[Tiempo Loco] La Gruta de Pompeya: Ni los vientos, ni las lluvias, ni los temporales, han podido con su construcción

En Villa María, cuenta la historia que, en el año 1940, el entonces intendente Salomón Deiver viajó a Buenos Aires especialmente para pedirle a la Virgen de Pompeya casi un milagro: que su esposa, muy grave y delicada, recuperara su salud.    Como respuesta, el desaparecido jefe de la comuna villamariense prometió que, si se cumplía el pedido, inmediatamente traería a la ciudad la imagen de la virgen. Un año después, la esposa del intendente recuperó su salud y viviría muchos años más, sin siquiera tener recuerdos de su cruel enfermedad.

Escribe: Mag. Hernán Allasia

Deiver hizo construir una gruta frente a las márgenes del entonces río Tercero y una multitudinaria procesión esperó la imagen de la Virgen de Pompeya, un domingo de octubre.

Así empezó la historia de este tradicional y místico lugar villamariense, que con el correr de los años fue cubriéndose de anécdotas y promesas cumplidas, hasta llegar a tener en las paredes del santuario miles de placas de agradecimiento por los favores recibidos.

Cientos de villamarienses y villanovenses, también, le tributan en cualquier horario a la virgen su agradecimiento al aire libre, a pleno sol o con los fríos del invierno.

A su lado, un cuarto semi oscuro cerrado con rejas guarda flores, rosarios, notas, prendas de vestir y toda clase de ofrendas a la Virgen, mientras que las miles de velas a su alrededor se van renovando en forma permanente, porque al estar siempre encendidas conservan la historia y la tradición.

Es difícil observar, en cualquier momento del día, que alguno de los bancos de ladrillo que sirven para rezar, estén vacíos, no importa la hora que sea.

El lugar sigue intacto desde 1941. El paso del tiempo, los vientos, las lluvias y los temporales apenas han oscurecido los ladrillos rojos de su construcción, escondida y tímida, pero permanentemente iluminada por la luz de las velas.

La histórica gruta de la Virgen de Pompeya de Villa María ha cumplido más de 80 años desde que fue construida, en el mismo y pequeño lugar, con las mismas costumbres y con una tradición inquebrantable: el primer domingo de cada mes se oficia una misa y se reza el Rosario (estimo se mantiene ello).

A su alrededor, el progreso le ha puesto a la gruta con el correr de los años el pavimento, instalaciones deportivas, monumentos, fuentes con aguas danzantes, negocios, y lugares turísticos, pero nada, ni nadie, ha podido vulnerar, ni su espacio, ni su tradición, ni sus costumbres.

Y menos nuestra fe. 

Fuente y fotografías: lavoz

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