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[El Deschave] Estacionamiento medido y cocheras: ¿Servicio para organizar el tránsito o acto recaudatorio? 

El centro que se va vaciando…

Escribe: Miguel Andreis

Por muchos años Villa María logró ser una ciudad con mucho movimiento en la nocturnidad. Nada especial o sí, cafés, confiterías, boliches bailables, cines (hasta seis), pizzerías, bowling, Servicentro Baudino y algunos nombres emblemáticos más.

Posteriormente llegaría el bingo y años después, para desgracia del bolsillo de la gente, el Casino. Había una movilidad incesante y transitar el centro no generaba ningún temor ni aprensión. Lo que ha variado absolutamente.

En la actualidad intentar encontrar un lugar donde comerse un lomito o lo que fuera cerca de la medianoche, no será tarea fácil. Pero, además, después de las 22 horas, no hallará en puntos clave e históricos de convocatoria cafeteril, no más de dos o tres mesas ocupadas, con suerte.

En pocos años nos transformamos o transformaron, desde el poder comunal, casi en una ciudad desértica. Y no aludimos ya a la madrugada, sino a pocas horas de la puesta del sol.

Vaya contradicción, se podría pensar que en estos tiempos hallamos mayor seguridad. Todo lo contrario, más robos, hurtos, alcoholismo, drogas y muchas, prostitución que, ya no sólo se limita a la ruta pesada. Adolescentes casi niñas son unas de las pocas que, alumbradas por la luna, salen a alquilar su cuerpo para sobrevivir.

Algunos “analistas” sostienen que esto tuvo como disparador el mal manejo estratégico de la pandemia, que convirtieron a la ciudad en un estado policíaco, pero que, además, tal vez por improvisación o impericia, diagramaron la ciudad como para que el temor que se bajaba como un rezo, hiciera efecto. Todos adentro.

Y lo lograron ante el silencio de la gran mayoría de la ciudadanía. En el medio no vimos o no quisimos ver que se iba volviendo cada vez más anémico de clientela en centro de la ciudad, mientras el intendente Martín Gill -todavía en libertad- jugaba, mientras violaba serialmente la Carta Orgánica Municipal, a las escondidas con un puesto político de mayor exposición en Buenos Aires. 

Sin embargo, no recuerdo haber visto, con la vehemencia necesaria, las quejas o reclamos de las instituciones que representan a los comerciantes, léase AERCA o ACOVIM.

Ya por entonces, con la estrategia que determinaba el temido COE, cerrando calles, poniendo horarios, etc., que el efecto daba resultado.  Todos metidos dentro de las casas, y los policías persiguiendo a ciudadanos como si fueran ladrones.

Ese principio se fue agudizando, con las obras que prometió el anterior gobierno, con cientos de millones de pesos que llegaban desde las cajas centrales y nunca supimos de ellos (todavía no se conoce qué se hizo con el dinero ni los dictámenes de la supuesta auditoría que encargó el nuevo Intendente Eduardo Accastello).

Señores gobernantes, han llevado al corazón de la ciudad a un estado de anemia que se vuelve cada vez más preocupante. Ni la plaza Centenario y su interminable refacción, ni el área peatonal con sus reformas lograron revivir a la ciudad.

Ni el mínimo atisbo de recuperación.  Solo se expande lo fantasmagórico de las calles vacías y la invasión de comercios propiedad de bolivianos que, como comen y duermen, muchos de ellos en el mismo comercio, prolongan una o dos horas más con las puertas abiertas.

Es verdad que la situación económica del país es asfixiante, especialmente para los trabajadores, los jubilados y sectores de la clase media, los de ingresos fijos y los fijos sin ingreso que sentimos el golpe del libertario en la línea de flotación.

Los cinco millones que escapan a pensar si llegarán a fin de mes, porque saben que lo harán y desde la mayor confortabilidad y sin problema alguno, poco y nada les importa lo que está sucediendo para la mayoría de los argentinos.

Milei prometió terminar con la “Casta”, pero se asoció con la mafia que maneja el país, mafia que tiene el respaldo del voto popular, porque este sistema que nos gobierna, la democracia representativa –la que tenemos- es la herramienta perfecta para la exclusión social masiva, la corrupción y además para darles riendas sueltas a la impunidad de quienes gobiernan.

No hay excepciones… y si las hay son muy pocas. Casi invisibles.

Estacionamiento tarifado

Como si los aumentos de los servicios municipales que rondaban el 300%, algunos más, no fuese suficiente golpe para el contribuyente, y sin pasar por alto que, en el municipio de Villa Nueva, solo y contemplando el mismo contexto económico en que recibieron el gobierno, es decir cajas devastadas por la corrupción, apenas le fijaron un 94% de incremento.

Tal vez sería de enorme trascendencia que, frente a los que dejaron los sillones de ambas villas, la Justicia empezara a investigar de hecho, bajo una simple pregunta: ¿se fueron con el mismo capital que entraron o con algunas moneditas más?

En nuestra villa, después de varios años sin aplicar el estacionamiento medido, que estaba privatizado, la nueva gestión anunció el montaje del “estacionamiento tarifado” con algunas reformas.

Se amplió más el radio de cobertura. Otro interrogante emerge aquí, por qué no se pudo dividir los bulevares en cuatro cuadrantes, con tarifas diferenciadas. Mientras más alejado del casco céntrico, menos debería ser el costo horario.

De esa forma el automovilista, pensando en su bolsillo, adoptará la decisión de abonar como si estuviese en la Plaza central o el caminar más y pagar menos.

Por otra parte, vale preguntarse, qué ofrece la comuna en cuanto a servicio; ya que se hace uso de un espacio, por el cual se cobra, pero que además ya abona el propietario frentista.

Distinto sería si se colocaran, por ejemplo, cámaras de seguridad que capten cualquier tipo de irregularidad que afectara a otro.

Todo hace suponer que estamos nuevamente frente a un argumento básicamente recaudatorio, no de ordenamiento del tránsito. Es preciso no olvidar que Villa María es una de las urbes con mayor cantidad de siniestros en la materia.

Las cocheras

Nuestra ciudad desde hace tiempo viene con faltante de cocheras.  Muchos, en espacios improvisados, con cuatro chapas de cinc, transformaron baldíos o centros de manzana, en protección de vehículos, con rentas, en casos, interesantes.

Y lograr un lugar en esos sitios era algo así utópico. Otros invirtieron grandes sumas e hicieron buenas propuestas arquitectónicas. Aun así, se observan puntos de la ciudad con notorios faltantes.

Los valores son asimétricos. Por ejemplo, el cobertizo que está en la calle Alem, al 200-300, enclavada en terrenos del ferrocarril que, seguramente se lo cedieron vaya a saber por cuántos años y bajo qué excusa tuvo un aumento exponencial, de 16 mil pesos mensuales, tal nos dicen, la habrían llevado a 40 mil, lo que hará, muy posiblemente si el bolsillo así lo manda, que más de un usuario prefiera dejar su unidad en la calle, pero deberá pensar que luego de las 8 horas, ya le llegarán los inspectores observando si ese coche ya está registrado o no.

No se trata de un sistema simple ni rápido para todos, primero, tener noción del manejo del celular, cosa que no es simple para todos, segundo, cargar el mismo en los Rapipago o con la billetera virtual…

Hace tiempo, cuando el estacionamiento lo tenía el CAS (Club Argentino de Servicio) y todo lo que ingresaba era para instituciones benéficas, llegaban los originales naranjitas con un facturero en mano, y se simplificaba la cuestión.

Hoy, para no cometer faltas, es preciso realizar un curso de ingeniería en computación…

Claro que no les vendrán mal a las arcas municipales sumarles los dineros que ingresarán en carácter de multas…

El sentido común, tan vacío como el centro a medianoche.   

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