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[Argentinadas] Lo que el viento se llevó: Remolinos de acá y de allá
Escribe: Raquel Baratelli
¿Cómo es la cosa?… el viento no para, viejo. La idea era que viento, en agosto; lluvia, en septiembre, a más tardar, octubre.
En el centro de nuestro país, históricamente el mes de los vientos, por excelencia tenía su momento cúlmine en la Tormenta de Santa Rosa y después amainaba, pero ahora, la santa nos la tiene jurada o se nos aquerenció para todo el año.
Si te descuidás, hay más viento por estos lares que por la Patagonia, andamos con el jopo volado más de lo que quisiéramos, los brotes de la primavera flotando por los aires y molestando las narices, la tierra nublándonos la vista, complicando las rutas y las veredas, remolineando por doquier.
Ya no hay cielos diáfanos en Córdoba, ni verdes y apacibles prados serranos, la turbulencia de los vientos va secando todo a su paso, avivando incendios intencionales que arrasan teniéndolo todo de gris o sepia.
Los atardeceres, amarronados por el polvo en suspensión, son cosa de todos los días y las escasísimas nubes esquivan nuestra zona.
El vientazonón protagoniza todos los picnics, despeina todas las cabelleras y amenaza con provocar tornados de ropas arrancadas de las sogas y a la deriva, mezcladas con bolsas y papeles que la gente tira por ahí.
Los perros callejeros ya caminan de costado y los pájaros vuelan luchando contra las ráfagas, pobres los pichones que tienen que aprender a volar en tales condiciones.
A ver, chicos, entendamos que este viento en esta zona de nuestro territorio es cosa del cambio climático; a veces del norte, o rotando al sur, venga del este, del oeste o en círculos es la nueva realidad que se llevó la lluvia, arrasó con la visibilidad de largo alcance, secó la tierra, borró los colores e inundó de cenizas las sierras.
Sea frío o cálido la intensidad de la ventisca cordobesa todo lo enturbia, hasta el entendimiento humano se ve turbado por este elemento de la naturaleza embravecido.
Y no creas que esto es cosa de mandinga, viejo, es una más de las acciones de la civilización irresponsable que somos.
A estas alturas tendremos que aprender a caminar siempre a favor del viento, a volar en bicicletas; habrá que acostumbrarse a los vientos nocturnos, a las caídas de ramas, a las nubes de tierra; tendremos que instruir a los niños a entrecerrar los ojos cuando salen a la vereda y caminar de costado como los perros.
Aprendamos que tender la ropa al sol requiere de broches blindados, andar al aire libre puede enterrar a cualquiera y que hoy, volar un barrilete es una tarea de alto riesgo.