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[La infancia de los líderes] A 100 años del nacimiento de Guy Williams, El Zorro: “El joven de la cafetería”
El 14 de enero de 1924, hace 100 años, nacía uno de los mayores astros de la pantalla chica, que eligió a la Argentina como su segundo hogar. Guy Williams interpretó a “El Zorro” y se ganó el reconocimiento de millones de personas hasta hoy. Esta es una historia relativa a su infancia, contada en el libro “50 Cuentos de pequeños… de grandes personalidades – La Infancia de los Líderes”.
Escribe: Profesor Luis Luján
Atilio y Clara habían emigrado hacia América desde una ciudad de Sicilia, en su Italia natal. La pobreza había golpeado fuertemente su hogar, como también el de muchos compatriotas que huyeron hacia Sudamérica.
Tal vez ese país era realmente la tierra de la esperanza, del sueño americano. Ni bien Atilio comenzó a dominar el inglés, consiguió un puesto como vendedor de seguros, oficio que mantendría hasta su muerte, en 1951.
Con el fruto de su trabajo pudo comprar un lote en Nueva Jersey. Una vez insertos en la comunidad estadounidense, el matrimonio decidió traer al mundo a un hijo, en un frío 14 de enero de 1924.
Con él el hogar se llenó de felicidad, tanto que les hacía olvidar el desarraigo y la lejanía de su patria natal. El pequeño fue bautizado con el nombre de Armando Joseph Catalano, nacido en Washington Heights, en la isla de Manhattan, dentro de la ciudad de Nueva York, aunque el niño creció en el barrio Little Italy (Pequeña Italia), de Manhattan.
Si bien su lengua materna fue el italiano, Atilio y Clara prefirieron que su hijito creciera dentro de la comunidad de ese país y fuese ciudadano respetable, por lo que le imponían el aprendizaje del inglés antes que el de su lengua romance.
Y así fue como el pequeño Armando comenzó sus estudios en la Escuela Pública 189, de la ciudad de Nueva York. Allí jamás se sintió discriminado por sus compañeritos por su antepasado europeo, porque también otros niños eran hijos de inmigrantes.

Si bien el pibe tenía ciertas dificultades con la escritura y el idioma, poco a poco se fue destacando dentro de las matemáticas, siendo seleccionado en varias ocasiones para concursar dentro de esa disciplina.
Su padre se sentía orgulloso de él porque pretendía que el futuro de su hijo estuviese dentro del rubro que él mismo practicaba, o sea, vendedor de seguros. Y como los italianos sostenían un fuerte arraigo hacia sus costumbres ancestrales, Atilio comenzó a enseñarle la práctica de la esgrima cuando su hijo tenía solamente siete años de edad, ya que el hombre de la casa era un experto profesional en ese deporte.
El pequeño Armando complacía las exigencias de su progenitor respecto al manejo de la espada, pero no sentía complacencia por ello
El pequeño Armando complacía las exigencias de su progenitor respecto al manejo de la espada, pero no sentía complacencia por ello. El niño quería jugar con sus amiguitos, leer cómic, practicar fútbol americano, pero siempre calló para no herir los sentimientos de su padre.
Cuando comenzó el secundario lo hizo en la escuela George Washington High School. Era un jovencito que se destacaba del resto por su altura, y ya presentaba ciertas facciones en su rostro que enamoraban a cuantas niñas se le cruzasen por el camino. Como los recursos económicos de la familia eran escasos, el niño entrado en la adolescencia comenzó a trabajar en la cafetería de la escuela para compensar la cuota escolar que sus padres no podían solventar, mientras que sus compañeros disfrutaban de cada recreo. También tuvo que trabajar en períodos de vacaciones o de cualquier receso escolar.
Decepcionó a su padre, ya que a él le hubiese gustado que su hijo se destacase en esgrima, para hacer honor a la tradición de su familia
Cuando debió elegir qué deporte practicar en la secundaria, Armando no lo dudó, seleccionó el fútbol americano, debido a su físico ejemplar para la práctica de esa disciplina, pero también optó por el ajedrez. Esto decepcionó a su padre, ya que a él le hubiese gustado que su hijo se destacase en esgrima, para hacer honor a la tradición de su familia.

Pero ésta no fue la única decisión en la que el jovencito defraudara a sus progenitores, debido que tiempo más tarde les anotició que no seguiría el mismo rubro que su padre, vendedor de seguros, sino que ingresaría a la Academia Militar Peeskill, o que seguiría la carrera de actuación o modelaje, cosa que trajo un enorme dolor a su madre.
Cierta tarde, en un recreo, una hermosa jovencita de unos catorce años, se acercó a la cafetería con la intención de conocer al joven que estaba del otro lado de la barra, creyendo que era un quinceañero, o más, pero Armando sólo contaba con trece años de edad, una estatura y un físico privilegiado.
-Hola, cafetero, ¿me preparas un té y una soda?
-Seguro…¿algo más? –contestó el joven sin detener la mirada en ella.
-¿Eres muy tímido o acaso no te gusto? –le preguntó la adolescente.
-Sólo estoy aquí en los recreos y no tengo mucho tiempo para atender a todos.
-Me dijeron que eres bueno para tirar café.
-Tal vez, pero también tengo otras cualidades.
-A ver…cuéntame… ¿Cómo cuáles?
-¡Soy un profesional con la espada!
-¿Con la espada?
Al oír esta afirmación la jovencita no pudo contener una carcajada, tal vez asombrada por los dichos de Armando.
-Sí, espada… esgrima… ¿qué es tan gracioso?
-No…nada…sólo que te imaginé disfrazado de mosquetero.
-Acaso me imaginas a mí disfrazado, qué ridícula.
-Sí, ¿Y por qué no? ¡Tal vez algún disfraz con antifaz! Eres alto y fuerte, te quedaría bien.
-Un disfraz… un disfraz, qué ridícula eres, un disfraz…
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