[Historias] El éxito de Manaos, la popular gaseosa que nació por odio y rencor

La increíble historia de una empresa exitosa que nació por un rencor, en la localidad bonaerense de Rafael Castilla, del partido de la Matanza, para convertir un criadero de pollos abandonado en una Pyme que le gana en varios sectores a la número 1 del mundo.

Escribe: JULIO A. BENÍTEZ – benitezjulioalberto@gmail.com

Orlando Canido fundó Manaos por odio, resentimiento y rencor. Lo dice él, con esas palabras y en ese orden. Manaos es la gaseosa de origen nacional líder, por sus publicidades fuera de lo común (la mitad que Coca Cola) y por su increíble historia.

“Nadie daba un peso por nosotros, todos me decían que me iba a fundir. Vender es fácil, ahora vas a ver lo que es producir, me decían cuando decidí desprenderme de todo lo que tenía para poner esta fábrica”, recuerda Orlando sobre sus comienzos.

Él y su familia comenzaron distribuyendo bebidas a fines de la década del 70, tratando de desafiar a los que poco querían comprar y en zonas donde nadie quería vender.

“Teníamos Crespi tinto y Cerveza Bieckert, pero lo que se vendía era Resero blanco sanjuanino, Casa de Troya, Quilmes y Coca Cola, entonces, no le colocábamos un cajón a nadie. Eran calles de tierra, difíciles de entrar, pero nosotros teníamos claro que íbamos a vender, de alguna manera íbamos a convencer al cliente para que nos comprara”, cuenta Norberto, el hermano y socio de Orlando.

Antes de ser un éxito, sus creadores pasaron varias situaciones incómodas.

De cualquier manera y con la firme voluntad de triunfar, les costó varios años en constituirse en distribuidores exitosos y en una década pasaron de no venderle a nadie a ser líderes en todo el país.

Grandes volúmenes

Tiempo después, la cervecería Bieckert cambió de dueños y frente a una inminente crisis: “Dejé de ser distribuidor oficial y comencé a repartir todo tipo de bebidas de manera independiente. Siempre vendí en volumen para todas las empresas. Y me posicioné en esas marcas, como el número uno”.

“Le hicimos ganar plata a nuestros clientes, con descuentos, bonificaciones, les tapábamos el negocio con mercadería. Pero la gran diferencia fue en la forma de pago. Mientras las marcas líderes cobraban al contado, si tenías el dinero, bien, sino se llevaban la mercadería. Nosotros comenzamos a entregar al fiado, así las ventas explotaron, pero también las deudas”, dice Orlando.

Luego, continúa: “Cuando todo era éxito y récord de ventas, un cambio en la política de comercialización de las grandes marcas nos dejó fuera del negocio, como a muchos otros, pero una embotelladora que estaba en la misma posición lanzó al mercado una gaseosa sabor cola, “SAO”, de cuya venta me convertí en el número uno. Fue un gran aprendizaje”.

Odio y rencor

Una noche, cuando Orlando viajaba solo en su camioneta, tuvo un grave accidente en la ruta que lo dejó un mes en terapia intensiva. “Yo pensé que se moría, cuídame a la nena”, recuerda Celsa, su esposa.

Cuando se recuperó, lo esperaba otro anuncio, que otra vez le cambiaría la vida: la embotelladora “SAO” había prescindido de sus servicios.

“Sentí que me habían corrido, sacado de mala forma. Entonces, por resentimiento, por odio, por rencor puse esta fábrica, con la primera marca que salió a la venta, La Bichi”.

“Fue apostar a todo o nada, vendimos todo lo que teníamos para poner la fábrica”, detalla Celsa, su esposa.

Y para competir con “SAO” creó “Manaos”. Fue la segunda marca que lanzó Orlando. Se hizo popular con la publicidad de “Vamos Manaos” y se volvió un suceso de ventas. Lo que pocos saben es que él fue el creador de la publicidad.

La planta fue adquiriendo tecnología de punta.

Con un costo de 10 millones de euros, Manaos posee la línea de soplado y llenado más grande y veloz del mundo y así concretó ampliar su planta de producción en Virrey del Pino, La Matanza, con grandes logros: la puesta en marcha del equipo Combi Matrix más el equipo Sidel, la instalación de 3 equipos Tetra Park, esperando colocar otra máquina que aumentará la producción en un 25% más y una reducción del 45% en consumo de electricidad.

Su producción es de unas 45 mil botellas por hora, entre todos sus productos de distintos contenidos, sabores y colores, con 450 empleados directamente y 16 mil indirectamente.

La capacidad del tanque de tratamiento del agua corriente, para producir una mercadería totalmente pura es de 120.000 litros.

“Yo quería que sea un grito de cancha, ‘Vamos Argentina-Vamos Manaos’, pero la productora a cargo de la publicidad me dijo que no iba a funcionar, que era redundante”, recuerda Orlando. Desde entonces la marca no dejó de crecer, de sumar nuevos productos, sabores, otras marcas como los jugos Pindapoy, y también sinsabores”.

Los sinsabores

Como el día que un incendio intencional casi lleva a Orlando a la ruina. “Estuvimos a 15 centímetros de perderlo todo”, dice.

También sufrieron allanamientos masivos de la AFIP y la incautación de toda la producción de Manaos en plena temporada, por denuncias de mal sabor, a fines de 2019.

“Cuando les pisás los callos a un grande, es lógico que salte. Nunca pensé que iba a vivir algo así. No tenía una gerencia anticrisis, fue una gran lección y también un golpe casi mortal”, rememora.

Orlado, en el documental “Historias que Inspiran”, cuenta que envió a analizar su producto a los principales laboratorios del mundo y no se encontró nada raro o adulterado.

“Al pueblo argentino que confía en mi producto, yo no puedo mentirle ni ocultarle nada, si hubiera algo raro, quiero saberlo, porque la próxima – si es grave – tengo que cerrar”, afirma.

El Chaqueño Palavecino fue protagonista de un aviso publicitario de la marca.

Tres meses de vida

De todas las crisis y catástrofes que vivió Orlando, nada puede compararse a aquel día en el que fue al médico para revisar un lunar y se llevó el diagnóstico de estar viviendo sus últimos tres meses de vida.

El diagnóstico, cáncer, que afectó a gran parte de sus órganos. Comenzó a ordenar su empresa para el día que ya no estuviera y fue a despedirse de sus amigos. Uno de ellos. Roberto Goldardb, dueño del hipermayorista Diarco, le recomendó viajar a Estados Unidos, donde estaban desarrollando un nuevo tratamiento. Era la única esperanza.

“El laboratorio que desarrolló el tratamiento puso como condición al hospital que el paciente no tuviera tumor en el cerebro y yo tenía dos. Estuve 23 días dando vueltas en el hospital hasta que una doctora se apiadó de mí y dijo a ‘este lo voy a sacar adelante’. Me llevó tres años superar la enfermedad y en ese tiempo delegué la gestión del día a día a Walter, mi sobrino”.

“Cada comunicación era hablar del futuro, nunca hablé con mi tío de “cuando yo no esté”, cuenta Walter.

“La forma en que enfrentó Orlando su enfermedad, es la que se enfrenta como cuando un general lidera a los soldados en una batalla, con personalidad valor y esperanza”.

“Este mensaje es para la juventud argentina, que tengan fe, que podemos hacer buenos productos y mejores que las multinacionales… y ganarles. Que no nos traten como a negritos del sur, nosotros también podemos y tenemos con qué”, concluye Orlando.

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Fuente: Página web del creador de la gaseosa

 

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