[Historias] Sergio Castro, el cantautor que nació dos veces: De Villa María a la Patagonia rebelde

Hay un momento en la vida en que “un hombre sabe para siempre quién es”, dice Borges en uno de sus cuentos. Y ese momento, ese “día en la vida de Sergio Castro” tuvo lugar, seguramente, en la Patagonia.

Escribe: Iván Wielikosielek

Acaso fue alguna noche de los ´80 en una pensión de Puerto San Julián, cuando componía la cantata “Patagonia de Fuego”; o a principios de los ´90 en Neuquén, la tarde de invierno en que escribió “Cutral Co”.

Esa tarde o esa noche, Sergio supo que era un “cantautor” ante todo; un compositor de canciones como soñaba a los veinte años en la disquería de la terminal de Villa María, o a los veinticinco cuando presentó su primer disco en Buenos Aires.

Sergio en un café de la ciudad, a la que regresó después de muchos años en el sur.

Pero incluso aquella vez, tocando en un teatro porteño, no se había sentido (según su propia confesión) cantautor todavía. Aún necesitaba pasar la prueba de fuego que da la soledad, y superar las tentaciones del desierto. Y sabía que ambas, el desierto y la soledad, estaban en la Patagonia.

Villa María, primavera del ´82

Pero antes hubo otra historia, “los trabajos y los días” en su ciudad natal, la primera mitad “común” de su vida, el oficio de “ser el que era” por tradición, y no el que “venía a ser al mundo” por libre albedrío y autoconocimiento.

“¿Cómo era mi vida en Villa María? Como la de cualquier chico de acá –me dice Sergio, en la vereda de un bar de calle Corrientes-. Nací en un barrio humilde, cercano al Hipódromo. En los años sesenta, eso era menos que un suburbio. Y vine al colegio Manuel Belgrano, a pocas cuadras de este bar… «.

«De muy chico agarré la guitarra, también por tradición; porque en mi casa se escuchaba mucho folclore y porque mi madre era una empleada que lavaba ropa para afuera, pero ahorraba para comprar los discos de Los Cantores del Alba. Esa, te diría, fue mi configuración; aprender la guitarra sacando temas de oído, sin tutorial”.

-¿Cómo llegás, entonces, de aquellas tardes al presente y con la misma guitarra?

-Es que hubo un montón de pasos previos… Pero yo no sabía o no era consciente de que los estaba haciendo… Siempre tocaba la guitarra en la escuela, y después me hice amigo de Rubén Rüedi, poeta e historiador. Con él y con su esposa “Pipi” (Graciela Yessín) hacíamos espectáculos poético-musicales en la Lomoteca, frente al Anfiteatro. En ese entonces no había nada en Villa María, ni lugares donde aprender a escribir canciones ni bares para los poetas.

-¿Y cantabas folclore?

-Sí, pero en un momento ya no quise cantar más la “Zamba de Alberdi”. Y entonces, apareció una canción que me hizo un click. Yo estaba en la disquería de la Terminal y el dueño había puesto un disco de Víctor Heredia. Y entonces escuché “Informe de la situación”. Yo tenía 21 años y me voló la cabeza lo que decía el tema. Y me dije “¿yo no podré escribir alguna vez algo así?”. Era 1982, me acuerdo… Y entonces, tímidamente, empecé a escribir cosas mías…

Buenos Aires, verano del ´86

-Antes del sur, tuviste un primer éxodo en Buenos Aires, ¿no?

-Sí, fue en el verano del ´86. Yo tenía 25 años, me había recibido de profe de Historia en el Rivadavia, pero sentía que Villa María no era para mí. No es que renegara; pero yo tenía que ser otra cosa, y a eso no lo iba a conseguir acá.

Supe que mi destino tenía que ver con la guitarra. Y entonces agarré un tren sin boleto y me fui allá. No tenía plata, pero sí un par de direcciones. Y caí en el estudio de grabación de Luis Landriscina donde trabajaba un villamariense, el “Bebe” (Osvaldo) Musa.

-¿Y vos tenías una cita con él?

-Sí, más o menos… Él me esperaba porque era conocido de mi viejo. Y Cuando llegué al estudio, me dijo: “¿Vos qué música hacés, Sergio? ¿A ver? Cantáme algo…”. Yo estaba sin viola. Y sin saber por qué, le canté “a capella” un tema mío. Se llamaba “Guerra, no quieras venir”. Le dije al “Bebe” que era cantautor, lo cual era un deseo más que una realidad, porque sólo tenía compuestas cuatro o cinco canciones. Pero a esto último no se lo dije (risas).

Así que el “Bebe” me presentó al socio de Landriscina y ahí, con una guitarra, grabé mi primer disco de vinilo… Se llamó “Qué fuerza que tiene mi pueblo” y lo presenté en el ´87 en el teatro del Centro de Empleados de Comercio. A eso lo pude hacer gracias a otro villamariense, Miguel Olaviaga, que en esos tiempos estaba radicado en Buenos Aires, porque trabajaba con Alfonsín.

-¿Ahí te sentiste cantautor?

-No… Eso fue después de los cuarenta años, cuando otra gente empezó a grabar mis canciones. Me di cuenta que, sin querer, había hecho un oficio. Me pasó en Puerto San Julián con la cantata “Patagonia de Fuego” a fines de los ´80 y la canción del festival, que es mía. Y después me pasó en Neuquén en el ´96, cuando Rubén Patagonia me grabó “Cutral Co”. De pronto y sin que yo me diera cuenta, la gente empezó a tomar las canciones mías.

Puerto San Julián, otoño del ´87

-Pero todavía no estamos en el sur sino en Buenos Aires, con vos presentando tu primer disco…

-Sí… La verdad es que no aguanté más Buenos Aires y decidí volverme a Villa María, pero no para radicarme acá… Mi idea era ir y volver, porque la vida en la gran ciudad me achicaba. Ojo, yo jamás pensé en Córdoba como opción. No sé por qué… Pero hoy te digo que Buenos Aires era para quedarse…

-¿Te arrepentiste de tu decisión?

-No, sólo que uno siempre se va a preguntar qué hubiera pasado si aguantaba un poco más; porque en esos tiempos había un recambio muy grande en las discográficas y en los medios. Pensá que tipos como Tinelli o Pergolini, que hoy son referentes y tienen mi edad, recién empezaban. Y hasta el mismísimo Fito Páez se estaba yendo allá.

-¿Y cómo fue tu primera vuelta a Villa María?

-Convulsionada. Sobre todo, porque necesitaba laburo, porque estaba viviendo con mis viejos y ellos no me podían ayudar. Mi mamá, como te dije, había trabajado toda la vida. Ahora era yo el que la tenía que ayudar a ella… Así que, hablando con “Pipi” (Ana María Galli), una profe del Rivadavia, le comenté que quería dar clases. Me pidió un teléfono y le di el de un amigo del barrio. “Si sale algo, te llamo”, me dijo.

Y a las 2 horas, mi amigo me vino a buscar a casa. “Te llamaron del Rivadavia”, me dijo. Y me contó que habían salido 36 horas en Santa Cruz para mí, que tenía sólo dos días para responder. Le dije que sí, casi sin pensarlo, y a los dos días estaba allá. Me sentí tan mal en ese lugar, lejos y solo, que me senté en la avenida y me largué a llorar…

-¿Y cómo sobreviviste?

-Me ayudó un libro que encontré de casualidad en la pensión donde paraba; era “Patagonia de fuego”, de Osvaldo Bayer. Lo leí y no podía creer que eso hubiera pasado ahí, donde yo estaba, y que no hubiera canciones. Así que empecé a escribir la cantata. Pero la que más me ayudó, fue mi novia.

-¿Tu novia?

-Sí, ella fue crucial para mí, porque al mes se vino a vivir conmigo. Tuvo que pedir licencia en Casa Tía donde laburaba, para ver cómo era la cosa acá. Y como era profe de historia también, hubo horas para ella. Estuvimos hasta el ´89 en Santa Cruz y de ahí nos fuimos a Plaza Huincul, pegado a Cutral-Co… Te aclaro que ella es mi actual esposa, y la mamá de nuestros hijos… Y sin ella, nada de eso hubiera aguantado…

-¿Y por qué eligieron Neuquén?

-Por la música. Me dije “acá, en San Julián, estoy muerto como compositor”. Yo no quería ser profe, porque pensé “si soy docente, chau la música”. Pero al final logré un equilibrio; aunque eso merecería una nota aparte para contarte. Yo me había encariñado con Santa Cruz. Y Neuquén estaba a mitad de camino entre Villa María y San Julián. Y si bien yo no quería volver a Villa María, sabía que lo tendría que hacer para ayudar a mi vieja cuando me necesitara. Pensé que en Neuquén podía ser cantante, y por suerte no me equivoqué.

-¿Te sentís neuquino?

-Me siento neuquino y villamariense. Quien vive 30 años en otro lugar, no se despega fácilmente. Yo tengo mis sueños allá y tuve mis hijos allá. Yo tuve un segundo nacimiento en Patagonia y amo los dos lugares donde nací. No me siento ni más de allá ni más de acá.

-¿Te fue difícil ese “segundo nacimiento”?

-Sí, pero yo creo que está buenísimo cuando te vas de la comodidad. Hay un confort que se tiene cuando se vive siempre en la misma cuadra, con don Juan de la despensa, el plomero que conoce a tu tío y que viene si lo llamás a las doce de la noche o la tía que te lleva el nene a la plaza… Pero cuando te vas a otro lugar, eso no existe más. Y vos tenés que estar dando muestras de quién sos y cómo sos todo el tiempo. Eso, a veces, es desgastante; pero a la vez es un ejercicio humano muy gratificante ya que te obliga a crecer…

Neuquén, invierno del ´96

-Contáme cómo llega Osvaldo Bayer a tu vida…

-Fue a raíz de la cantata. Cuando la terminé en el 91´, se la mandé y le encantó. Pero faltaban detalles para pulir y nos juntamos a terminarla. De hecho, hicimos una letra juntos, la de “La catalana”. Eso fue en Buenos Aires, en el patio de su casa. Yo le decía “¿qué te parece esto, Osvaldo?” Y él me aportaba muchísimo.

La cantata tiene dos grabaciones. A la primera la hice solo, con la viola y un secuenciador. A la segunda la grabamos con músicos en 2006, en el estudio de León Gieco, donde participó Osvaldo, haciendo el relato de Facón Grande y de la Catalana.

Sergio con Osvaldo Bayer.

-Después de Osvaldo, lo que llega a tu vida es Rubén Patagonia y “Cutral-Co”….

-Fue raro porque yo escribí ese tema “para mí”, de manera privada te podría decir. Pero al poco tiempo se “viralizó”, como dicen ahora. Y terminó siendo un himno de la pueblada. Rubén Patagonia me lo grabó y ayudó muchísimo a difundirlo. Además de “Cutral Co”, Rubén me grabó dos temas más, “Colla en la ciudad” y “El sur del viento” con Gieco.

Y la voz de Sergio, canta esas estrofas desde una vieja grabación de You Tube.

“Pero esta tan frío en Cutral Co/ y encima hay huelga de humedad/ Ladra un perro por allá/ y una canción,/ una canción intento yo // Me han contado que un vez/ esta tierra floreció/ primaveras de niñez, fertilidad/ petróleo y paz, petróleo y pan // A dónde se han ido los días de ayer/ decía un viejo mapuche sin ley/ mirando la gente pasar por ahí/ los barrios que luchan, por sobrevivir/ los hijos de quienes jamás se van a ir// Pero esta tan frío en Cutral Co/ como en el resto del país./ Las noticias dicen que es, de norte a sur/ de latitud, a latitud// Si hasta tiene ganas de nevar,/ me lo dicen estas ganas,/ esta huelga de humedad, me tiene mal,/ Me tiene mal, añoro el mar// Los días felices, ya van a volver/ grita un canillita, quince años, se ve/ Me deja pensando, me invita a creer// Miro al viejo mapuche, y no sé qué hacer/ Y si pruebo y me quedo,/ ayude tal vez”

-Finalmente, fuiste un cantante neuquino…

-Sí, pero a eso lo pagué con varias horas de docencia… Con decirte que, de día, daba clases en una escuela privada donde iba el sobrino del gobernador Sobisch; y a la tarde iba a una escuela de barrio, donde estudiaban los hijos de los obreros que hacían los piquetes…

Sergio termina la coca y se ríe. La tarde agoniza en la vereda de Corrientes, en el primer atardecer de primavera en la ciudad. Pero al oscurecer, vuelve a soplar un viento frío, como si el otoño no se quisiera ir, a pesar del calendario.

Villa María, primavera de 2023

-Y ahora estás de nuevo acá, pero esta vez para siempre, ¿no?

-Sí, esta vez es la definitiva… Volví en 2021 porque mi vieja no andaba bien… Tenía Alzheimer… Te juro que es algo que no se lo deseo a nadie, ni el Alzheimer ni tener que atender a alguien que querés mucho y que sufre esa enfermedad… Te juro que eso me minó por dentro…

Ahora tengo 61 años y ya no es tiempo de exilios… Estamos otra vez en el barrio de siempre, cerca del Hipódromo con mi mujer. Pero antes dimos una vuelta demasiado grande para saber quiénes éramos, para saber quién era yo.

Seguro que me voy a morir aquí, pero nadie me quita el haber nacido dos veces; el tener tanta nostalgia de la pampa como del mar o de la nieve; el ser un cantante… Un cantautor del norte y del sur.

Fotos: Gentileza Sergio Castro

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