se repite cientos de veces en el día. Jamás, es mi impresión, había percibido tanto interés por saber quién será el nuevo Presidente.

En mi interior subyace otro interrogante, incógnita que parece estar muy alejada del pensamiento mayoritario. Siento que nos -perdón-, me atraviesa una perversa disyuntiva, el tener que elegir quién será el que nos apriete la soga cuando estemos montado en el patíbulo.

Insisto, no es la mirada mayoritaria, apenas nos resuelve para la observancia de unos pocos menos optimistas. En política la FE, es decir, la certeza de lo que no se ve, no alcanza.

En ese camino cotidiano de las confrontaciones inesperadas, pero que reflejan la realidad que nos aborda, se encuentran hechos que sirven de coyunturas valorativas. A veces un botón vale para muestra. Uno de los grandes problemas que deberá resolver el futuro gobernante, cosa que no será simple, es definir lo que se harán con los planes sociales, subsidios, etc.

Por el momento no hay cifras ciertas en cantidad de personas en esa situación y mucho menos en miles de millones de pesos que les cuestan al Estado. La tramitación o definición con los mismos será, indefectiblemente engorrosa y, muy posiblemente, con consecuencias de violencia.

Días atrás en nuestra ciudad aconteció un hecho no de enorme gravedad pero que le da, desde la nimiedad, una dimensión preocupante.

Un remisero, cuyo vehículo no es de su propiedad, por lo que debe estar al volante más de 12 -14 horas diarias como para llevar lo mínimo indispensable para la mantención de su familia. Una mujer cincuentona, cigarro en mano, festival de colores en vestimenta y rostro, levantó la mano para detener al conductor, hombre que rondaría los sesenta y algo más. Detuvo la marcha y esperó que subiera. El exceso de peso y la maciza cartera la demoraron más de lo normal.

Mientras tanto el conductor se empecinaba en sintonizar la Mitre. Charla de rigor, pero él estaba más interesado en el comentario del “Gordo” Lanata.  La dama abrió los pesados enganches de la cartera y le indicó, “perdón, voy a contar el dinero porque en el banco si te pueden vacunar te vacunan…”.

 A los pocos minutos volvió a dirigirle la palabra al “Tachero”. “Está bien, hay 320 mil pesos”. Le pareció no escuchar bien. ¡¡320 mil mangos y yooo rompiéndome el tuje apenas llego a la mitad!!  Mientras clavó las uñas al volante, preguntó: ¿Y usted dónde trabaja señora? La respuesta no fue gestualmente agradable ni el vocabulario tampoco.

(Imagen ilustrativa)

“Es la plata de los planes que cobramos con mi esposo, que tiene problemas en una pierna, por lo que no puede trabajar; tenemos tres hijos de mis hijos, más lo que nos llega de contribución por estos regalos pensando en fin de año.  Por supuesto que los acompañaremos con el voto… Lo menos que podemos hacer por el gobierno”.

Y agregó, “por eso adoro a Cristina, nadie, pero nadie como ella nos ha protegido y nos ha dado tantas cosas”.

El obrero del volante transpiraba esa agua helada que a veces nos corre. Lanata volvió a tomar la editorial y tuvo definiciones muy duras para CFK. La radio casi al máximo. Ella lo escuchaba nítidamente. Él estallo: “Tiene razón. Bien dicho, vieja chorra de mierda…”.

La cartera como garrote

Afirma que fue una de las últimas cosas que el laburante recuerda. Un frenético y rabioso golpe desde atrás que se frenó en el costado de su cabeza lo dejó fuera de combate. Las hebillas del bolso se estrellaron contra su oreja derecha. Solo atinó a pisar el freno y detener el auto.

Totalmente aturdido, obnubilado, mientras desde su pabellón auditivo comenzaba a brotar sangre a raudales, nada le impidió abrir abruptamente la puerta, extraer a la mujer del auto casi a los tirones y pararla en la vereda.  Alguien llamó a una ambulancia y lo llevaron a una clínica. Cinco puntos y un dolor que no cedía. Mientras lo suturaban comprendió lo vivido.

Miró al médico y se dijo: “¡¡Qué boludo… qué boludo!! Lo único que falta es que esta vieja me denuncie por violencia de género, pierdo el laburo y encima voy en cana… ¡Para qué carajo hablé!…

Planes sociales hay más de 25 millones. Todos consideran que tienen derecho a cobrarlos. Posiblemente sea así. O no. O tal vez solo por un tiempo. De cualquier manera, este ejemplo que es mínimo, nos debe llevar a pensar, cualquiera sea el elegido este domingo, se animará a meter la mano dentro del panal…

Siempre es más fácil prometer. Una picadura puede no ser nada más que dolorosa, por miles, matan.

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